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Su sonrisa los está derrotando

En algún lugar de Nicaragua ha nacido un niño. Es el niño que jamás devorará Saturno. Al niño que adoran los presos políticos

Durante la vigilia, los familiares de los reos políticos leyeron una proclama con la que dieron inicio a la campaña ¡Navidad sin ninguna presa, ni preso político!. Foto: Carlos Herrera.

Luis Rocha Urtecho

18 de diciembre 2019

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Desde La Caldera del Diablo la Saturnina gesticula histérica e increpa a Saturno por ser tan “débil” con su cuñado, siendo como es su hermano un simple “peón del imperio”. Recordá que yo fui quien te dijo que lo llamaras así, porque yo sé que, para cualquier fiesta patronal, a él le gusta mandarte cartas “tímidas”, donde ni menciona que este Gobierno es nuestro, mío y tuyo, cartas que terminan apelando a sentimentalismos trasnochados: “En estos momentos su Gobierno tiene la oportunidad para un gesto justo, hondamente humanista, agilizando trámites para la libertad de los encarcelados”. ¡Ésta, dijo Mena! Hay que ser como yo, decidida y frontal, y gritarle a esa chusma: —“¡Dejen de joder! No merecen ser considerados nicaragüenses, porque ni piensan ni actúan como nicaragüenses, piensan y actúan, como tu hermano, con botas imperiales.”

Al hombre que le dio ese tubazo a una vieja metiche, madre de vandálicos, hay que meterlo entre los próceres, con Diriangén y los otros, o al menos darle la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío. Y armar con tubos la ira popular, que de todo corazón comparto con Dios, para que armada de tubos defiendan la patria de “patanes y bayuncos” burgueses, inspirados en supuestas acciones cívicas. En definitiva, tu hermano puede mandar todas las cartas que quiera, y lloriquear oportunistamente en esta Navidad: “Hoy urge pasos sabios y firmes, justos que superen la crisis tan dolorosa que desde abril del año pasado todos padecemos, siendo el primero, al calor de estos días navideños de tanto fervor cristiano, que el gobierno apele a mecanismos legítimos que permitan a los prisioneros de esta crisis política estar libres, fundiéndose ellos en el seno de sus hogares en abrazos con sus seres queridos”. Pero que se sepa -pregono yo desde donde estoy y mando en este perro mundo-que aquí no hay, ni habrá jamás, otros seres queridos que no seamos nosotros, y bien puede nuestro pueblo abrazarnos libre y digitalmente. No obstante, lo que es “cristianismo” nunca permitiré que me usurpen ese atributo exclusivamente mío, y que sabia y firmemente comparto con mis seguidores. Que nadie se haga ilusión con las apócrifas cartas de mi cuñado, porque cartas van y cartas vienen, pasan por El Carmen y no se detienen.

Y se sacudió Saturnina un raro plumaje negro que, conforme gritaba y gesticulaba, le brotaba incontenible de su cuerpo, y acercándose con el rostro enrojecido a La Caldera del Diablo, tiró a su interior una carta titulada “Ayer y Hoy”, que ni Saturno había tenido tiempo de leer. Y no había tenido tiempo de leerla, porque de todas maneras esperaba que reducida y bien glosada, se la interpretara con su magia de lectora la mismísima Saturnina, que para eso era una diabla, y hasta lo hacía reír con aquel énfasis bíblico que ponía a sus sagradas palabras. Por ejemplo -pensaba y sonreía Saturno para sus adentros- esa frase demoledora que recién había inventado: ¡Dejen de joder! ¡Si hasta parecía un Árbol de la Vida de tan perfecta! Hasta el punto que San Miguel Arcángel, en la Parroquia que lleva su nombre en Masaya, veía todo aquello sabiendo que el momento se acercaba.

En eso llegó hasta los propios oídos de la Saturnina, revoloteando tétricamente, uno de sus muchos secretarios vampiros, quien todo alarmado, bajando el zumbido, le informó –como si fuera sapo y no vampiro- que San Miguel Arcángel, de quien dijimos que es conocido como Conquistador de Satanás, estaba preparando sus huestes de justicieros de vocación cuando, convertidos en ángeles guerreros, combaten la maldad y calcinan dragones impíos. Informaron, además, ése y otros vampiros-sapos, que los ángeles, alistados en los Ejércitos Celestiales, estaban listos para combatir sin cuartel. Siendo pues el mismísimo Conquistador de Satanás, mi amado Arcángel Miguel, quien comandaba estos ejércitos, la victoria sobre esbirros, espías y sicarios de Saturno y Saturnina, estaba asegurada. Máxime que ángeles, arcángeles, profesantes de la verdadera fe católica, profetas y sacerdotes (verdaderos apóstoles), habían formado una gran coalición que unificaba al pueblo del Señor, defendiéndose de persecuciones, cárceles, infiltraciones que causan divisiones, asesinatos, explotación, corrupción e injusticia. A la cabeza de esta coalición iba Miguel, Príncipe de los Ejércitos, quien proclamaba mientras marchaba, y coreado por sus soldados hasta llegar a la meta: ¡Quién como Dios! / Nadie es como Dios.


De nada sirvió a la Saturnina verter en su pócima, al fragor del fuego de La Caldera del Diablo, tubos para romperle la cara a ancianas, fusiles, tiros, glicerina, elíxires mortales, hasta los venenos de Mahaut d’Artois que, según Álvaro Cunqueiro, acabaron a los Capetos de Francia. Nada de eso le sirvió cuando el momento llegó. Pero antes tuvo que apagarse La Caldera del Diablo y fue entonces cuando se supo que, desde la Parroquia de San Miguel Arcángel, en Masaya, la Banda de los Aguadores, jóvenes heroicos que habían pagado con prisión “dar de beber al sediento”, milagrosamente abandonaros sus prisiones en compañía de todos los familiares de presos políticos, y portando cántaros de agua desfilaron por todo el país hasta llegar a La Caldera del Diablo y derramar en su interior aquella agua bendita que sofocó de inmediato las llamas infernales.

En algún lugar de Nicaragua ha nacido un niño. Es el niño que jamás devorará Saturno. Al niño que adoran los presos políticos. El niño de las presas que lo chinean, y que moviendo las manitas agradece el agua que humedece sus labios. El niño bebe, bebe y bebe, como beben los peces en el río, para ver a Dios nacido. Ese niño sonríe, como ante la adversidad y la calumnia siempre sonrió y sonríe una muchacha que nunca perdió la esperanza. Esta pequeña historia está llena de esperanza, y por lo mismo es una verdad adelantada. A esa muchacha nunca la doblegaron ni quebraron. Su sola sonrisa es su palabra. No tiene otra arma que su sonrisa, y ahora que carga al niño, sonríen los dos.

Ya es Navidad en Nicaragua.


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Luis Rocha Urtecho

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