6 de noviembre 2019
En las redes sociales critican el accionar de las confluencias más representativas de la escena política nacional: la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) y la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), argumentando que, la primera se encuentra secuestrada por los intereses de los empresarios y la segunda ha sido acaparada por el Movimiento Renovador Sandinista (MRS) bajo una suerte de oportunismo político. El no llevar a cabo acciones más contundentes - palabra imprecisa en su significado- se les asigna a ambas.
Hacer una descripción y análisis de la manera en que está compuesta la oposición al régimen de Ortega y Murillo, con el afán, no de dilucidar para darle armas al adversario, sino para darnos una comprensión de las posiciones ocupadas, los posicionamientos políticos y las estrategias ejecutadas por los diferentes agentes en las pugnas internas es fundamental en este momento en el cual tanto se habla de Unidad como la panacea a la salida de Ortega y Murillo.
El estallido
Previo al 18 de abril del 2018, el régimen de Ortega y Murillo era apoyada por una serie de actores nacionales e internacionales, de los cuales figuraban altos jerarcas de la iglesia católica, el sector privado organizado y la comunidad internacional, de manera más concreta la Organización de Estados Americanos (OEA), y se sostenía por el consentimiento de un porcentaje significativo de ciudadanos/as que percibían y apreciaban positivo el modelo de alianza público - privado, o modelo COSEP, que hacía crecer la economía, pero sacrificando la institucionalidad democrática.
La matanza de abril empezó a cambiar todo. La indignación movilizó a una gran cantidad de ciudadanos/as a las calles. Rápidamente i) se llevó a cabo un vaciamiento del Estado, sus instituciones y procedimientos institucionales; ii) se dio un cambio en la correlación política entre fuerzas sociales; iii) se conformó un bloque social interclasista y heterogéneo que reclamaba para si la representación de la voluntad popular a muchas voces e intentaba, desde el afuera institucional, disputar el poder político al régimen; iv) por último, la coalición de actores vinculadas al régimen dictatorial empezó de resquebrajarse.
De esta manera, dada la ruptura de los marcos institucionales, dos espacios privilegiados surgen como marcos extraordinarios donde, de manera abierta y no velada, se lucha por el poder en una contienda que encuentra simplificado el espacio político entre el régimen de Ortega y Murillo y el pueblo Azul y Blanco: la calle y el Diálogo Nacional.
La Alianza Cívica
Así la CEN convocó a una serie de actores de alta relevancia para servir de contraparte a la delegación oficialista en el proceso de Diálogo. Entre ellos figuraban estudiantes, campesinos, empresarios, actores de la sociedad civil y del sector universitario, entre otros.
Tal como afirma el experto en movimientos sociales, Sidney Tarrow (), cuando se da un resquebrajamiento en el seno de las elites esto no solo motiva a la ciudadanía a aventurarse a la acción colectiva sino a segmentos de la propia élite que no se encuentran en el poder - el sector empresarial organizado en el COSEP tras la ruptura del modelo de Alianza, Diálogo y Consenso y otras elites políticas opositoras al régimen – a asignarse el rol de "tribunos del Pueblo". Así lo hicieron, hablaron en nombre de las grandes multitudes que se encontraban luchando frente al régimen en las calles. El caso de los estudiantes y el campesinado fue una excepción.
¿Pero, cuáles eran estos sectores que conformaron la Alianza Cívica? ¿Había coincidencia entre quiénes dialogaban en los salones y quiénes luchaban tras barricadas en las calles? ¿Tenían capacidad por sí solos de presionar a Ortega y mantener una posición favorable en la correlación política de fuerzas en el ámbito interno e internacional?
Probablemente dos sectores son los más cuestionados: el sector empresarial y el sector estudiantil. Primeramente, el sector empresarial organizado en el COSEP, que en su momento fue aliado estratégico de Ortega, se encontraba en una disyuntiva; por un lado, percibía que el autócrata era una factor de inestabilidad a corto y largo plazo, pues a través de su accionar represivo frente al Pueblo desarmado había roto la confianza de los agentes económicos y con ello el clima de inversiones, y por otro lado, Ortega seguía siendo el "hombre fuerte", capaz de contener las posiciones y hazañas más radicales de la oposición tras el temor de que el "cielo se tomara por asalto".
Lejos de esto, el sector empresarial y de manera más específica los grandes capitales personificados en los Consejeros del COSEP, ya desalineados de posiciones más duras de la autocracia, constituían, siguiendo los postulados de Guillermo Odonnel y Phillipe Schmitter, una especie de fracción reformista y con afán de cambio del viejo régimen Orteguista con capacidad de incidir y presionar a lo interno del régimen ,dada su comunicación con personeros adeptos a la dictadura y su alianza con países claves en la política internacional como el de EEUU, y si fuera poco, se podría decir, dicho sector era el más organizado a nivel nacional por el nivel de institucionalización de sus gremios.
Segundo, el movimiento estudiantil era un elemento complejo a analizar si se tomaba como base las cinco organizaciones estudiantiles que hicieron frente al régimen de Ortega y Murillo en el Dialogo Nacional, es válido recapitular, en honor a la verdad, que la insurrección, aunque fue iniciada por universitarios, esta trascendió el tinte universitario y se tornó meramente popular. El Pueblo se desbordó configurándose la Insurrección Popular de Abril.
La consigna "Eran estudiantes, no eran delincuentes", aunque bienintencionada se desplegaba desde una perspectiva meramente clasista - a los "delincuentes" si se les podía acribillar. Esto anulaba cualquier derecho de los "descamisados" a exigir su lugar en cualquier espacio de toma de decisiones e interrelacionar el "tomar la calle" y el "golpear la mesa" en el Dialogo. Más aún, ciertas organizaciones estudiantiles que ostentaban el derecho otorgado por el púlpito de hablar por el Pueblo en general no tenían conexión con bases estudiantiles que se encontraban atrincheradas en Universidades como la UPOLI o la UNAN - Managua, menos con los tranques. Esto impidió una relación entre la avanzada en la calle y la avanzada en el Diálogo. Las pugnas internas en el movimiento estudiantil que se estaba constituyendo a partir de abril debilitó su capacidad de incidencia política a dos bandas.
Sin profundizar en los demás representantes de sectores que por sí solo no tenían capacidad de movilización a excepción del movimiento campesino organizado, dos reflexiones podemos realizar: 1) es entendible porqué el sector privado organizado se ha posicionado como un actor relevante en dicha alianza, su posición fundamental en el manejo y toma de decisiones de la confluencia radica en su capacidad de organización, actuación en bloque en pro de sus intereses y capacidad de presión directa al régimen de Ortega y Murillo. 2) Son claras las razones de la esperanza puestas en el estudiantado organizado en la Alianza Cívica, que alguna vez fue demasiada grande, y el porque se ha ido disolviendo dada la incapacidad de estos de dirigir la resistencia y verdaderamente provocar un levantamiento suficientemente fuerte para derrumbar el régimen político existente.
En estos días, la Alianza Cívica ha comunicado que tendrá reuniones con ciertos actores claves para intercambiar ideas sobre la conformación de una coalición opositora, mientras el Partido Ciudadanos por la Libertad ha presentado un cuerpo de asesores con miras a ser la casilla electoral en las futuras elecciones nacionales. Si acaso las esperanzas siguen en figuras relevantes de la insurrección de abril, habría que voltear la mirada y construir o renovar el sujeto político que trastocó las bases del régimen de Ortega y Murillo. Después de todo, tal como afirma la politóloga Chantall Mouffe, no existen sujetos políticos que luchan, la política es en sí misma la lucha por constituir ese sujeto político. Hay que inventar y reinventar.
Harley Morales Pon es estudiante de sociología, miembro del movimiento político Con Vos y miembro del primer Dialogo Nacional. Juan Carlos Márquez es comunicador social, miembro del movimiento político Con Vos.