9 de agosto 2017
Tanto rechazamos el Tratado Chamorro-Bryan que llegamos a aborrecerlo y en nuestra indignada imaginación la contrapartida yanque del caudillo conservador Emiliano Chamorro, era algo así como un monstruo. Pero William Jenings Bryan no lo era, más bien era tierno y poético con su esposa y curioso con el ambiente que comenzó a conocer en Nicaragua cuando vino en noviembre de 1922 estando intervenido el país por los “marines”.
En su recorrido de Corinto a León, a Bryan le encantaron los volcanes de la cordillera de Los Maribios; después, la arquitectura de la catedral leonesa y los amplios y frescos patios de las casas de estilo colonial. Era alto, de porte elegante pero descuidado en el vestir, sonriente y tapudazo, gran orador. Al menos así lo describe la mano derecha de Emiliano, Carlos Cuadra Pasos, también entreguista hasta la pared de enfrente.
¿Cómo describirán a Wang Jing los libros de historia? Quizá de complexión fuerte, pelo corto, rostro redondo y ojos curiosos, impecable en el vestir con sus costosos trajes negros y corbatas negras y celestes, más que orador, agitador político, exitoso empresario global, admirador de Mao y cercano a las estructuras del Partido Comunista de China Continental.
El caudillo conservador se ganó a pulso el calificativo de “vende patria” tras entregar la soberanía nacional a Estados Unidos por medio del tratado con Bryan, pero nunca alcanzó la cúspide del entreguismo que se lleva, y por mucho, Adolfo Díaz, un disciplinado contador de una mina de yanquis en Nicaragua, elevado a Presidente para defender los intereses norteamericanos. Empeñó todo el país.
Anastasio Somoza García, el fundador de la dictadura dinástica que heredó el Tratado suscrito el 5 de agosto de 1914, y lo defendió, también le dio continuidad a la condición vende patria. Fue un arrastrado de los yanquis, “el hijo de puta” de los gringos, como dijo el presidente Franklin Delano Roosevelt.El acuerdo fue derogado el 14 de junio de 1970, porque a Washington ya no le interesaba.
Nadie hubiera podido anticipar quién recogería la estafeta de Díaz, Emiliano y Somoza. ¿Cómo pensar que sería un luchador por la liberación nacional de Nicaragua, uno de los dirigentes del Frente Sandinista? El contraste es tal, que parece irreal, fantástico, novelístico, pero es cierto, es la verdad, se los juro. El heredero sería nada menos que el aspirante a periodista y otrora guerrillero Daniel Ortega Saavedra, quien asumiría muy legítimamente el cognomento de “vende patria”.
Ni siquiera el Tratado Chamorro-Bryan, producto de la imposición yanqui, se aproxima al grado de entreguismo del Tratado Ortega-Wang, que le cede a este súper agente especial del gobierno chino un territorio que es casi la mitad de Nicaragua, donde las leyes nacionales no se aplicarían, no pagarían impuestos y podrían desarrollar muchos proyectos empresariales.
Hay quienes acusan a Daniel Ortega de entregarla soberanía a Rusia, pero no existe un acuerdo oficial como en el caso del Tratado con Wang Jing, con quien fue firmado un documento que es una trampa para Nicaragua, diseñado bajo el método de las cajas chinas, donde vamos quedando aprisionados en una y en otra, sin ninguna posibilidad de poder salirnos.
Un enorme despliegue informativo seguido de un referéndum para preguntarles a los nicaragüenses si querrían el tratado con el chino, era obligatorio, como se hizo años atrás en Panamá para la ampliación de su canal. Los documentos de la entrega de la patria ni siquiera fueron leídos por la mayoría de los diputados orteguistas. Alegremente los aprobaron en un abrir y cerrar de ojos. Tan apresurados estaban de emular a Adolfo Díaz, Emiliano Chamorro y Anastasio Somoza García.