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Optimismo para el nuevo año

En el año entrante podremos sentar las bases para una nueva era de desarrollo sostenible, paz y cooperación. Estos son los motivos

Foto de Karolina Grabowska en Pexels

Jeffrey Sachs

6 de enero 2021

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NUEVA YORK – El año 2020 fue terrible, con la pandemia de la COVID-19, golpes económicos mundiales, desastres climáticos generalizados, un omnipresente malestar social y hasta denuncias falsas del presidente estadounidense Donald Trump de un fraude electoral masivo y el llamamiento a sus partidarios para imponer la ley marcial. Sin embargo, a pesar de las noticias sombrías, el año también nos trajo algunas razones poderosas para mantener el optimismo. En el año entrante podremos sentar las bases para una nueva era de desarrollo sostenible, paz y cooperación.

El primer motivo de optimismo fue el éxito que muchos países lograron en la lucha contra la COVID-19: en toda la región de Asia y el Pacífico, países cultural y políticamente muy diferentes —como Australia, China, Corea del Sur, Laos, nueva Zelanda y Vietnam— implementaron estrategias eficaces de salud pública para contener la pandemia. También lo hicieron algunos países en otras regiones, entre ellas, el África subsahariana. Aunque en los titulares primaron las desastrosas falencias de la respuesta ante la pandemia en Estados Unidos y Europa, los éxitos en la región de Asia y el Pacífico, y otros lugares, nos muestran que la combinación de un buen gobierno, una ciudadanía responsable y las políticas basadas en los hechos pueden solucionar desafíos significativos y urgentes.

El segundo motivo de optimismo es la llegada de nuevas vacunas, que no solo nos permiten abrigar grandes esperanzas de salvar vidas y detener al virus, sino que además señalan la capacidad de la ciencia moderna para lograr avances tecnológicos en tiempo récord. El desarrollo de las vacunas fue un ejemplo del «enfoque orientado a misiones» para centrar la investigación y el desarrollo en una esfuerzo público-privado. Ese mismo enfoque se debe implementar para solucionar otros desafíos mundiales, como dar impulso a las energías renovables, la agricultura sostenible y la conservación de la biodiversidad.

El tercer motivo de optimismo es que Trump fue derrotado contundentemente en las elecciones de noviembre. Como muchos demagogos en el pasado y la actualidad, Trump logró una amplia cantidad de seguidores con el apoyo de la propaganda masiva, especialmente en Fox News, propiedad de Rupert Murdoch. Sin embargo, suficiente gente percibió sus mentiras y calumnias como para lograr que EE. UU. iniciara un nuevo camino después del desastroso reinado de ineptitud, odio y mentiras de Trump.


La ignorancia y las mentiras de Trump contribuyeron a que más de 330 000 personas murieran en EE. UU. por la COVID-19 en 2020, aproximadamente un cuarto de las muertes en todo el mundo debidas al virus, aunque EE. UU. solo cuenta con el 4 % de la población del planeta. El desastroso manejo por Trump de la COVID-19 condujo, en última instancia, a su derrota en las elecciones. Aun así, Trump intentó mantenerse en el poder con desesperadas y delirantes denuncias de fraude electoral generalizado. Afortunadamente, tanto la gente como las instituciones estadounidenses —los alcaldes, gobernadores, legislaturas estatales, tribunales y militares— se opusieron a los impulsos autoritarios de Trump, por lo que el presidente electo Joe Biden, un hombre decente, honorable y racional, pronto asumirá sus funciones.

El cuarto motivo de optimismo es el excelente desempeño de las Naciones Unidas a pesar de los fuertes vientos en contra en 2020. La ONU fue creada hace 75 años por el más destacado de los presidentes estadounidenses, Franklin Delano Roosevelt, como un bastión contra las guerras futuras. Defiende los tres pilares del multilateralismo: la paz, los derechos humanos y el desarrollo sostenible, y en 2020 tuvo un desempeño admirable en los tres frentes, a pesar de las provocaciones del gobierno de Trump.

En la actualidad, las agencias de la ONU son lideradas por hombres y mujeres de gran capacidad e integridad, y su Secretario General, António Guterres, guio a la organización con enorme habilidad y visión durante el año más duro desde su fundación. En 2021, la ONU organizará varias reuniones globales fundamentales —relacionadas con los océanos, la biodiversidad, los sistemas alimentarios y el clima— que pueden, conjuntamente, sentar las bases para décadas de cooperación mundial en pos del desarrollo sostenible.

El quinto motivo de optimismo es la revolución digital, el silencioso protagonista de la respuesta mundial contra la pandemia. Las actividades en línea permitieron que el mundo siguiera funcionando. En semanas las empresas, escuelas, el sistema financiero, los gobiernos, el comercio, los pagos, los proveedores de atención sanitaria y el sistema de la ONU pasaron a funcionar en línea a una velocidad, con un alcance y una profundidad inimaginables hasta ese momento. Las tecnologías digitales tuvieron un papel fundamental en la lucha contra la epidemia mediante la difusión de información, el monitoreo de los patrones de contagio de la enfermedad y proporcionando múltiples servicios para los sistemas de atención sanitaria.

Obviamente, el nuevo mundo digital no es un paraíso absoluto. Lamentablemente, la mitad del mundo aún carece de acceso a Internet. Por ello, el rápido desplazamiento del trabajo, la escuela, la vida social, el comercio y el entretenimiento a las plataformas en línea fomentó dramáticas desigualdades entre quienes cuentan con Internet y quienes no. Además, con las tecnologías digitales surgieron otros nuevos y graves males sociales, como el hackeo a gran escala, las noticias falsas, la guerra informática y la vigilancia injustificada por parte de los gobiernos y empresas privadas.

Las dos caras de la era digital, positiva y negativa, son ejemplos la situación con la que lidiamos en muchos frentes. Podemos ser optimistas sabiendo que las tecnologías y el conocimiento científico de vanguardia en el mundo nos permiten solucionar urgentes problemas mundiales, sin embargo, debemos estar atentos para evitar que las fuerzas de la codicia, la ignorancia y el odio capten esas nuevas tecnologías para propósitos ocultos.

Los antiguos filósofos griegos creían que la política y la ética deben ir de la mano. Aristóteles escribió dos de sus obras maestras, la Ética nicomáquea y la Política, como estudios complementarios; la primera, como guía para la felicidad humana, la segunda, para orientar la forma en que la política puede fomentar la felicidad en la ciudad-estado griega (la polis).

En nuestra era, el papa Francisco presentó dos grandes encíclicas, Laudato si’ en 2015 y Fratelli tutti en 2020, para mostrar cómo la ética puede ayudar a guiar al mundo hacia la sostenibilidad ambiental y la paz mundial. La nueva encíclica ofrece una profunda descripción de la forma en que podemos actuar allá de nuestras propias familias, comunidades y países para construir el diálogo y la confianza en el mundo.

Entremos entonces en 2021 con un verdadero, aunque cauto, optimismo; comprometámonos para extender los éxitos de la salud pública que logró la región de Asia y el Pacífico, y las nuevas vacunas desarrolladas en EE. UU., Europa, Rusia y China, para beneficiar al mundo entero. Comprometámonos a dejar de lado los odios que perjudicaron la cooperación mundial y unamos fuerzas para superar la desigualdad, la pobreza, la exclusión y la destrucción ambiental que amenazan al mundo. Redoblemos nuestro apoyo a la ONU, para crear un futuro basado en la paz, los derechos humanos y el desarrollo sostenible... y, quienes estamos en EE. UU., comencemos a curar una nación herida y dividida.

*Este artículo se publicó originalmente en Project Syndicate.

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