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Realidades que parecen cuentos

Una dictadura autoencarcelada y agotada como está, solo le queda autodevorarse

Foto: Archivo | Confidencial

Onofre Guevara López

14 de mayo 2024

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Había una vez una triple dictadura de 43 años, la última de las cuales fue derrocada un 19 de julio de 1979 por un frente armado con apoyo popular. La conducción del proceso de reconstrucción del país, quedó en manos de los nueve comandantes de la Dirección Nacional del FSLN. Se pensaba y se hablaba entonces de cambios sociales con nacionalismo sandinista y un socialismo parecido a lo que se conocía acerca del proceso cubano, muy diferente a la realidad nicaragüense.

Difícilmente se hacía una interpretación teórica marxista de lo que significaba transformar las atrasadas estructuras materiales y culturales de un país con un subdesarrollo semicolonial, suficiente impedimento para transitar a un sistema parecido al socialista. Solo se hacían confiscaciones a las propiedades privadas mal habidas del somocismo, convertidas en propiedad pública.

La derecha local y estadounidense solo se interesaban en ver, decir y combatir a la revolución como una “amenaza comunista”, y otras sandeces que en nada correspondía a la realidad, sino baratijas elaboradas por la maquinaria propagandística del conservadurismo “occidental y cristiano”. Es decir, a una pretendida revolución “socialista” se enfrentaba la visión y la práctica de una pretendida “democracia” con un rabo colonialista, mal disimulado.

En aquellas circunstancias –eufóricas de un lado e histéricas del otro lado— ocho comandantes de la DN designaron al noveno, como coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, por ser el menos fogueado en la lucha armada y, por ello, el más potable para los aliados burgueses en las actividades cívicas de Estado. Ese cargo lo hizo figurar ante la opinión pública internacional, como el único gran líder de la revolución.


Los ocho comandantes de la DN mantendrían la hegemonía de la conducción política de áreas claves de la economía y la defensa del país, incluso sobre la misma JRGN, pues esta no tuvo autonomía ni en el campo legislativo, porque lo compartía con el Consejo de Estado, en donde las organizaciones sandinistas tenían la mayor representación.

Pese a ello, este Consejo tuvo una verdadera representatividad democrática nunca vista en nuestro país. Dentro de su estructura cupieron todos los sectores sociales y políticos, sin exclusiones; solo más tarde, cuando se agriaron las contradicciones políticas del proceso, la derecha empresarial y política decidieron abandonar el Consejo de Estado.

Pero no abandonaron la idea de destruir la revolución, idea compartida con el gobierno estadounidense de turno, el que dotó a la oposición de un brazo armado, no para replicar la guerrilla del triunfante Frente Sandinista, sino para actividades de sabotaje e invasión de un ejército regular, para lo cual el gobierno de Ronald Reagan lo creó, financió y asesoró, utilizando como pretexto errores del FSLN.

II

En medio de aquella etapa sangrienta, el coordinador de la JGRN pasó a ser el presidente de la república, como consecuencia de las elecciones de 1984, a la cual la derecha saboteó por orden estadounidense. Nació la Asamblea legislativa y el país se dotó de su Constitución Política. El Gobierno aceptó el reclamo nacional por la paz, y trocó elecciones por desmovilización del ejército Contra. El presidente del FSLN perdió las elecciones de 1990. Doña Violeta logró la pacificación, pero el excoordinador y expresidente le había sentido tanto gusto al poder, que decidió cogerle el mandado a la DN, y autocandidatearse, sin fecha de caducidad.

Ya sabemos cuántas veces lo hizo y cuántas veces fue derrotado, hasta que pactó con otro expresidente ambicioso y, además delincuente, con quien tuvo un intercambio deshonesto para alcanzar su adorada meta en el 2007. Las consecuencias, se siguen sintiendo hasta hoy.

El excoordinador, expresidente y permanente candidato, logró un poder absoluto, para lo cual nunca hizo lo suficiente para merecerlo. Con un poder sin rienda, Daniel –que así se llama, y se apellida Ortega, nuestro protagonista— comparte ese poder con su esposa Rosario, quien de Murillo pasó a Muralla para detener toda aspiración democrática. En sus manos está la autonomía de todos los poderes del Estado. La teoría de un tal Montesquieu sobre la separación de los poderes del Estado, la ven como un sueño de leguleyos tontos, solo dignos de causarles represión.

Entre sus haberes personales están los diputados de la Asamblea Nacional, quienes practican el silencio, no haciendo yoga, sino esperando órdenes para reformar la Constitución y crear las leyes, según su interés. Así, Ortega y Murillo –la única con quien funciona la igualdad de género— tienen sin vigencia la Constitución y las leyes, y gobiernan al gusto dentro de un Estado de sitio no declarado.  

Nadie puede manifestarse por nada, han liquidado los medios de comunicación independientes. Asociarse es un delito, ya miles de organismos sociales y políticos que tuvieron vida descansan en paz, víctimas de una democratofagia insaciable. En este proceso democratofágico de los últimos 17 años, han alcanzado la cumbre del poder absoluto.

Paradójicamente, con todo el poder acumulado, no pueden subir más. El peso de sus acciones los ha estancado, solo son capaces de renovar los estilos de represión. Pese a que las ambiciones son insaciables, todo en exceso harta. Cuando ya se tiene de todo y el tiempo se agota para no poder ocuparse de ese todo, es que comenzó el descenso.  

III

En un largo proceso, donde todo se mueve, las cosas se transforman, a veces, en su contrario. Y campea la contradicción en todo. Y aquí tienen uno: Pueden dar o quitar el pasaporte. Dar trabajo o quitarlo. Se dan el derecho de no tolerar ningún derecho. No toleran críticas, menos una demanda en público. Pero aquí tienen una contradicción: el público en general puede ir al mar, bailar en cualquier parte o simplemente salir a visitar a cualquier vecindario y a cualesquiera hijos de vecinos, aunque en cada esquina se encuentran guardias, soplones y sopas… (quise decir sapos, perdón)

Y esta es la gran contradicción: ellos, que pueden limitarlo todo y no permitirle nada a la población… ¡no pueden salir fuera de su confortable reparto habitacional sin tener un montón de guardias detrás! No son libres de caminar por las calles como cualquier mortal, solo salen en vehículos blindados con gente armada por delante, a los lados y por detrás, por tierra y por aire.

Los niños de la familia, sin culpa alguna, no pueden asistir al colegio como niños normales, porque decenas de guardias armados y otros vestidos de civil atemorizan a los otros niños con su presencia. Una maquinaria armada contiene y regula el tránsito en torno a todo el colegio a la entrada y a la salida.

Mejor decirlo de una vez: ¡los dueños del poder, viven más presos que como tienen ellos a la población en las cárceles o en sus casas bajo vigilancia!

IV

Una dictadura autoencarcelada y agotada como está, solo le queda autodevorarse. Con el instinto de conservación de los maldosos, convierten a sus fieles seguidores en autómatas, los uniforman con los colores y las consignas que quieren ver y oír; los ponen formalmente sentaditos, sin moverse, solo aplaudiéndoles. Todo en orden, o como ellos ordenan. ¿Para qué? ¡Para hacerse la ilusión de que en sus obedientes súbditos están representados todos los nicaragüenses!

Han agotado a su régimen. Aunque no sean la manzana de Newton, tampoco pueden burlar la ley de la gravedad. Hay otras leyes naturales, por las cuales el futuro desaparece para todo el mundo. No hay cómo poder ignorarlo, y por eso quieren ayudarse, un descenso suave, como en un paracaídas, pensando recurrir a una herencia dinástica obsoleta.

Buscan un descenso camuflado, para darle continuidad a lo suyo, con los suyos. Piensan que lo que ellos fueron, puede reproducirse en la pantalla del futuro como si fuese una filmación cinematográfica.

Demencia: ¡presente!

V

Imposible olvidar que solo las buenas acciones merecen ser recordadas. Tampoco se olvidan las malas acciones, pero no como herencia que merezca respetarse, sino como hechos demenciales que no merecen repetirse.

No obstante, el humanismo es también optimismo –y no falta quienes también asocien el humanismo con lo religioso, y piensan que el arrepentimiento es posible cuando quieren “salvarse” en el momento de entregar la valija. El arrepentimiento es una especie de oportunismo; hay políticos que no dejan de ser oportunistas hasta en la hora final, y por eso recurren a su arrepentimiento que le supondrían su “salvación”.

¿Y cuáles serían estas medidas como su “salvamento”? Veámoslas…

Al margen de estas cuartillas

*Revocar los decretos y medidas inconstitucionales aplicados en contra de casi cuatrocientos ciudadanos nicaragüenses, mujeres y hombres…

*Garantizarles el retorno a la patria a vivir con todas las libertades y derechos de los que fueron despojados…

*Devolver todas sus propiedades sin excepciones, las cuales fueron confiscadas ilegalmente…

*Devolver a los periodistas sus medios de comunicación y sus instalaciones, con su tecnología en buenas condiciones para su libre funcionamiento…

*Indemnizar sin excepciones a los perjudicados física y moralmente de parte del Estado…

*Permitir y facilitar que organismos de derechos humanos nicaragüenses e internacionales hagan una investigación de los delitos cometidos en el 2018…

*El Estado debe pedir perdón al pueblo nicaragüense…

*Que un tribunal imparcial reconocido por las Naciones Unidas investigue todos los delitos cometidos en los últimos tres quinquenios…

*Que, se proceda a la aplicación de justicia, según el informe del tribunal de la ONU… 

*Libertad plena de organización política; elecciones libres bajo vigilancia del pueblo organizado y los organismos internacionales que lo deseen, pero ninguna injerencia en su desarrollo.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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