25 de septiembre 2018
En medios televisivos independientes se han hecho observaciones sobre el papel de los delegados estudiantiles y los obispos mediadores y garantes del, hasta hoy, frustrado diálogo nacional. Se refieren a que en los primeros encuentros hubo ingenuidad y apresuramiento por exigir la renuncia inmediata de los Ortega-Murillo, más el planteo extemporáneo de una serie de reformas a las estructuras del Estado.
Algunos creen que esas dos exigencias motivaron que el Gobierno lanzara la consigna de que en el diálogo se estaba fraguando un “golpe de Estado”, y que por ello se decidiera a ponerle trabas al diálogo hasta lograr su actual estancamiento. Se sugiere con eso, que de no haber ocurrido esos reclamos, los dictadores no se hubiesen “asustado”, ni impedido que el diálogo culminara positivamente.
A mi entender, estas observaciones no son justas. Primero, porque además de justos esos reclamos, también fueron necesarios, y en tal caso, ni los estudiantes ni los obispos fueron ajenos ni insensibles al reclamo general del pueblo agredido y ofendido desde los primeros crímenes de la dictadura. Segundo, porque si esa exigencia nacional no se hubiese planteado desde el primer momento, el pueblo no hubiese sentido reflejada su principal demanda, ni bien representado en el diálogo frente a los dictadores, como realmente se sintió.
Por lo ocurrido después, o sea, la represión y los asesinatos, se confirma que los personajes de la dictadura y sus representantes en el diálogo hubiesen reaccionado de igual modo negativo con cualquier pretexto. Además, ¿para qué creen que los dictadores montaron la parafernalia militar por tierra y aire con la que se hicieron acompañar ese único día, sino con el fin de atemorizar con su poder destructor? Ellos, nunca han tenido otro interés que no sea el de continuar con el poder.
Si en aquella oportunidad inicial no se le hubiese hechos esos reclamos, nunca más se le hubiese podido hacer “en su propia cara”, como se hizo. Y no por temor de los delegados de la Alianza Cívica, sino porque su demanda tuvo más valor hacerla frente a frente de los dictadores, y de forma tan oportuna.
Ahora, igual que siempre, pero más que nunca, el dictador Ortega reprime, encarcela y mata, tal como paso el último domingo, hace apenas dos días, cuando sumó la muerte de un joven de 16 años, varios heridos y muchos presos durante el cobarde ataque contra una manifestación pacífica... ¡a menos de 24 horas de la última amenaza de Ortega y del cínico llamado a la “paz” de su mujer!
Por todo lo sucedido a partir del primer encuentro del diálogo hasta ahora ¡con sangre y muerte de por medio!, las referidas observaciones son propia del derecho de pensar, y las diferencias de criterio –como en este caso—, no significan una ruptura, sino algo fácil de entender cuando hay buena voluntad y priman los objetivos comunes contra la dictadura.
Ese es el lado positivo de cualquier observación entre quienes tienen esa finalidad patriótica común dentro del movimiento popular. Eso lo están demostrando los pasos que se dan hacia la Concertación Nacional Azul y Blanco, donde solo faltarán los que se auto excluyeron por su complicidad con los fraudes electorales de la dictadura Ortega-Murillo.
Y los autoexcluidos, para bien de la causa patriótica, no son los militantes de base de ninguno de los partidos políticos comparsas del orteguismo en las farsas electoreras, sino los caudillos que nunca consultaron a sus bases al momento de hacer sus pactos de cúpulas. Y si alguna vez lo hicieron, y contaron con su anuencia, sería por efecto de la demagogia tradicional que ha obnubilado la conciencia de sus bases, mucha parte de ellas, ahora están incorporadas a marchas cívicas.
Los gestores de esta concertación actúan con el nuevo sentido de la política –socialmente amplia, con tolerancia a las diferencias ideológicas y mucha conciencia de patria— que le viene imprimiendo el movimiento estudiantil y popular a la nueva oposición, con lo cual se está enterrando al caudillismo tradicional, para abrir una nueva perspectiva democrática a la reconstrucción de nuestro país.
Como hemos dicho en otras ocasiones, no se podría restaurar una democracia que aquí nunca hubo. Tampoco se pretende que sea una democracia idealizada, y libre de contradicciones sociales, pero sí con respeto al derecho y a la libertad de luchar por la justicia social sin dictaduras ni imposiciones mesiánicas, mucho menos con la sujeción a intereses extranjeros.
De producirse la concertación, y todo indica que así será, sería la conquista política más importante, y en varios aspectos, única en nuestra historia. Su primer antecedente fue la Unión Nacional de Liberación, la Udel que Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, logró organizar en 1974. Fue con Udel que, por vez primera, se rompieran los prejuicios políticos de la oposición tradicional, uniendo contra la dictadura somocista a conservadores, socialistas, comunistas, socialcristianos, liberales y centrales sindicales independientes.
El segundo antecedente fue la Unión Nacional Opositora, pero, aunque tuvo variedad ideológica, se dio en condiciones históricas distintas: guerra civil con financiamiento y adiestramiento militar externo. De modo que la UNO no pudo esconder su dependencia política y económica del mismo factor externo al que respondía la parte militar de oposición, o sea, la Contrarrevolución.
Las condiciones históricas en que surgirá la Concertación Nacional Azul y Blanco, son más difíciles que cuando surgió Udel, pues entonces se luchaba contra la reelección de Anastasio Somoza Debayle, bajo la consigna “No hay por quién votar” y contra la reelección.
Ahora, ya van más de 400 asesinatos en cinco meses de represión y aún se lamenta casi a diario nuevos crímenes de parte de la guardia orteguista, porque el pueblo ha demandado la renuncia de los dictadores, la convocatoria a elecciones adelantadas, además del cese de la represión y libertad para los presos políticos y de conciencia.
En el caso de Udel, se creó siete años después de la masacre del 22 de enero de 1967, durante los cuales se distorsionó y se traicionó a la oposición con el surgimiento del oportunismo zancudo. La UNO nació en tiempo de guerra, pero tras los acuerdos de paz se impuso la corrupción arnoldista aliada con el orteguismo, que a su vez degeneró en esta dictadura corrupta y sangrienta.
Eso significa que el estar en plena cosecha trágica y bajo de una represión sin aparente fin, con cesanteados, secuestrados, torturados a quienes enjuician en secreto, bajo acusaciones absurdas y falsos testimonios, la Concertación Nacional Azul y Blanco, es necesaria para seguir la lucha más unidos frente a la dictadura.
Organizar esa Concertación Nacional se hace urgente, porque su misión es política y humanitaria para salvar muchas vidas en peligro bajo la dictadura Ortega-Murillo.