6 de abril 2022
El presidente ruso Vladímir Putin creyó que podía capturar Kiev y reemplazar el Gobierno de Ucrania en poco tiempo. Sea que se haya dejado engañar por malos datos de inteligencia o por fantasías históricas propias, lo que iba a ser una “operación rápida” falló frente a una resistencia ucraniana eficaz. A continuación, optó por un bombardeo brutal de ciudades como Mariúpol y Járkiv para aterrorizar y someter a la población civil, como antes hizo en Grozny y Alepo. El resultado trágico es que la heroica resistencia de Ucrania ha ido acompañada de un creciente sufrimiento de la población civil.
¿Hay algún modo rápido de poner fin a esta pesadilla? Una posibilidad sería que el presidente chino Xi Jinping considere que ha llegado su “momento Teddy Roosevelt”. Después de la brutal guerra entre Rusia y Japón en 1905, Roosevelt intervino como mediador. Presionó a las partes para lograr concesiones y finalmente se impuso; al hacerlo, reforzó la influencia mundial de Estados Unidos y se ganó el Premio Nobel de la Paz.
Turquía, Israel y Francia (entre otros) están tratando de mediar en la guerra de Rusia, pero no tienen tanta influencia sobre Putin como su aliado Xi. La pregunta es si Xi tendrá la imaginación y el coraje para usarla.
La respuesta, hasta ahora, es no. Pese a presentarse siempre como defensora de los principios de soberanía e integridad territorial, China toleró que Putin violara con total descaro la Carta de las Naciones Unidas. Cuando el Consejo de Seguridad de la ONU votó una resolución condenatoria de la invasión rusa, China se abstuvo. Además, criticó las sanciones occidentales contra Rusia, y repitió como un loro la propaganda del Kremlin, que atribuye la causa de la guerra a la intención estadounidense de ampliar la OTAN (aunque por muchos años fue evidente que los miembros de la OTAN no tenían intención de votar el ingreso de Ucrania).
La negativa de China a criticar a Rusia la dejó en un segundo plano diplomático, incapaz de ejercer una influencia comparable con su creciente fortaleza económica y militar. Aunque la censura china limita casi todas las noticias sobre la guerra, algunos en Beijing han comenzado a preguntarse abiertamente si la postura diplomática que ha adoptado China conviene a sus intereses nacionales. Por ejemplo, Wang Huiyao, presidente del Centro para China y la Globalización en Beijing, sugirió que China debe mediar para darle a Putin una salida elegante de su desastrosa política para Ucrania.
¿Cuál sería el beneficio para China? Básicamente, su posición actual contradice su afirmación de ser defensora de la soberanía, con la que busca congraciarse con sus vecinos del sudeste de Asia. Asimismo, la guerra está debilitando el poder blando de China en Europa, que representa un volumen comercial cinco veces mayor al que China tiene con Rusia. Además, encareció las importaciones chinas de petróleo y granos (lo segundo adquirirá aún más relevancia si China volviera a experimentar inundaciones tan graves como las del año pasado).
Conforme la guerra se dilata y se profundizan las sanciones de Occidente, también existe el riesgo de que un derrame de sanciones secundarias perjudique a China. Darle a Putin una salida honrosa puede resolver este y otros peligros que plantea la guerra. Y profundizaría la creciente dependencia rusa de China, reforzando al mismo tiempo su imagen y posición internacional. Incluso podría ocurrir que Xi se gane el Premio Nobel de la Paz.
Por supuesto, una iniciativa de esta naturaleza no estaría exenta de costos. Diplomáticos chinos cautelosos ven la guerra en Ucrania como un conflicto decididamente europeo. Si consume las fuerzas de viejas potencias como Europa, Estados Unidos y Rusia, a China puede convenirle mantenerse al margen y dejar que el conflicto se resuelva solo. Además, pese a que la guerra está debilitando a un aliado (un costo potencial), también cambió la agenda política mundial en modos que benefician a China. Estados Unidos ya no puede hablar de un giro en dirección a Asia, donde China sería el centro de su atención.
Después de la crisis financiera de 2008, la dirigencia china concluyó que Estados Unidos estaba en decadencia, y esto la llevó a abandonar la política exterior paciente y cautelosa de Deng Xiaoping. Desde entonces, el nacionalismo en China está en ascenso, y Xi ha expresado la esperanza de que su país reemplace finalmente a Estados Unidos en el plano geopolítico en 2049, centenario de la República Popular.
El principal obstáculo al sueño de Xi es, por supuesto, Estados Unidos, seguido por el hecho de que China no tiene más aliados que Rusia. Xi y Putin han forjado una relación personal que reforzó lo que antes era una alianza por conveniencia. Incluso si la guerra en Ucrania vuelve esa alianza un poco menos conveniente, es posible que Xi considere prudente mantenerse fiel a su amigo.
Además, una jugada rooseveltiana demandaría más imaginación y flexibilidad de la que es capaz la dirigencia china. Y hay un elemento de política interna que también hay que tener en cuenta: este año Xi intentará obtener un tercer período presidencial, y lo que más le importa es mantener el control del Partido Comunista de China sobre el país y su propio control sobre el partido.
La desaceleración del crecimiento económico ha llevado al PCCh a un creciente uso del nacionalismo como herramienta para legitimar su dominio. Por eso la prensa oficial china y los sitios web nacionalistas repitieron las afirmaciones de Putin de que Ucrania es un títere de Occidente y de que Rusia le está haciendo frente a un hostigamiento estadounidense del que sería víctima junto con China. El apoyo a la guerra de Putin va en la línea de la “diplomacia de los lobos guerreros” del nacionalismo chino.
Pero aunque la invasión de Putin trastornó la política mundial, no cambió el equilibrio de poder subyacente. En cualquier caso, reforzó ligeramente la posición de Estados Unidos y sus alianzas, incluida la OTAN; y Alemania ha adoptado su política de defensa más decidida en décadas. Al mismo tiempo, la reputación de Rusia como gran potencia militar ha sufrido un duro golpe. La economía rusa está debilitada, y su poder blando está destruido. China ya no puede presentar la alianza de autocracias como prueba de que Oriente prevalece sobre Occidente.
China todavía puede cambiar esta dinámica aprovechando su momento Teddy Roosevelt. Pero dudo de que lo haga.
*Artículo publicado originalmente en Project Syndicate.