17 de julio 2017
Pongámoslo de esta manera. El gobierno cree que está muerto políticamente si no logra pasar su constituyente. Y digo su constituyente porque numéricamente es exactamente así, sólo él la quiere, la promueve y la motoriza contra viento y marea. Pero a la misma vez, la oposición -que ha organizado un plebiscito con participación multitudinaria- siente que esa constituyente representa su muerte y también la de la democracia, la República, los derechos humanos y económicos y las posibilidades de rescatar la paz. Por cierto, es normal esta apreciación, pues toda la venta hecha por el gobierno está orientada a contar cómo es que el chavismo va a destruir a todos sus adversarios, basado en esa especie de Soviet Supremo, conformado por puros revolucionarios dispuestos a todo para arrasar a la oposición de la faz de la tierra.
El gobierno avanza entonces hacia su constituyente a trocha y mocha. Sus esfuerzos se focalizan en evitar los bloqueos por parte de la oposición (amenazando, apresando y reprimiendo) y preparándose para mover la mayor cantidad de empleados públicos y beneficiarios de subsidios para que voten a juro en un evento, ya que de otra manera estarían más sólos que la una. Es obvio que la movilización le será difícil. Ni siquiera la base del chavismo se entusiasma con esto, pero no les quepa la menor duda de que la presión y la amenaza será brutal y al gobierno le tiene sin cuidado por quién vote la gente o si le da la gana de marcar nulo. El triunfo de sus candidatos claves está garantizado y blindado con un solo voto, el objetivo es poner más masa a la mazamorra. Para eso lo que hay que hacer es llevar gente como sea. Y queda el tema de cómo se desplegará la información de participación. Después de todo, siempre habrá una excusa de “Interés Nacional” para preservar en secreto algunos datos que “no vale la pena compartir”, como por ejemplo cuánta gente votó o, más interesante aún, ¿cuánta no lo hizo?
Por su parte, la oposición está haciendo todo lo posible por parar esa constituyente. El problema es que esto parece atado a un evento mayor. A estas alturas, parar la constituyente es igual a parar al gobierno, que en estas condiciones sería igual a sacarlo del poder. Las marchas, los plantones, la lucha de calle y hoy el plebiscito en contra del presidente Maduro intentan ese objetivo.
Se ha discutido sobre este evento en particular y algunos de mis más respetados analistas, abogados y amigos le han dado un nivel de legalidad y vínculo al plebiscito, atada al derecho a la consulta y derivada de la ilegalidad en la que se encuentra el país. Creo entender que estos expertos indican que algunas cosas que usualmente no parecerían legales, ahora podrían serlo, porque nada es totalmente legal ni totalmente ilegal ya en Venezuela, o ¿debo decir mejor que algunos indican que todo es legal contra un gobierno que no lo es? Bueno, dejando de lado este trabalenguas que me estresa, en mi opinión (y no es una opinión legal), la legalidad o no del plebiscito no es lo importante ni lo que lo motiva, pues lo que realmente clave es si el plebiscito es capaz de movilizar a la gente de manera contundente y además dejarla ahí plantada, pacíficamente, en la defensa de sus derechos, en todo el país y en todas los espacios. Y así, convertir el plebiscito en el disparador de la masificación real de la protesta y lograr fracturar al adversario, lo que podría presionar una negociación política que lleve a una oportunidad pacífica de cambio. Ese creo que es el objetivo real del plebiscito. Lo de la legalidad, claro que es importante, pero ese debate me imagino que no fue lo que privó en la independencia. Después de todo, supongo que a Napoleón y a Fernando VII, aunque en diferentes momentos, les pareció ilegal, de toda ilegalidad.
Publicado originalmente en ProDavinci.