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Sergio y el premio de los ausentes

A esta Nicaragua de la que ya el mundo se olvidó y apenas habla, le han llovido dos premios importantes en pocos días desde la patria de todos

Ilustración: PxMolinA | CONFIDENCIAL.

Fco. Javier SANCHO MAS

16 de noviembre 2017

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Estoy seguro de que en algún momento, en el día en que recibió la noticia de su Cervantes, Sergio pensó en los ausentes. En su padre, allá en Masatepe, cuando fue a enseñarle su primer libro de cuentos. Con el miedo de que aquél le regañase porque estaba perdiendo el tiempo en escribir, en lugar de dedicarse a ser abogado. ¿Para qué si no le habían enviado a León? Sin embargo, el padre le dijo: “ahora tenés que escribir una novela”. Años después al padre lo amenazó la guardia somocista y estuvo a punto de ser otra víctima más de la dictadura. Andaban buscando al hijo, que además de la tentación de la Literatura se le había metido también la de la revolución.

Seguro que Sergio también pensó en la mamá, Luisa, “reservada y amante de los libros”, a quien dice que él se parece más. Y es curioso que ese Sergio de gran estatura, de andar y hablar reposados, la sonrisa de camanances y la mirada estrábica, que a veces parece ausente, haya tenido tantas vidas y tentaciones. Su biografía da vértigo por los tiempos de ruido y furia que atravesó.

Sergio

Ilustración: PxMolinA | CONFIDENCIAL.

Quizá su propia forma de ser lo salvó de los acontecimientos que vivió: la gravedad con la que afrontó algunas situaciones atemperada por el humor de plaza de pueblo (Masatepe siempre en su sangre), la pura ironía y las chanzas de sus tíos paternos, músicos de orquesta. Y sobre todo se debe a quien va siempre con él, su pilar, Tulita.

Estoy también seguro de que entre las celebraciones que estos días le irán llevando en volandas hasta el mes de abril cuando reciba el premio y dicte su discurso en la universidad de Alcalá de Henares, se acordará también de otros ausentes. Nombraré sólo a dos amigos: Ulises Juárez y Francisco Ruiz Udiel, con quienes estoy seguro que Sergio compartiría un cachito de este premio.


Hace quince años, Sergio, Antonina Vivas y yo tuvimos la primera conversación para fundar la revista carátula. Una aventura digital que empezamos a hacer los tres con uñas y dientes cuando las conexiones aún no eran tan rápidas. Después, por motivos de trabajo, tuve que ausentarme y la revista quedó a buen recaudo con el poeta Francisco Ruiz Udiel y el narrador Ulises Juárez, al igual que pasó con las colaboraciones en el Nuevo Amanecer.

Sergio, como Fernando Cardenal, ha tenido una fe constante en los jóvenes. Y no sólo les ha alentado en el terreno cultural sino que ha querido aprender con ellos. Su curiosidad por las nuevas tecnologías, por ejemplo. Y entre esos jóvenes estaban Fran y Uli, ambos tan queridos por nosotros y por todos. Tardes, casi siempre tardes y algunas noches que terminaban en tragos y confidencias de todo tipo. Siempre echaré de menos esas tardes y noches con Sergio, Fran, Antonina y Ulises, y Tulita que se nos unía al final. No fueron ni bastantes ni suficientes, pero todas ellas son parte del tiempo precioso vivido con los dos grandes amigos y escritores que se fueron tan pronto, tan dolorosamente jóvenes.

No he podido evitar conectarme con ellos un día tan especial en el que sé que también estarán brindando, incluso Ulises tan poco amigo del alcohol. Aún recuerdo a Uli irse a uno de aquellos viajes con una beca a una universidad americana. Lo recuerdo probándose en casa de Sergio un abrigo enorme y anticuado, pero impecable, que aquel ocupaba en sus viajes de Estado durante los años ochenta por Europa. Recuerdo a Fran confesando ante Sergio sus historias como a un hermano mayor. Sé que ambos estarán brindando por el amigo que nos acogió a todos en el refugio de su despacho donde por encima de todo nos unió la literatura.

Ya esta historia compartida con ausentes es parte de la historia de Nicaragua y de Centroamérica, como lo son también las conversaciones de aquellas tardes y noches que Cervantes, ¡bendito Cervantes!, quiso que no se quedaran en el olvido.

A esta Nicaragua de la que ya el mundo se olvidó y apenas habla, le han llovido dos premios importantes en pocos días desde la patria de todos: el español en poesía y prosa. A Claribel Alegría y a Sergio Ramírez. Es un premio también a los ausentes hijos de Darío. Un premio a Nicaragua que, en esencia, es pura literatura. Ese es su lugar en el mundo.

sanchomas@gmail.com


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