12 de mayo 2020
Nunca hubo en la historia un sistema político gobernado por una clase social, también económicamente dominante, que no haya sido influenciado, más que por una concepción religiosa, por la jerarquía de una religión institucionalizada. Esta alianza-Estado-Iglesia ha sido efectiva entre las jerarquías eclesiales y las monarquías, o entre las jerarquías políticas de uno o varios de sus partidos políticos, con mayor frecuencia, de derechas.
Por lo dicho, no esperen en este comentario un discurso contra alguna de las religiones y sus distintas Iglesias, pues siempre me han parecido repugnantes e inútiles las actitudes de los liberales “rompecielos”, muy comunes en tiempos pasados.
Mi comentario nada tiene que ver con ni en contra de religión alguna, sino contra quienes se dicen revolucionarios, pero en su práctica política se muestran muy “religiosos” por oportunismo. Para asegurar su poder político, estos individuos de falsas posiciones revolucionarias, al mismo tiempo, se revelan como los peores ejemplares del oportunismo, cuando adoptan poses religiosas.
Son inconsecuentes e irrespetuosos respecto a quienes tienen y practican sinceramente la religión de su preferencia y, en términos políticos, su conducta es violatoria de la Constitución Política (1987), la que también establece la obligación ciudadana y estatal de respetar la libertad de conciencia de todos.
Pese a las reformas dictatoriales sufridas en los últimos treinta y tres años por nuestra Constitución, la libertad religiosa y la obligación de respetarla siguen vigentes en su Artículo 14: “El Estado no tiene religión oficial”.
Se refiere a que, oficialmente, el Estado está libre de todo compromiso con cualquier religión, pero también la Constitución protege los derechos individuales, entre ellos, el derecho de todo nicaragüense a no ser discriminado por su religión. Eso significa respetar la libertad de conciencia.
Contra esa libertad actúan los que fingen religiosidad con fines de dominación política, y practican desde el poder una “religiosidad” que no tienen ni sienten, y, aunque la sintieran, también violarían el carácter laico del Estado.
Esa doble moral, se las he criticado siempre a los dos figurones principales de la dictadura Ortega-Murillo, y no a su derecho a practicar una religión. Ese rechazo, lo reafirmé dos meses después de que Ortega retomó el poder en el 2007:
Daniel y Rosario, decían, “Desde la adopción a ciegas –vale decir, con fe, que es lo mismo, o por cálculo— de los dogmas y ritos religiosos católicos, comenzaron a hacer pública su nueva práctica religiosa católica y los registros gráficos de sus visitas al cardenal Obando y de las misas oficiadas para su familia” (…)
“Adaptaron el lenguaje cristiano católico al discurso político partidario; adornan las tribunas del Frente con la simbología católica, y juntan en el mismo escenario los iconos religiosos con Sandino (…) La Purísima Concepción de María y Santo Domingo, con Sandino y Carlos Fonseca”.
“Esta relación Iglesia-partido es orientada y dirigida desde El Carmen, hacia las alcaldes orteguistas, quienes hacen que sus alcaldías asuman parte de los gastos de las actividades religiosas parroquiales. Compartieron la cruzada contra el aborto terapéutico de la Iglesia y la derecha, y utilizaron todos sus medios para difundir un discurso más radicalmente oscurantista”.
Lo trágico de eso, vino en los años posteriores (de abril 2018 en adelante), cuando estos falsos religiosos y falsos revolucionarios:
*Asesinaron a centenares de jóvenes, niños y adultos (calificado como crímenes de lesa humanidad).
*Obligaron a buscar seguridad en el exilio a miles de ciudadanos.
*Dejaron centenares de heridos, muchos de ellos en estado parapléjico.
*Secuestraron y metieron en las cárceles a centenares de mujeres y hombres.
*No han dejado de asediar a los exreos políticos y a sus familias.
*Tienen casi un centenar de encarcelados bajo falsas acusaciones, que son sus formas de criminalizar a sus opositores.
*Tienen coartados todos los derechos civiles y han establecido un virtual estado de sitio.
A la par de eso, en ningún momento los Ortega-Murillo han dejado de fingirse… ” portadores del mensaje de redención cristiana y social” y como “predestinados por Dios” para ejercer su poder dictatorial.
Un cómplice… ¿e imitador?
Pido disculpas por no haberme explicado antes lo que me motivó a retomar este tema: el mal ejemplo que de los Ortega-Murillo ha tomado Nicolás Maduro, de utilizar citas bíblicas y mensajes “religiosos” que nada tienen que ver con religión ni con política.
De hecho, políticos de todas partes hacen lo mismo. Pero en el caso de Maduro, además de esa afinidad “religiosa” es cómplice de los Ortega-Murillo, respecto a la privatización de la colaboración del Estado venezolano al Estado nicaragüense.
(Aquí, abro un obligado paréntesis:
Al margen de mi crítica a la complicidad de Maduro con los Ortega-Murillo y su utilización de la religiosidad con fines políticos, no la confundo en ningún sentido con mi rechazo a las agresiones de que está siendo víctima Venezuela, de parte del trumpismo imperial.
En consecuencia, también condeno el último intento de asesinar a Maduro, comprobado con la confesión de los agentes de Donald Trump, capturados el domingo 3 de mayo. Trump y Mike Pompeo, han negado su responsabilidad en esto, algo típico de quienes son agarrados con las manos en la masa.
Ambos han venido más que insinuando descaradamente sus propósitos de hacer algo peor de lo que ahora están negando. Trump utilizó el aberrante recurso de ofrecer quince millones de dólares por “la cabeza” de Maduro. El mundo conoció las imágenes de las naves de guerra de la Marina yanqui, amenazando a Venezuela. Pocas horas antes de descubrirse la invasión y captura de sus mercenarios, Pompeo había anunciado la inminente “reapertura” de la embajada norteamericana en Caracas.
¿Quién, si no Pompeo, se interesaría en disfrazar la conspiración con esa mentira, si nunca antes había demostrado interés de negociar diplomáticamente esa reapertura con Caracas?
Aunque no hubiese intentado disfrazar la agresión, suficientes son los años de agresiones y conspiraciones antivenezolanas desplegadas por los Estados Unidos, como para dudar de que esta incursión militar es un tanteo preliminar de ese “algo peor” tantas veces anunciado.
Y si no ha llegado, no es por falta de voluntad (han ensayado con todo, incluso con un “presidente” de circo) sino porque no se le han dado las condiciones. Hasta el covid-19 tiene a Trump más errático que de costumbre, porque tiene a su reelección “en estado grave, pero estable”.
Aquí cierro el paréntesis)
Vuelvo al tema “religioso” copiado por Maduro a los Ortega-Murillo. Sucedió que durante la noticia del fracasado intento de asesinarlo, Maduro, con la Biblia en mano, aseguró que esta le había “hablado”, seguramente “para protegerlo”.
Con eso, Maduro menoscaba la función de la defensa armada del país, que descansa en la unidad cívico-militar, probada durante más de treinta años de fracasados intentos estadounidenses de reinstalar en el poder a su servidumbre venezolana opositora. (Menos mal en nuestra oposición hay quienes reconocen las diferencias con aquella oposición).
Maduro también ha copiado el estilo Ortega-Murillo: una megafoto suya junto a su esposa, adornaba una pantalla del escenario desde donde intervenía en línea, durante la conferencia de los Países No Alineados.
Esa megafoto estuvo ahí sin motivo ni relación con el tema de su discurso en el MNOAL. Algo tan inútilmente vanidoso, como los enflorados altares que adornan en cada presentación pública las “piadosas” imágenes de los Ortega-Murillo.
¡Cómo se “pasan” los malos ejemplos!