4 de abril 2023
La idea de partido único, más el intento de que funcione como la mayor garantía para lograr las transformaciones sociales en un país, ha ganado los anatemas y la excomunión de parte de quienes tienen a la democracia como su religión. Y quienes defienden el concepto de partido único lo hacen con la pasión… de un creyente que defiende su dogma religioso.
No dejan espacio para las dudas —ni para neutralidad— porque este choque, pese a ser ideológico, no es un tema especulativo. Existen sociedades en donde es real el fracaso del multipartidismo como sinónimo de democracia, y otras en donde fracasó la democracia con el partido único.
Parece más importante tratar de reflejar ambos ejemplos de fracasos y cada quien haga su propio juicio. Tal vez sea pretensiosa la intención, pero en este tema, como en otros, es mejor acercarse a la realidad, que siempre está más cerca de nosotros, que la verdad en el ideal.
II
Recordemos que quienes lanzan anatemas contra la idea del partido único, viven en países con sistema de partido único, solamente que se presenta en dos versiones del mismo partido, como “paralelas históricas” que solo permiten a otros partidos de hecho, pero no de derecho.
En Nicaragua ya vivimos ese engaño desde los tiempos de timbucos y calandracas, demócratas y legitimistas, liberales y conservadores. Durante los tiempos que mandaron estas paralelas políticas, hubo otros partidos que nunca fueron legalizados, eran perseguidos y nunca admitidos en sus competiciones electorales. Los partidos “zancudos” eran admitidos como sus escuderos electorales, les daban pequeñas representaciones en el Poder Legislativo como pago por sus servicios de aparentar el pluralismo electoral.
Hoy, el partido orteguista (exFSLN) utiliza partidos “zancudos” para eventos electorales. ¿Y de cuánta democracia se ha disfrutado en nuestra historia de 203 años con ese modelo? Con sus lados oscuros, se cuentan los años democráticos con los dedos de las dos manos… más seis dedos prestados: 16 años.
III
Guardando las diferencias, en los EE. UU. viven ese modelo bipartidista, pero, de hecho, el Partido Republicano y el Partido Demócrata hacen un solo partido en dos versiones del poder de la misma clase social. Representan los mismos intereses con puntos de vistas diferentes dentro de una permanente competición sobre quién y cómo administrar el Estado y el estatus quo. En verdad, la burguesía monopolista, no necesita de los partidos para mandar… pero sin partidos perderían la imagen democrática.
Para que nada cambie, cualquiera de los dos partidos que controle el Gobierno, conjuga todas las acciones ante todo lo que supone peligro —incluso inventa “peligros” a conveniencia— a través de las estructuras estatales, desde las militares hasta las culturales. Cuando entran a una competición electoral, procuran que nadie fuera de los dos círculos de poder entre al juego con un enfoque político no tradicional; y, si entra, lo despedazan entre los dos partidos. ¿Recuerdan a Bernis Sanders, en el proceso pre electoral estadounidense del 2016?
Y ya no se diga si el intruso quiere llegar de un tercer partido –que en los Estados Unidos lo hay— para impedirlo no necesitan hacer nada: para detenerlo están los multimillonarios costos de la campaña electoral. Sucede que cuando el partido pequeño gasta lo poco que puede gastar, al menos logra que sepan de su existencia, su denuncia social y los intereses que se juegan en unas elecciones los partidos Republicano y Demócrata.
Cuando se le hace el milagro de poder participar en una campaña electoral, el pequeño partido tiene que enamorar a los electores por medio de la televisión, pero es tan cara la tarifa de un espacio de pocos segundos, que grandes cadenas de TV tampoco necesitan decirles que no para alejarlo.
La conciencia del votante común (y la mayoría es de comunes votantes) ni siquiera tiene información completa sobre la existencia de otras opciones. Vota por costumbre, o por su amor platónico con la democracia, al candidato de uno de los dos partidos oficiales. Luego, la vida parecerá seguir igual… hasta la siguiente campaña.
IV
En países en revolución, o que tuvieron revolución —como fue nuestro caso— son muchos y muy grandes los problemas que se enfrentan ante la fuerte presencia y resistencia de las clases dominantes; sin embargo, como si hiciera falta un problema más para empeorar la situación, siempre hay quien piensa en la “necesidad” del partido único para vanguardizar al pueblo en la lucha por construir una nueva sociedad.
Otras contradicciones surgieron en “otros planos de vida” dentro de la misma sociedad, y la idea del partido único empezó a demostrar su ineficacia. La organización de un partido sobre el principio de que es el sintetizador de los sueños de todos, la conciencia y guía del pueblo, solo fue útil para cohesionar la acción de los revolucionarios y de los sectores populares en la lucha por el poder.
¿Y después? Después estaba la realidad de que las clases no desaparecieron por el encanto de la revolución; ahí se quedaron, y en esta diversidad social, cada núcleo tenía su propia manera de sentir y ver los problemas, en posibles soluciones, según les afectaba o no les afectaba sus intereses, sin esperar que se lo dijeran, ni que pretendieran imponerle un visto de vista ajeno.
V
Previendo esa situación, se hizo hecho el esfuerzo por hallar soluciones; primero, aceptando que no puede suplantarse la conciencia de nadie; segundo, aceptar la cabida a la idea de que, si había diversidad social, había diversidad ideológica; y si existía diversidad ideológica no existía pensamiento único.
Y la respuesta fue el Estatuto de Garantías Constitucionales, antes del triunfo revolucionario, y sus principios básicos pasaron a ser parte de la Constitución Política de 1987: pluralismo político, economía mixta y no alineamiento. Por ende, el partido único solo quedaría en ideal, pero sin ningún aliento.
Se impuso la idea de que el partido único es necesario para cumplir su desempeño de vanguardia, solo puede ser cierto para los revolucionarios en una etapa de la lucha que requiere de una auténtica y única conducción, porque la dispersión de las fuerzas populares comienza con la dispersión de las estrategias y terminan con la derrota.
Alcanzada la victoria y pasada la euforia colectiva, se expresó más fuerte la tradición política conservadora, junto al poder de la influencia política estadounidense, confirmada con su financiamiento de la contrarrevolución armada y cívica. El resultado de aquella etapa la estamos viviendo, y no necesitamos describirla. Todo resultó en sentido contrario al entusiasmo inicial del 79.
Regresado al poder en 2007 una caricatura del Frente Sandinista original, surgieron contradicciones que los dictadores tratan de resolver con la imposición de criterios únicos, persiguiendo a los opositores de pensamiento crítico, y en vez de buscar soluciones, han aumentado los conflictos sociales al violar todos los derechos humanos y políticos. Y esto lo hacen con sus criterios contaminados de mesianismo y de infalibilidad papal.
VI
Hay modelos de pluralismo políticos que no son ejemplares. Varios países con multiplicidad de partidos, no son más democráticos por eso. Es que el Presupuesto del Estado tiene un poder de atracción irresistible, y hay una clientela oportunista que busca su parte por vías electorales (senadores, diputados, concejales y todos los cargos públicos de elección o por nombramiento).
Todos esos cargos permiten montar negociados con sus influencias en alguna área del Estado, acumular dinero y bienes que les permite la continuidad del sistema social; para educar a sus familias para desempeñarse en cualquier cargo burocrático. Con esa estructura política, la democracia adquiere su versión más corrupta y el discurso demagógico en el instrumento de “trabajo” de los partidos.
Está visto también que el monopartidismo no es la solución a este problema político y ético del oportunismo. Y como tampoco existe un recetario para resolver ninguna de estas situaciones, en nuestro país parece necesario pensar en una posible forma –no fórmula— de pluralismo político de partidos y alianzas –ya establecido en nuestra Constitución Política— pero hacerlo realidad con normas que impidan la multiplicación antojadiza de partidos con fines oportunistas.
La organización gremial (sindicatos, cooperativas, organismos de profesionales, sectoriales, etcétera) debe de ser libre y protegida legalmente. Se pudiera restituir el pluralismo y practicarlo. Crear, dentro de un nuevo orden democrático, un ámbito de libertades y derechos para todos.
Al margen de estas cuartillas
*En nuestro país, bajo esta dictadura, la idea del partido único no ha sido legalmente formalizado, pero tiene una existencia de hecho…
*Hecho ilegal, que le dio al Gobierno su fisonomía dictatorial, con prácticas inmorales de represión contra todo derecho humano…
*El llamado “FSLN” de Ortega Murillo no es formalmente un partido, sino un grupo burocrático cívico-militar-familiar que es único, porque acabó violentamente con todos los partidos…
*La experiencia nos grita: la democracia no rima con el autoritarismo de grupo que utilice el nombre de un héroe nacional, porque deshonra al héroe y al patriotismo…
*Tampoco es democrático que los partidos políticos utilicen nombres amparados en una religión, porque favorece la manipulación de los creyentes…
Tres comadres
Ana Coreta: En tiempo de los conservadores los presidentes decían ser buenos católicos…
Ana Conda: En tiempos de los liberales los presidentes decían ser católicos, pero no tan buenos…
Ana Lisis: En mi tiempo los dictadores tienen su religión, ofician en su iglesia El Carmen, echan presos a los católicos… !y prohíben las procesiones!