9 de marzo 2021
En el Día Internacional de la Mujer, en Nicaragua lamentamos el femicidio de 11 mujeres en lo que va de 2021. En 2020, 71 mujeres murieron y 115 fueron víctimas de femicidio frustrado. Son las cifras más altas en los últimos tres años de la peor forma de violencia machista en nuestro país, según registros de la organización Católicas por el Derecho a Decidir, las únicas disponibles ya que el Gobierno no brinda estadísticas detalladas ni periódicas.
A los asesinatos debemos sumar las violaciones, abusos sexuales, violencia doméstica, abusos de poder, la falta de derechos fundamentales y expresiones sexistas que vivimos las mujeres en un sistema que, en todo el mundo, nos oprime por el hecho de ser mujeres.
Pero además, en nuestro país, las mujeres y la población en general lidiamos con una forma más de opresión, la de un régimen autoritario que impide todo tipo de disentimiento ciudadano.
Sin embargo, a pesar de las múltiples formas de represión ejercidas desde el Estado, -incluyendo la violencia sexual como método de tortura-, que han sido ampliamente documentadas por organismos internacionales y locales de derechos humanos, ha persistido la demanda de una gran parte de la ciudadanía por democracia y libertad.
La academia ha estudiado la correlación entre la democracia y la igualdad de género con distintos resultados, pero al considerar los matices, hay conclusiones robustas, una de ellas es que forman una relación en que ambas se refuerzan mutuamente.
Por eso, la democracia ha sido una demanda que los movimientos de mujeres nicaragüenses han sostenido a lo largo de las décadas, porque sin los elementos básicos de ésta no es posible la igualdad de género ni la reivindicación de nuestros derechos.
En Nicaragua, a las mujeres nos urge pasar de un Estado autoritario a una democracia que respete los derechos humanos y las libertades fundamentales para poder protestar libremente en el espacio público.
Queremos democracia para continuar exigiendo justicia social y para construir una sociedad que se comprometa con la paz positiva, con el Estado de Derecho, con la institucionalidad y la transparencia.
Demandamos autoridades que registren la violencia hacia las mujeres y que no maquillen ni oculten datos solo para no perjudicar la imagen de “un buen gobierno”, y un sistema judicial confiable que acabe con la impunidad de femicidas y abusadores de mujeres.
Queremos democracia para construir instituciones sólidas que se preocupen por las poblaciones más vulnerables, sin clientelismo ni populismo, que respondan a nuestras demandas y ejecuten políticas eficaces y correctivas.
Las mujeres demandamos participar en espacios democráticos como personas autónomas, políticas, con discursos y decisiones propias, y no como fichas con las que un Gobierno se jacta de una supuesta paridad de género.
Contar con democracia nos permitirá seguir luchando para ejercer el poder en igualdad de condiciones con los hombres, y continuar exigiendo con mayor fuerza los derechos que históricamente se nos han negado por el hecho de ser mujeres.
Hoy más que nunca, las mujeres en Nicaragua queremos ejercer el voto que lograron las valientes activistas que enfrentaron al sistema para que se nos reconociera como ciudadanas. Queremos ejercerlo en autonomía y sin miedo. Queremos que nuestros votos cuenten.
La lucha de las mujeres ha sido por igualdad y libertad, por la construcción de un sistema más justo para todos y todas. Eso es, en esencia, la democracia.
Es claro que el paso de la dictadura al establecimiento de la democracia es apenas el comienzo. Como afirma la investigadora Caroline Beer, “no es realista esperar que la democracia solucione problemas estructurales de larga data, como la desigualdad de ingresos, racial, étnica y de género en tan solo unos años después del establecimiento de un nuevo régimen”.
Las mujeres sabemos que tras el fin del régimen habrá un largo camino por recorrer para alcanzar la igualdad de género. Pero debemos empezar bien, aspirando a una versión completa de la democracia, tomando en cuenta a las mujeres y sus visiones.
Quienes hoy claman por democracia deben interiorizar este reclamo, cuestionar sus discursos y prácticas, y tomar los ejemplos de mujeres nicaragüenses que a lo largo de la historia nos han dado lecciones sobre coherencia, ética, determinación y valentía.
Democracia no es solo derechos civiles, participación en elecciones o la creación de instituciones, sino la activa participación de todas las poblaciones en ellas.
Se necesita de la democracia para reivindicar los derechos de las mujeres, y de la participación de las mujeres para tener una verdadera democracia.
Nicaragua se merece esa democracia integral, con las visiones de todas las personas que quieren un país en donde quepamos todos y nos respetemos entre sí.