23 de marzo 2022
ATENAS – Bastó que Román Abramóvich (nuevo blanco de las sanciones del Reino Unido contra oligarcas rusos) anunciara que ponía en venta el Chelsea Football Club y se desató un pandemonio. Una importante figura del atletismo, magnates de la City londinense y hasta un prestigioso columnista del Times, cada uno de ellos en representación de diferentes multimillonarios estadounidenses, se lanzaron sobre Londres en una carrera por comprar el club. En tanto, numerosas propiedades londinenses pertenecientes a oligarcas rusos entraron en un muy postergado proceso de liquidación. ¿Qué lo demoró tanto?
Básicamente: los fundamentos legales de Occidente.
Por cierto, las riquezas entraron con el aval de la dirigencia occidental. En 2011, David Cameron, entonces primer ministro del RU, promovió ante un auditorio moscovita las ventajas de «invertir» en su país. Pero no era difícil convencer a los oligarcas para que inundaran Londres con su dinero. Los gobiernos de los países occidentales (y su opinión pública) están legalmente impedidos no sólo de molestar a la riqueza guardada en sus jurisdicciones, sino incluso de saber dónde está y cuánta hay. ¿Por qué, si no, tantísimas corporaciones se registran en el estado de Delaware en los Estados Unidos, usando direcciones de casilla postal que garantizan el anonimato de sus propietarios?
De hecho, las democracias occidentales otorgan incluso más protección contra miradas indiscretas a la riqueza cuando es extranjera. En un informe de 2021 con un título muy apropiado, «El problema de cleptocracia del RU», el centro de estudios londinense Chatham House expuso la venta de visas doradas a oligarcas de todo el mundo, con la sola realización de «controles que (…) eran responsabilidad exclusiva de los estudios legales y gestoras de patrimonio que los representaban». En mi país (Grecia), después de la quiebra efectiva de nuestro Estado en 2010, un oligarca podía comprar (sin cuestionamientos) una visa dorada (acompañada de una visa para el espacio Schengen, y de la oportunidad de vivir y viajar sin restricciones dentro de la Unión Europea) por apenas 250 000 euros (276 000 dólares). Otros países de la eurozona con problemas presupuestarios también venden visas similares, en una competencia salvaje que es muy del agrado de los oligarcas de todo el mundo.
Aunque la atención que se presta al dinero ruso es comprensible, ahora que bombas de ese país destruyen ciudades ucranianas, no se explica por qué sólo a los multimillonarios rusos se los llama oligarcas. ¿Por qué considerar la oligarquía, es decir el gobierno (arche) de unos pocos (oligoi), como un fenómeno exclusivamente ruso? ¿Los príncipes sauditas o emiratíes no son oligarcas? ¿Acaso los multimillonarios estadounidenses (como los que ahora se lanzan a comprar el Chelsea FC) fugan menos dinero de su país que sus pares rusos, o tienen menos influencia política? ¿Usan ese poder mejor que los rusos?
El 0.01% más rico de rusos (el 1% superior del 1% superior) sacó de Rusia alrededor de la mitad de su patrimonio (unos 200 000 millones de dólares) para ocultarlo en el RU y otros paraísos fiscales. En tanto, el 0.01% más rico de estadounidenses sacó de Estados Unidos alrededor de 1.2 billones de dólares, sobre todo para evitar el pago de impuestos. De modo que en órdenes de magnitud, por cada dólar que los plutócratas rusos ocultan en el extranjero, los plutócratas estadounidenses ocultan diez dólares propios.
En cuanto a la influencia política relativa de los multimillonarios rusos y estadounidenses, no está claro quién tiene más. Aunque no hay duda de la cercanía de numerosos oligarcas rusos con el presidente Vladímir Putin, él tiene más control sobre ellos que el gobierno de los Estados Unidos sobre sus multimillonarios. Desde el fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos en 2010 que otorgó a las corporaciones el mismo derecho a hacer donaciones políticas que cualquier individuo, el 0.01% más rico de estadounidenses hizo el 40% de todos los aportes de campaña (desde el punto de vista de proteger su riqueza, ha resultado una excelente inversión).
¿Es casualidad que desde la «desregulación» de la financiación de campañas, los multimillonarios estadounidenses hayan conseguido el menor tipo impositivo en una generación, y el menor de todos los países ricos? ¿Es accidental la enorme escasez de recursos del departamento de hacienda estadounidense? Según un fundamentado estudio empírico del historial legislativo de los Estados Unidos, nada de esto es por azar: la correlación entre lo que aprueba el Congreso y lo que prefiere la mayoría de los estadounidenses no es significativamente distinta de cero.
De modo que si los multimillonarios fuera de Rusia también son oligarcas, ¿será que el énfasis exclusivo en los rusos que hay en Occidente significa que «nuestros» oligarcas y los de nuestros aliados son en algún sentido mejores? Entramos aquí en un terreno ético peligroso.
Sostener que los multimillonarios sauditas responsables de una década de devastación en Yemen son «mejores» que Abramóvich es ridículo. Putin creería que le damos la razón si nos atreviéramos a afirmar que los petroleros estadounidenses que se enriquecieron con la invasión ilegal de Irak por fuerzas estadounidenses y británicas son moralmente superiores a los dueños de Rosneft y Gazprom. Por supuesto que cada vez que asesinan a algún periodista valiente en Rusia, los oligarcas de Putin hacen la vista gorda. Pero al mismo tiempo, Julian Assange, fundador de WikiLeaks, languidece en una prisión de alta seguridad británica, en condiciones cercanas a la tortura, por haber expuesto los crímenes de guerra cometidos por los países de Occidente tras la invasión ilegal de Irak. ¿Y qué hicieron los oligarcas y gobiernos de Occidente cuando sus socios comerciales sauditas desmembraban al columnista del Washington Post Jamal Khashoggi?
Después de la invasión de Putin a Ucrania, el gobierno británico declaró su determinación de desgarrar el velo de secretismo y engaño que protege al dinero que se oculta en el RU de las autoridades policiales y fiscales. Pero hay que ver si la realidad estará a la altura de la retórica. Ya hay señales de tensión entre la aspiración de confiscar el dinero de los oligarcas y el imperativo de mantener el RU «abierto a los negocios».
Tal vez el único motivo de esperanza que ofrece la tragedia ucraniana es que ha creado una oportunidad para poner en la mira a todos los oligarcas, no sólo los que llevan pasaporte ruso, sino también sus pares estadounidenses, sauditas, chinos, indios, nigerianos y, por supuesto, griegos. Un excelente punto de partida serían las mansiones londinenses que según informes de Transparency International están vacías. ¿Por qué no dárselas a refugiados de Ucrania y Yemen? Y ya que estamos, también podríamos entregar el Chelsea FC a sus aficionados.
*Yanis Varoufakis, exministro de finanzas de Grecia, es líder del partido MeRA25 y profesor de Economía en la Universidad de Atenas. Copyright: Project Syndicate, 2022.