11 de enero 2023
El Plan Biden para Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela parece un pequeño alivio al actual ciclo migratorio en la región, pero aún está lejos de ofrecer una solución de fondo.
El objetivo principal es eliminar la explosiva concentración de indocumentados en la frontera con México. Su mayor virtud es el giro en el pensamiento oficial estadunidense para reconocer la necesidad de regular la movilidad laboral realmente existente.
Abre una vía de acceso legal a la emigración (parole o entrada condicionada) y en consecuencia ayuda a disolver la ruta irregular con todos sus riesgos, la injerencia de la delincuencia organizada y el tráfico de personas.
Sin embargo, la oferta de cupos legales de admisión, 30 000 mensuales o 360 000 al año para los cuatro países, es muy limitada ante la demanda.
Según el registro del servicio de Protección de Aduanas y Fronteras de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), sólo entre los años fiscales de 2021 y 2022 la entrada combinada de indocumentados de los cuatro países más que se triplicó, al pasar de 189 000 251 a 635 323.
Es decir que el nuevo plan alcanza sólo para la mitad, si es que la demanda se mantiene en su mismo nivel.
Por países individuales la demanda creció en ese lapso en casi seis veces en el caso de los cubanos (de 39 303 a 224 607); en más de tres veces en los venezolanos (de 50 499 a 189 520) y los nicaragüenses (de 50 722 a 164 600) y tuvo un ligero ascenso en los haitianos (de 48 727 a 56 596).
Una segunda debilidad del plan es el límite de dos años de estancia en Estados Unidos. Este plazo es mejor que el del Estatus de Protección Temporal (TPS), que Washington otorga a originarios de 12 países hasta por 18 meses renovables.
Sin embargo, no hay emigrante que quiera instalarse fuera de su país para luego buscar un segundo destino, en particular cuando en Estados Unidos operan los lazos de atracción familiar por generaciones.
De este límite, al menos hasta ahora, pueden escapar los cubanos. La Ley de Ajuste les permite optar por la residencia permanente después de un año y un día de estancia en Estados Unidos.
En forma contradictoria, Estados Unidos aún mantiene a su embajada en La Habana sin servicio consular para no inmigrantes, con lo cual presiona innecesariamente la demanda del nuevo parole.
Un tercer punto débil del Plan Biden es el destino de los rechazados: quienes crucen la frontera sin documentos terminarán expulsados hacia México.
Igual que con el plan de Trump “Quédate en México” y con la aplicación intermitente del Título 42, de prevención sanitaria por el covid-19, la masa de rechazados va a terminar en territorio mexicano. ¿Con qué destino? No está claro.
El anuncio oficial de la Casa Blanca dijo que México aceptará 30 000 rechazados al mes, es decir, la otra mitad de la demanda.
Este lunes 9 de enero, el canciller Marcelo Ebrard expuso la posición de su gobierno: “¿Los vamos a deportar? Claro que no…” México ofrecerá refugio y trabajo, lo mismo a quienes cruzan los puentes del norte, rechazados por Estados Unidos, que a quienes cruzan el río Suchiate y llegan a Chiapas, dijo el secretario de Relaciones Exteriores.
Es decir que ¿cesan las detenciones en los centros del Instituto Nacional de Migración, los vuelos de repatriación de cubanos y las caravanas de autobuses de regreso a Centroamérica? Veremos.
Con todo, el Plan Biden es algo ante una extrema derecha xenófoba y encrespada, que recuperó la Cámara de Representantes y en materia migratoria solamente quiere muros y expulsiones. Después de dos décadas de discusión, la reforma migratoria integral es imposible al menos por los próximos dos años.
Por el otro lado, la emigración desde Centroamérica y el Caribe es un torrente que tiene su propia fuerza. No es sólo la pobreza la que mueve al éxodo, sino también la violencia, la represión y la falta de horizontes de vida.
*Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor.