11 de marzo 2016
La orden de Migración para restringir el acceso de un comediante nicaragüense a Costa Rica es la más reciente muestra de nuestros dobles discursos.
Reynaldo Ruiz es un humorista que se burla de nosotros. Lo hace en público, frente a las cámaras. Ataca por el frente.
Nosotros, en cambio, nos creemos humoristas y nos burlamos no solo de Reynaldo, sino de todo un pueblo marcado por conflictos políticos, lleno de problemas económicos y con escasez de oportunidades.
Nos reímos del acento de la señora que nos limpia, del acento del chofer del bus, del acento del “guachi” que nos cuida el carro.
Nos burlamos de cómo arrastran la “s” al final de las palabras.
Nos burlamos de cómo agarran el “nacatamal” con las manos, de cómo nos venden la “cosa de horno” en San José, de cómo saborean el “gofio” y el “pinolillo”.
Nos burlamos porque dicen “chinelas” en lugar de “sandalias”, porque prefieren pasar el “lampazo” en lugar del “palo piso”, porque les gustan las “tajadas con queso” en lugar del “chifrijo”.
Los arremedamos. Contamos chistes de ellos. Chistes bastante crueles. Los tratamos como idiotas.
Pero lo hacemos callados, sin cámaras. Los atacamos por detrás.
Nos damos el derecho de verlos bajo el hombro solo porque nacimos en Costa Rica y ellos no.
Nos damos el derecho de prohibir que nos visiten solo porque nos molesta que se burlen de nosotros, como lo hacemos nosotros con ellos.
Migración basa su alerta en nuestras leyes. Básicamente podemos restringir el ingreso de extranjeros si existen “motivos fundados para considerar que se compromete la seguridad del país”.
Si la estadía del comediante suponía una alteración del orden público o un riesgo para su vida, la solución no era cerrarle las puertas, sino -por el contrario- garantizarle su seguridad.
Nuestros cuerpos policiales prefieren, siempre, las medidas preventivas antes que las represivas. Resulta irónico emitir una alerta a nuestros puestos fronterizos para evitar la entrada del nicaragüense.
¿Qué hubiera pasado si un grupo de personas amenaza, a través de las redes sociales, con matar a todos los integrantes de la banda británica Iron Maiden, cuando cantaran en el Ricardo Saprissa? ¿Hubiera Migración prohibido el ingreso de los artistas? ¿O hubiera puesto más policías?
¿Y si un grupo de personas amenaza, a través de las redes sociales, con matar a Arjona cuando venga a Costa Rica ¿No lo dejarán entrar?
Una decisión realmente absurda, pero más que absurda, una decisión lamentable.
Una decisión lamentable porque quedamos como un país xenófobo.
No iría a la presentación de Reynaldo Ruiz ni aunque me regalen la entrada, porque creo que su comedia es de pésimo gusto y porque sus chistes no me dan risa, sino coraje.
Pero Costa Rica tiene una larga historia de respeto a la pluralidad de pensamientos y a la libertad de expresión.
Por eso, me cuesta creer que la presencia del humorista desataría un conflicto armado en nuestras calles.
Si Nicaragua prohibiera el ingreso de cada persona que se haya burlado de sus ciudadanos, una amplia mayoría de costarricenses no podríamos pasar más allá del San Juan.
Cerrar las fronteras a un comediante debería darnos risa, cuando en los mismos puestos dejamos pasar a narcotraficantes y sicarios..¡Y les ponemos un sello en su pasaporte por habernos visitado!