18 de enero 2018
A Sofía Montenegro
Una vez, a deshoras de la noche y en un bar de Managua, tragueaba con Sofía Montenegro, cuando Carlos Martínez Rivas le envió un trago a la mesa. "Por Malbozaleada" le escribió en un papelito. Y brindaron de mesa a mesa. En inglés, al tipo de mujeres como la Sofía, les dicen badass. Y les definen, tanto como formidables, radicales y tremendas; como radicales, antipáticas o cabronas. Son aquellas que no aceptan imposiciones, aunque se les vaya la vida en ello. Rompen esquemas, son ácratas, mandonas; invivibles dirán algunas.
Este que comenzó como la idea de blog, o a lo mejor será libro interactivo para que cada quien incluya a la tremenda de su gusto, y que por fin me atrevo a empezar, va dirigido a las malbozaleadas que me ha tocado conocer y querer. Todas las que están son, pero no todas las que son están. Hay más, pero estas son las mías. Y yo me cuelo entre ellas. Viví mi vida adolescente y adulta joven, entre los movimientos sociales y la guerrilla, la mayoría de badasses proviene de allí. Cuento lo que sé de ellas, porque lo vivimos juntas, o me lo contaron, ellas o las otras.
Algunas me habrán dado entrevistas, otras no, pero es lo principal que nos conocemos, y nunca nos hemos dejado morir. O sea, esto es lo más sesgado del mundo, pero como diría Ally McBeal, es importante porque es mío. Es importante para mí haberme cruzado con sus vidas, así nos fortalecimos las rebeldías, transitamos y sobrevivimos lo pasado fugaz, baldío y triste, y aquí seguimos a mucha honra, asumiendo errores y logros.
La idea de alguna gente es que quienes estuvimos militando en el FSLN en los años setenta y ochenta del siglo pasado, es que fuimos una militancia obediente, y descerebrada. Permítaseme decir que no fue así, al menos, no en nuestros casos. Las malbozaleadas que aquí presentaré son mi prueba. De frente o de manera oblicua se resistieron las imposiciones, y cada una de nosotras, al ser diferente, resistió diferentemente.
Pensábamos que la revolución era eterna, y resistir o pelear dentro de la revolución, nos permitió hacerlo sin desaparecer de un manotazo, o que para reeducarte, te enviaran a la frontera con Honduras, o a Nueva Guinea, y allí desaparecieras. Muerte civil. De todas formas, algunas, sí fuimos acusadas de ser agentes imperialistas. Aloo, Barricadaaa.
Sofía Montenegro, top ten de las malbozaleadas (hashtag “Haceme el maldito favor”). Se dedica a hacerle la vida menos placentera a la vicepresidenta, es una David cibernética que no pierde un día mal matándose a twitazos con los troles contratados para atacarla en las redes sociales. En los años ochenta, Rosario Murillo le declaró públicamente la guerra, acusándola de liderar una secta. Ni los Acuerdos de Sapoa terminaron el enfrentamiento con la heredera de la Presidencia.
También es una diseñadora de interiores exquisita. Una lectora voraz y con una capacidad de síntesis envidiable. Una investigadora que acierta a identificar temas vitales para la nación. Una conversadora excepcional, y una bailarina de flamenco muy maja, ella. Si tiene súper poderes, es posible que el suyo sea el sarcasmo. Es una de mis feministas favoritas. Una de las abre - brecha en lo que sería una segunda ola de feminismo en Nicaragua. Escribió y público sobre aborto, homosexualidad, feminismo, acoso sexual cuando casi nadie se atrevía. Con otras mujeres dedicó alma, vida y corazón a organizar el primero y segundo Comité Nacional Feminista, el Programa Feminista La Corriente, el Movimiento Autónomo de Mujeres. Por último, pero no menos importante, como se escribe en los informes, el importantísimo Partido de la Izquierda Erótica (PIE), que alcanzó el poder en la novela de Gioconda Belli, El País de las Mujeres.
La conocí durante la década de los ochenta. En lugar de presentarse como mártir, o heroína sacrificada y auto sufriente, con todo y sus desgarramientos internos, se paseaba con su agudeza política, filosa y con un cigarro en la boca. La recuerdo vestida de negro, femme fatale, pelo largo suelto, ojos almendrados, uñas largas rojo sangre. Y con una corte de admiradores suspirando por ella. Una mujer brillante, importante para el Frente por su dominio de las relaciones con la prensa internacional, ya que desde la insurrección fue enlace o stringer de corresponsales extranjeros durante la guerra a finales de la los setenta.
Conmigo ha sido de una solidaridad a prueba de diferencias políticas. Que es mucho decir en este país. Cuando diferimos nos dijimos las cosas de frente, cuando se acabó el diferendo nos seguimos queriendo igual. Nunca me sentí irrespetada. A ella debo el permiso, que generalmente otorga el patriarca, para dejar la obligación de darlo todo por la patria, y largarme a estudiar al extranjero. Confieso que entonces sentía que ni el país ni mis amigas podían arreglársela sin mí. Vana ilusión. ¡Ándate niña!, me dijo y generosamente me ayudo a terminar mi ensayo académico, me aceptaron en la Universidad, y me fui.
Ya antes ella me había entregado, sin conocerme, toda la posible solidaridad rojinegra, cuando me mandaron a escribir una columna para Barricada que se llamaría, “Los sombreritos”. Esta llevaría una imagen del sombrero de Sandino y a través de ser “bajaría la línea” a la militancia que leyera el periódico. Habrase visto, cómo iba a hacerlo yo, que no estaba en la rosca del poder, como dice mi amigo. Cuando mi jefa me lo regresó por enésima vez, le dije: Hacelos vos si el que hice con la Sofía y el poeta laureado, no te parecen, menos que te vaya a parecer uno que haga yo sola. Punto final y definitivo de los tales sombreritos.
Nos tocó la lucha por Barricada. Ni siquiera supe cómo nos terminaron identificando como las cabecillas de la resistencia en el periódico. Pero nos dimos el gusto de dificultarles el asalto al periódico, de denunciar la intención de volvernos plumíferas, o albañales noticiosos. Nos saltamos los portones, les increpamos. Para mi rescate, Sofía, actuando tipo Chuck Norris, abrió de un empujón la puerta del flamante nuevo director de Barricada, y les dijo a los interventores, desde abusivos hasta idiotas. Todo ante la boca abierta de escoltas que nunca habían visto a nadie gritarle cuatro verdades a un integrante de la Dirección Nacional.
La Sofía siempre dijo que ella tenía una actitud de vicario, y es verdad. La he visto alegrarse y asumir como propios los adelantos y triunfos de sus colegas. Hablo por mí, siento que goza mis triunfos. Y sé que hay muchas otras que lo sienten así. Entre nosotras, las dos podemos contar, como diría Benedetti: no hasta dos o hasta diez, sino con nosotras.
En su cumpleaños reafirmo mi admiración, mi respeto mi cariño, mi solidaridad. Larga vida, malbozaleada de columna vertebral, firme y acerada, como llamaban a don Eli Altamirano los de PC, y me parece un poema. Cosas de gusto que una tiene.