7 de febrero 2017
Las noticias, los comentarios, los rumores y las maldiciones ya no tienen como su blanco de moda al tal Donald Trump candidato, sino al tal por cual presidente de los Estados Unidos. Ahora atosigan al mundo con cantidades industriales de diatribas en su contra, según Trump va sacando sus decretos dictatoriales que significan mayores peligros para ciudadanos de otros países y de sus connacionales. Sí, y muy dictatoriales que son, aunque de sus adoradores pudieran considerar una blasfemia si se dijese que los Estados Unidos se han constituido en la mayor dictadura del capital sobre el resto del mundo. Menos que se atrevan a formar fila en la lucha de cualquier tendencia política por la liberación nacional de tal dictadura, pues lo verían como una traición a “la madre patria” (algo que ya dijeron los colonizados de antaño, respecto a España).
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Por cierto –y para mayor inconsecuencia—, miran a Trump como un accidente histórico en la gran democracia; como si fuera el primero y único presidente estadounidense atropellador de soberanías y dignidades de naciones y de personas en el mundo, siendo apenas el último, y quien hoy los hace desde su “reality show” para espectadores alienados de todo el orbe. Trump ni siquiera pondría la primera piedra del muro entre su país y México, pues ya la puso Bill Clinton, y lo ampliaron el impune criminal de guerra George W. Bush y Barak Obama, la cara negra del imperialismo blanco. Y aún más atrás, demócratas y republicanos no gastaron en construir ningún muro para separar los grandes territorios de California, Texas, Nuevo México y de otros estados de la soberanía mexicana, sino que lo hicieron a balazos.
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¿De qué se asustan entonces los yancófilos? ¿Se asustan, acaso, de que Trump está dispuesto a romper la alianza comercial transpacífica, si hace 72 años el genocida Harry S. Truman, rompió todas las barreras humanas y morales con sus bombas atómicas contra los habitantes de dos ciudades de una nación del Pacífico? Y no es porque los políticos y comentaristas de hoy estaban muy chiquitos entonces, o porque no habían nacido ni hayan leído nada de historia. Tampoco le pueden echar la culpa a la inexistencia de medios de comunicación como los de ahora, ni al hecho de que las pantallas de televisión solo podían verse en las películas de ciencia ficción, como “Flash Gordon en Marte”. En verdad, ya no se sabe si pesan más las toneladas de noticias y comentarios falsos, que la hipocresía sobre la política estadounidense.
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Ya es tradicional estar fingiendo que el monstruo Trump salió de los laboratorios de un solitario científico loco, como el doctor Frankestein, porque todo el mundo sabe que él es producto legítimo del sistema del capitalismo imperial que nació y creció según las leyes del enriquecimiento privado infinito a costa de hombres y de naciones de todo el mundo. Hay articulistas que se burlan de la gente, cuando atribuyen la decisión de Trump, de “no permitir que nadie se aproveche” de los Estados Unidos, a “su inherente desconfianza en el otro”, como si nadie supiera que este país es el que se ha aprovechado de todo el mundo. Se utiliza tontos razonamientos para ocultar causas y evitar cuestionarlos para no parecer “anti americanos” que, en su lógica, es como ser anti democrático.
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Existen quienes ocultan su complacencia ante actitudes fascistas de Trump, o cuando solo miran sus agresiones como propias del carácter personal de un multimillonario enriquecido y enloquecido de tanta riqueza. De este modo, evitan reconocerlo como el peligroso dictador que es en realidad, consciente de la dictadura económica y política mundial de su país. Actúa como lo hace, por ser y sentirse parte de un sector de la clase social dominante más ambiciosa de su país, y se identifica con los círculos económicos que buscan las máximas ganancias a costa de lo que sea, incluso de sus compatriotas. Esto está demostrado en uno de sus decretos que permite continuar destruyendo el río Mississippi, el medioambiente y la vida de comunidades indígenas, en favor de empresas petroleras.
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¿Por qué suponen que Rex Tillerson, el jefe del Departamento de Estado del gobierno de Trump alcanzó ese cargo, sino porque antes fue director de la transnacional petrolera Exxon? Capitalismo puro con una política imperial pura en una fusión inevitable, y eso tampoco es nada nuevo. ¿Qué era Alexander Knox, si no también el jefe del Departamento de Estado, cuando conspiró contra Zelaya y con una nota “diplomática” que lleva su apellido le ordenó desalojar la presidencia de Nicaragua? Era socio de una compañía minera que explotaba el oro y a los mineros nicaragüenses. Todos los secretarios de estado gringos, si no han sido socios de compañías transnacionales, han sido sus empleados.
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Esa fusión de la política con los intereses económicos privados ha sido así, y seguirá siendo así, mientras las leyes del capitalismo imperial sigue siendo el poder real en los Estados Unidos. Las variaciones solo serán de estilo de los gobernantes y según las ocasiones que les brinden las relaciones internacionales, fundadas principalmente en los mismos intereses y según las normas del sistema capitalista. Ante los intereses globales capitalistas de los Estados Unidos, Trump resulta ser un millonario más, por debajo de los poderes fácticos del gran capital, y si actúa como un gran dictador unas veces, y como un gran payaso en otras, es por su natural disposición al espectáculo, y muy fiel al sistema.
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De manera que como dictador o como payaso, a Trump le conviene ambas formas de actuar. Son los adoradores y los feligreses de la religión capitalista, quienes, haciéndose los tontos, divulgan el cuento de que Trump actúa torpemente, porque “no es un político profesional, sino un comerciante”. Pese a todo, la impunidad de Trump no está garantizada para siempre, y no tanto por las grandes demostraciones mundiales en su contra, sino porque su extremismo es un peligro para el propio sistema. Por ejemplo, con su decreto ejecutivo que suelta a los tigres de Wall Street, Trump permite que puedan devorar incluso al respetable público “americano” del gran circo. O, al revés, al respetable público del gran circo “americano”.
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Ante el peligro que también corren todos los animales del circo, incluidos los burros demócratas y los elefantes republicanos, los empresarios del gran espectáculo podrían aplicar medidas de urgencia fatales para calmar a Trump. Si sus miles de millones de dólares no le han producido amnesia, podría recordar que por menos faltas, o sin falta alguna, los verdaderos dueños del circo “americano” ya les han aplicado “un tente en calma” a presidentes mucho mejores que él, como Abraham Lincoln y John F. Kennedy. Si no entra en el aro, la otra medicina suave para Trump podría ser la que sacó del juego a Richard Nixon, y no por los crímenes que propició contra el pueblo chileno, sino por el hecho baladí de haberle tocado los “güevos” al burro demócrata en el hotel Watergate. Números nada divertidos del gran circo “americano”, ¿verdad?
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Ruperta y Ruperto:
--En nuestro patio, Rupertó, comenzó la temporada del pobre circo sin carpa con el salario mínimo…
--Los líderes sindicales domesticados del circo no han podido ni renovar siquiera el libreto, Rupertá, pues siguen declamando los chistes del 9, del 10 y hasta del 13% de aumento…
--Y al final, Rupertó, los únicos que ríen son el patrón del circo y su gerente del Cosep, quienes imponen aumentos… ¡para solo una tortilla más en la cena!
--Aclará, Ruperta, que se trata de la cena de los trabajadores que, con el salario mínimo, solo compran la mitad de la canasta básica…
--Se sobreentiende, Rupertó, pues todos sabemos que el porcentaje de los líderes por sus servicios es, al menos… 30 monedas Judaicas, por encima del 100% del valor de la canasta básica oficial!