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Odio orteguista contra migrantes

Habrá que aclarar al mundo que el resto de nicaragüenses no somos ni partidarios de Trump ni de la ley del odio de Arizona

Fernando Bárcenas

23 de noviembre 2015

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La diplomacia es el arte de resolver problemas por consensos, con propuestas donde todos ganen. O bien, donde la propia victoria sea tal que parezca cómo si ha sido predeterminada por los dioses, como necesidad histórica, porque nuestra posición progresiva está en armonía con la objetiva evolución de la realidad. No hay diplomacia, en cambio, cuando un problema simple, que casi no nos tañe, viene enfrentado como una agresión nacional, con violencia excesiva evidentemente gratuita.

Para Ortega, todo problema social es objeto de represión desproporcionada

Si uno saca una pistola para poner a raya a un niño, la carga simbólica del gesto actúa emotivamente sobre el observador, produciendo una reacción instintiva de rechazo y de condena que ningún mensaje verbal puede contrarrestar.

Ortega ha sacado un batallón del ejército, más de mil soldados vestidos con uniforme de camuflaje, con cascos y armas modernas de asalto, como si fuesen a un combate mortal, con la idea bastante tonta de contener con el máximo despliegue de fuerzas militares un contingente de emigrantes cubanos, que acompañados de niños y mujeres transitan penosamente por medio continente rumbo a Estados Unidos. Ante ese ridículo despliegue extremista de fuerzas (del país más atrasado de América que no resulta un destino atractivo para inmigrante alguno), los emigrantes cubanos, como práctica pacífica universal, se sentaron en la carretera Panamericana, y pidieron solidaridad con su éxodo. Ortega, entonces, con la razón perdida, mandó que los antimotines arremetieran contra estos ciudadanos inermes y les disparasen balas de goma y gases lacrimógenos.


¿Qué habrá pensado Ortega? ¿Qué era la ocasión propicia para estrenar al ejército en funciones represivas de policía, de conformidad con la ley de seguridad soberana? ¿Piensa que alguien creerá –en alguna parte del mundo- que este drama humano de los cubanos ponía en peligro nuestra soberanía?

El resultado es que madres desesperadas corrían a campo traviesa con sus niños en los brazos para resguardarles de los gases, mujeres embarazadas escapaban a los lados de la carretera… Nuevamente, la carga simbólica del gesto excesivo e inhumano pone al descubierto la insensatez impune de una camarilla torpe que ha usurpado el poder sin capacidad táctica, sin escrúpulos, sin pensamiento político definido doctrinalmente.

La lógica orteguista del terrorismo de Estado

Ahora, esta torpeza terrorista de Ortega, aunque evidentemente anacrónica, tiene su propia lógica retorcida, ya que proviene de la naturaleza del mesianismo, o del caudillismo ideológicamente vacío, que se debe imponer con brutalidad y fraude porque no se corresponde con los intereses de la nación.

Los métodos militares le son intrínsecos a una dictadura, dado que también en la actividad antisocial hay una dialéctica necesaria entre medios y fines. Sin embargo, el orteguismo agrega un toque personal de arrogancia en el uso desproporcionado de fuerzas. Hay un deleite indecente en movilizar un batallón militar frente al desafío de familias de emigrantes. El burócrata piensa que se puede racionalizar a voluntad el significado de las acciones represivas, y culpa a Costa Rica por su propia torpeza.

La emigración como respuesta humana a la desigualdad de la economía mundial

La disyuntiva de esta época de economía global es: ¡estrategia y planificación planetaria o barbarie!

Los pueblos marginados, condenados a condiciones de ignorancia y de miseria por la irracionalidad del sistema económico imperante a nivel global, que en plena crisis recesiva mundial (producto de la actividad especulativa financiera), aún produce una escandalosa acumulación y concentración de capital en manos de una minoría restringida de la población mundial, con privilegios insólitos y con niveles de consumo indecentes e insostenibles, mientras grandes mayorías carecen de lo necesario, han tomado la iniciativa desesperada de nivelar un poco, por medio de la emigración, la desigual distribución de la riqueza.

Los flujos migratorios a escala continentales son la respuesta extrema a la demanda insatisfecha de oportunidades en regiones del mundo sin perspectivas inmediatas de desarrollo.

Desde el pensamiento socialista, por principio teórico, se comprende que el fenómeno humano de la relocalización de mano de obra en el mundo, con el tránsito multitudinario de familias proletarias desde el tercer mundo hacia las metrópolis, es una respuesta desesperada y valiente a una desigualdad social sin solución. Este flujo migratorio tiene, entonces, un efecto progresivo, no sólo, de carácter inmediato para quienes viven en condiciones infrahumanas, sino, que crea conciencia sobre la asfixiante necesidad de un nuevo orden estratégico mundial, guiado por paradigmas racionales y humanos de sostenibilidad, más que orientados tras la búsqueda de ganancia privada del capital, que se impone al trabajo vivo y a la naturaleza.

En este contexto, el pueblo cubano ha sufrido por más de cincuenta años un bloqueo comercial inicuo, que ha significado una camisa de fuerza para contener con esas correas a la espalda, todos los esfuerzos para desarrollar las fuerzas productivas en la isla. Se ha creado artificialmente, por obstinación desvergonzada de Estados Unidos, condiciones de penuria para doce millones de personas, que sin esas presiones logísticas y económicas de esta guerra sucia en su contra, hubieran podido elevar en mayor grado aún, como hiciera China, los niveles de vida de su población.

Obviamente, es de esperar que buena parte de los ciudadanos cubanos intente emigrar a los Estados Unidos, en busca de oportunidades de trabajo y de vida más acordes con las aspiraciones legítimas de cualquier trabajador.

Solidaridad socialista con la emigración cubana

Con una visión elemental, este flujo humano que busca un destino mejor en la mayor potencia económica de occidente, debe ser visto con simpatía instintiva por los países de Latinoamérica ubicados en la ruta de la esperanza para esta población sufrida. Estas naciones deben abordar, en una conferencia conjunta, cómo facilitar este éxodo humanitario, sustrayéndoles de la explotación de los traficantes humanos, otorgándoles visas humanitarias y proveyéndoles de una red de atención médica, de alimentación y hospedaje, como deber sagrado de hermandad de quienes comparten el destino de la patria grande.

La solidaridad real, con los sectores sociales empobrecidos, tiene un significado incomprensible para quien usa el término por demagogia desde la lógica perversa de un poder corrupto. Ortega enfrenta los problemas humanos, no con humanidad, como harían los nicaragüenses por su idiosincrasia hospitalaria, sino, con represión y crueldad, como si fuese el dueño mercenario del país. Habrá que aclarar al mundo que el resto de nicaragüenses no somos ni partidarios de Trump ni de la ley del odio de Arizona.

Las leyes deben servir al desarrollo humano, o bien, deben ser superadas por la acción humanitaria sostenible. Algún abogado, perdida el alma en la letra muerta de los códigos, hará disquisiciones doctorales sobre el derecho internacional, en lo que atañe al paso fronterizo de personas, incapaz –como Ortega- de comprender que aquí se trata del derecho humano a la igualdad de oportunidades, que ahora cruza al planeta como un fantasma, el fantasma de los desheredados de la Tierra.

Una mano amiga con los emigrantes cubanos en estas circunstancias comienza a construir, de hecho, un nuevo orden jurídico mundial, más humano y más vivo.

Ingeniero eléctrico


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Fernando Bárcenas

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