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¿Qué pasará después de la guerra con Hamás?

Una invasión terrestre israelí a gran escala es segura, y probable una ocupación a largo plazo

Vista de ataque israelí sobre Gaza, Palestina. Foto: EFE | Confidencial

Barak Barfi

13 de octubre 2023

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La operación multimodal que lanzó Hamás contra Israel un día después del aniversario de la guerra de Yom Kippur (1973) tiene inquietantes semejanzas con aquel conflicto. Audaces e inesperados, ambos ataques tomaron a Israel por sorpresa y dieron un golpe mortal a la idea israelí de invencibilidad. Queda por ver si, como en 1973, el ataque de Hamás provocará un terremoto en la política israelí y en la relación del país con los palestinos.

En 1973, Egipto y Siria sorprendieron a Israel y penetraron en lo profundo de su territorio. En los primeros días del conflicto, la situación fue tan terrible que el ministro de defensa Moshé Dayán recomendó el uso de armas nucleares. La comisión Agranat, a la que más tarde se le encargó investigar la guerra, acuñó el término conceptziyya para referirse a la soberbia de los servicios de inteligencia. El aparato de inteligencia militar de Israel estaba convencido de que el abrumador poder de fuego del país disuadiría un ataque árabe. En concreto, el «concepto» sostenía que Egipto no iba a atacar mientras no contara con poder aéreo suficiente para golpear objetivos muy dentro del territorio de Israel y neutralizar su fuerza aérea.

Hoy esas organizaciones se han aferrado al «concepto» de que el abrumador poder israelí bastaba para disuadir a Hamás de iniciar una nueva guerra. Sus amos políticos, encabezados por el primer ministro Binyamin Netanyahu, concluyeron que los periódicos estallidos de violencia palestina eran una molestia manejable e imaginaron que los ocupados aceptarían una ocupación interminable.

La operación de Hamás demuestra lo falaz de esas ideas. Ya es indudable que Israel no puede permitir que en su frontera siga habiendo una entidad que pide una y otra vez su destrucción y secuestra a sus civiles.


Tras la publicación en 1974 del informe preliminar de la comisión Agranat, la primera ministra Golda Meir y Dayán renunciaron. Meir dio un paso al costado, pero Dayán criticó a los que pidieron su renuncia, porque no estaba en las recomendaciones de la comisión.

Es seguro que Netanyahu hará lo mismo que Dayán; pero también es indudable que sus cuarenta años de carrera política se enfrentan a un desenlace vergonzoso. Aunque su retórica intransigente le ganó simpatizantes dentro y fuera de Israel, siempre estuvo alejada de la realidad; y la operación de Hamás durante su turno de guardia lo ha convertido ipso facto en un tigre de papel. Prometió que sus políticas tendrían a los palestinos controlados, y terminó viéndolos lanzar el peor ataque en la historia de Israel. Aseguró que los paquetes de ayuda económica los apaciguarían y descubrió que el apego palestino a sus tierras era más fuerte que el bolsillo. La estrategia de Netanyahu nunca fue más allá de dar vía libre a los militares en los territorios palestinos.

Y es algo que demostró hace mucho tiempo. En sus primeros once años en el poder, rechazó la presión de los gobiernos demócratas estadounidenses, y aseguró que el conflicto hallaría solución bajo la tutela de un presidente republicano. Pero durante el gobierno de Donald Trump, Netanyahu se apropió de las concesiones de Estados Unidos (como el traslado de la embajada a Jerusalén) sin ofrecer a los palestinos ningún beneficio tangible.

La defenestración de Netanyahu llevará su tiempo; la de sus subordinados se producirá en cuestión de semanas cuando amaine la violencia. La comisión Agranat sólo recomendó destituir a unos pocos oficiales, casi todos del sector de inteligencia. Pero en esta guerra, el examen de responsabilidades va a penetrar más profundo en el ejército y se extenderá hasta los escalones superiores del servicio de seguridad interna.

Es posible que a Hamás le aguarde una rendición de cuentas similar. El aparato israelí de inteligencia suele hablar de destruir «la infraestructura terrorista». El ataque le dará una oportunidad para hacerlo.

Una invasión terrestre israelí a gran escala es segura, y probable una ocupación a largo plazo. La dirigencia de Hamás se trasladará a búnkeres subterráneos, pero es dudoso que consiga un refugio seguro.

Aunque Hamás y otras organizaciones islamistas se sitúan en el marco de la historia musulmana, tal vez una mirada al Nuevo Mundo resulte más aleccionadora. En 1996, el movimiento revolucionario peruano Túpac Amaru tomó cientos de rehenes en la residencia del embajador japonés en Lima. El espectacular ataque concitó la atención del mundo; pero después, una operación militar liberó a los rehenes y dio a la organización un golpe mortal del que nunca se recuperó.

La comunidad internacional dará a Israel amplio margen para hacerle lo mismo a Hamás. Las protestas usuales por las bajas civiles se acallarán, como durante la guerra de Israel contra Hizbulá en 2006. Pero los gobiernos occidentales tienen a su disposición una herramienta más eficaz: presionar a Catar y Turquía para que expulsen a los funcionarios de Hamás, cierren sus oficinas y le impidan recaudar fondos.

La pregunta más importante es si el ataque cerrará un capítulo en la historia de Israel. El resultado de la guerra de 1973 (junto con la revelación en 1977 de que la esposa del sucesor de Meir tenía una cuenta bancaria ilegal en el extranjero) fue el final de veintinueve años de gobiernos laboristas.

Hoy las trompetas de Israel claman venganza. Cuando se callen llegará la introspección. Los israelíes cuestionarán el concepto de que pueden disfrutar los beneficios de un estado‑nación occidental y al mismo tiempo acostumbrarse al sufrimiento que sus vecinos buscan infligirles.

Pero es improbable que la izquierda israelí renazca o se renueve el proceso de paz. Desde el rechazo palestino de 2000 al plan de paz israelí, la izquierda está sumida en la apatía. El laborismo se ha hundido de las cimas del poder a ser una de las facciones más pequeñas en la Knéset israelí.

En 1973, la revelación de que Israel no era inexpugnable puso al país en una senda de paz con Egipto. La mayor tragedia de esta guerra será la incapacidad de hacer lo mismo con los palestinos.

*Texto original publicado en Project Syndicate

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Barak Barfi

Barak Barfi

Fue investigador en New America Foundation e investigador visitante en Brookings Institution.

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