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¡No más “acuerdos nacionales”!

Humberto Ortega receta otro “acuerdo nacional” sin justicia transicional para que todo se siga repitiendo… en la paz de los cementerios

Se le olvidó otra vez nuestro país

Onofre Guevara López

23 de marzo 2021

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A la persistencia de Humberto Ortega, en torno a su idea de un “acuerdo nacional”, no se le puede favorecer con el sinónimo de perseverancia. Es que, se puede ser persistente buscando cualquier objetivo no necesariamente correcto, mientras que al perseverante se le reconoce su firmeza tras la búsqueda de lo bueno que se propone.

Para empeorar el idílico “acuerdo nacional” de Humberto Ortega (La Prensa, 18/03/21), lo propone para después de unas elecciones libres, hasta hoy veremos, y que supondría hacer borrón y cuenta nueva. Nada menos que posterior a salida de un régimen violador de los derechos humanos, la máxima expresión de toda delincuencia gubernamental.

Ninguna alusión de Humberto en su “acuerdo nacional” a la justicia transicional, reparación y no repetición. En nuestra historia han existido “acuerdos nacionales” perversos para los derechos del pueblo nicaragüense, porque ninguno contempló la justicia transicional, sino la impunidad para la conservación de los privilegios de oligarcas y de políticos aventureros. Tal “acuerdo nacional”, es algo más que un ilusorio propósito político de Humberto Ortega.

II


Así comienza Ortega el párrafo final de su artículo: “Hoy por hoy las elecciones libres aseguran alcanzar un Acuerdo Nacional, para la convivencia respetuosa entre todos, gobernado en paz, plena libertad, ley y orden”.

No requiere de mucho esfuerzo entender lo ilusorio de sus deseos, porque “hoy por hoy”, las elecciones libres, para su hermano Daniel… “andan en la cola de un venado”.

Además, según Humberto, el resultado de unas elecciones libres, no serían para reconstruir el país en todo sentido, sino para repartirse cariño en paz, en plena libertad de los delincuentes, con la ley violada y el orden impuesto a cañonazos.

Y en el glorioso final de su fórmula, dice Humberto:

Convivir: cohabita, coexistir. Desde ya sin presos políticos”.

Una frase como una definición de diccionario y un mágico deseo de libertad de los presos “desde ya”. Muy romántico todo, realista nada. Solo la conclusión ideal de su artículo, en el que resumió (dentro de dos “marcos”) el proceso de negociaciones y los acuerdos de paz, entre el gobierno sandinista y la contrarrevolución.

III

Para nosotros, en la historia, el primer Acuerdo Nacional fue el del 12 de septiembre de 1856, entre liberales y conservadores, para unidos expulsar a William Walker.

Fue un “acuerdo nacional”, al que los nicaragüenses de a pie que morían y obtenían las victorias sobre los filibusteros no fueron tomados en cuenta. Ni siquiera José Dolores Estrada, el general que con sus soldados descalzos derrotó a los filibusteros en San Jacinto fue tomado en cuenta. Cuando se enteró del acuerdo entre oligarcas, no estuvo conforme. Los historiadores consideran que fue por su sectarismo partidario, pero también pudo haber sido por sentirse discriminado por ser un militar salido del pueblo.

En realidad, no fue un acuerdo tan patriótico como se le ha bautizado, sino una tabla de salvación de los oligarcas, quienes, cuando se sintieron desplazados del poder por quien, habiendo sido contratado por los liberales, los conservadores se le habían rendido. Pese a ello, algunos perdieron la vida a manos del invasor mutuamente consentido.

Y llegó “la paz, la ley y el orden”, para los firmantes. Después de pelearse “cívicamente” y de amenazarse con la violencia armada, los conservadores conservaron el poder, y se alternaron en la presidencia durante treinta años.

No hubo justicia transicional. Los responsables de la traición y de las muertes no pagaron sus delitos. Se impuso el orden: elecciones entre oligarcas, sin derecho al voto de la mayoría del pueblo por analfabeta, unos por no tener propiedad y otras, la mitad de la población, por ser mujeres.

Así continuó todo, hasta que los desplazados reincidieron en la violencia para conquistar el poder y los privilegios. Zelaya los derrocó con su revolución liberal, progresista en parte, y dictador represivo durante 17 años.

Los conservadores no habían contratado a los filibusteros, pero pidieron la intervención del ejército estadounidense. Tampoco hubo justicia transicional. Y siempre el pueblo sometido y humillado, bajo la ley, la paz y el orden impuestos por un poder imperial, en complicidad con los oligarcas.

Bajo intervención extranjera… ¿cómo podía haber justicia transicional? Se rebeló Augusto C. Sandino, como representante sentimental de un pueblo desorganizado, y lo asesinaron los nuevos sirvientes criollos de la intervención estadounidense.

Antes de continuar, es bueno tenerlo presente: hubo otros “acuerdos nacionales” perversos, llamados pactos: el de Anastasio Somoza García con Carlos Cuadra Pasos, en 1948; y el del mismo Somoza con Emiliano Chamorro, en 1950. Ambos, fueron los gérmenes del zancudismo político.

Y el “acuerdo nacional” Kupia Kumi (1971), cuando Fernando Agüero, en obediencia a la oligarquía conservadora, lo firmó con el dictador Somoza Debayle. Traicionó al pueblo y quemó las alas como aspirante presidencial, terminando como miembro de una ridícula “junta de gobierno”, sin más derecho que a “sonar la pitoreta” de su carro para hacerse paso en las calles, como se lo dijo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.

IV

Más de cuatro decenios pasaron bajo la dictadura impuesta por los Estados Unidos, con opresión, represión y muerte, más una larga resistencia cívica y militar vencida una y otra vez, hasta la rebelión triunfante de 1979. Y otra vez, nada de justicia transicional.

Los triunfadores, ya los conocimos., y nunca fueron mejor descritos que como lo hizo Pablo Neruda, quien, sin haberlos conocido, conocía a los guerrilleros de otras experiencias. Y tres años antes (1973), poco antes de morir, escribió y los describió:

“Los sobrevivientes de una guerrilla no pueden dirigir un Estado proletario por el solo hecho de ser más valientes, de haber tenido mayor suerte frente a la muerte o mejor puntería frente a los vivos.” (Confieso que he vivido, páginas 382-383).

Neruda no era adivino. Tampoco los sandinistas fueron los primeros guerrilleros de la historia que tomaron el poder a nombre del pueblo, desconociendo las leyes del desarrollo social, histórico, al cual quisieron suplantar con actitudes voluntariosas. Ni los únicos que pretendieron hacer realidad las esperanzas en un futuro libre y próspero para los marginados del progreso material y la educación.

Esa experiencia, fracasó también por la falta de organización política autónoma de los sectores populares, de los trabajadores en particular; por la superioridad económica de los adversarios locales e imperiales que pudieron entorpecer el desarrollo libre para sacar al país de la dependencia y el subdesarrollo.

Se impuso el adversario del exterior con su bloque económico y la financiación de la contrarrevolución armada. Esto, más los errores de conducción, condicionaron la derrota electoral del 90, después de un empate militar, resuelto con los acuerdos de paz. Otro “acuerdo nacional”, en otras condiciones y en otro escenario.

Tampoco hubo justicia transicional para los delitos desde el gobierno y desde la contrarrevolución, por lo cual se produjo la repetición de la dictadura bajo la cual estamos, a causa de traición de Ortega al sandinismo original.

Al margen de estas cuartillas

*El tránsito “a la democracia de los 16 años” para unos, y “de los 16 años de gobiernos neoliberales” para otros, fue un intento frustrado, porque:

*No hubo justicia transicional, sino más bien los delitos económicos de la Piñata, y el “acuerdo nacional” entre Humberto Ortega y Antonio Lacayo…

*Los derechos políticos de los noventa, se acompañaron con la Piñatita que siguió a la grande con nuevos actores…

*Hubo funcionarios corruptos. (Tony Ibarra huyó con diez millones de dólares, cuando apenas comenzaba a desempeñarse como segundo de Antonio Lacayo, en el gobierno)…

*Siguió el negocio turbio con las devoluciones de las propiedades confiscadas…

*La corrupción de gran potencia delincuencial del gobierno de Arnoldo Alemán, quedó impune…

*Daniel Ortega, con el arma del chantaje en sus manos, lo dejó impune, y juntos sabotearon al gobierno de Enrique Bolaños, que, sin ser una maravilla democrática, respetó las libertades públicas…

*Tampoco hubo justicia transicional. Daniel montó su dictadura y la impunidad de que gozó, lograda con malas artes políticas…

*Siguió con el desmontaje del orden constitucional para reelegirse indefinidamente; la domesticación de los órganos del Estado y sus burócratas judiciales, policiales y militares; el corte de las libertades públicas; la represión y los crímenes contra opositores...

*Con las cuatro leyes draconianas remachó las tuercas de su dictadura.

Bajo de todo eso estamos. Y soportando a políticos neardenthales del CxL, opuestos a la unidad en la acción, más las recetas de Humberto de otro “acuerdo nacional” sin justicia transicional para que todo se siga repitiendo… en la paz de los cementerios, la ley del más fuerte y el orden policíaco.


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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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