24 de abril 2017
Escribir hoy, en el medio de grandes incertidumbres y con los acontecimientos pasando a mil por hora, es difícil y peligroso en términos de proyecciones. Aún así voy a tratar de responder esta pregunta con una simplificación de los múltiples escenarios posibles en Venezuela, tomando en cuenta sólo aquellos con mayor probabilidad de ocurrencia, de acuerdo con mi visión, también imperfecta, del tema.
Hay algunos elementos predeterminados que podemos dar por sentados en cualquier escenario. El primero es el deterioro económico. El 2017 estará signado por una crisis económica severa, producida por el modelo primitivo de intervención y amplificada por el deterioro de los ingresos petroleros y la convulsión política.
Lo segundo es que esa convulsión vino para quedarse. Está claro que la oposición enfrenta a un gobierno que controla los recursos económicos, las armas legales e ilegales, los medios y la mayoría de las instituciones. Estando en poder luchará como sea para preservarlo y si lo pierde, luchará también con todo para recuperarlo, frente a un potencial gobierno alternativo que estaría en graves problemas de estabilidad económica y política.
Tercero, la Comunidad Internacional estará atenta y activa sobre lo que pasa en Venezuela, lo que aumenta el costo de la represión, con los riesgos de sanciones actuales o potenciales, que generan presiones de división interna.
Finalmente tenemos el casi infinito costo de salida del gobierno, lo que lo convierte en un Kamikaze. Como condimento a este predeterminado, tenemos que la posibilidad de una negociación exitosa para bajar los costos de salida son muy bajas, debido a que la oposición tiene todavía dos tareas pendientes para poder llegar ahí: a) el poder de negociación, es decir algo que entregar, lo suficientemente fuerte como para que el gobierno acepte o esté obligado a salir del poder y b) un interlocutor válido, que tenga suficiente poder de control interno para comprometerse en acuerdos incómodos con un gobierno que ha violado explícitamente sus derechos. Con respecto a la primera carencia, la misma podría resolverse con la presión de calle, que más allá de una marcha “épica” se convierta en una manifestación imparable, en todo y de todo el país y que se traduzca en ingobernabilidad. Pero esto sigue dejando a la segunda variable sin respuesta: ¿quién negocia para bajar los costos de salida?
Con esto en mente, definimos los dos escenarios más probables:
1. Que la presión opositora continúe creciendo, pero el gobierno esté dispuesto a reprimir brutalmente y sin descanso, aún en el medio del repudio internacional y las sanciones, pues su alternativa es sólo una: que le corten la cabeza. Con un sector militar también comprometido, este escenario se puede prolongar por un tiempo impredecible, que lleva al país a la conformación de grupos paramilitares y guerrilleros que pasan a formar parte de la vida cotidiana del país, pero con el gobierno manteniendo el poder.
2. Que la presión opositora llegue al máximo nivel y fracture internamente al chavismo y al sector militar, frente al miedo de lo que podría ocurrirles en el futuro ante violaciones brutales y evidentes a los derechos humanos, con delitos imprescriptibles. En este caso, es probablemente que el sector militar sea quien decida buscar y coordinar la negociación para reducir y controlar los costos de salida. Esa negociación ocurriría con un líder opositor que haya logrado en el camino capitalizar la lucha y convertirse en el referente intocable del grupo que presiona el cambio.
Podemos escribir muchas más alternativas, pero en estas dos se concentran las mayores probabilidades de que se pare en ellas la bolita de esta ruleta rusa.
Publicado originalmente en ProDavinci.