21 de enero 2021
El siete de noviembre está a la vuelta de la esquina. La gran oportunidad de encauzar pacífica y democráticamente la grave disputa social y política surgida en Nicaragua en abril de 2018, llegará inexorablemente en estos próximos meses. Tanto sufrimiento y tanto dolor producido en aquel trágico mes, debería tener su punto de inflexión ese día. Tantas reivindicaciones contenidas en las protestas de aquellos días, podrían tener su desahogo y su expresión en el voto ciudadano, como debe ser.
Incluso, por que no decirlo, la gestión gubernamental de la que tan orgullosos se sienten los sandinistas, debería confrontarse con la realidad de los sentimientos ciudadanos, ese día extraordinario que es la fiesta de la democracia por excelencia: el día electoral. Es poco tiempo, pero es suficiente para acordar las bases mínimas que lo hagan posible.
Miro a Nicaragua desde lejos, demasiado lamentablemente, y admito la parcialidad de mis observaciones, pero me preocupa extraordinariamente que el desenlace electoral sea un nuevo fracaso y que, por múltiples razones, la oposición no pueda o no acepte participar y la conflictividad interna del país continúe “ad calendas graecas”. Creo que hay demasiada pasividad, retrasos, ausencia de diálogo, continuidad de la represión, más o menos disfrazada, desunión entre líderes y partidos, olvido de la comunidad internacional, más ocupada por otros acontecimientos más importantes, esperanzas exageradas en los cambios USA, .... y los días pasan y los plazos se estrechan. Sinceramente, creo que no podemos perder la oportunidad de que el pueblo nicaragüense hable, recupere su soberanía democrática y decida su futuro eligiendo libremente a sus representantes y a su Presidente.
Oigo a portavoces del gobierno proclamar la fuerza del Sandinismo y la desunión de la oposición. Les veo seguros de su triunfo, confiados en su estructura partidaria y en las bondades de su gestión. Pues más razón todavía para refrendarlo en unas elecciones libres. Si nada temen y si tan seguros están de su victoria, deben confiar en la transparencia electoral y en la igualdad de condiciones para la contienda. Así lo reconocerá después la comunidad internacional y así acabarán las sanciones y las dudas sobre la legitimidad de su poder.
¿Cuáles son las condiciones mínimas del pacto preelectoral?
Lo hemos dicho muchas veces.
- El Gobierno debería presentar la reforma de la Ley electoral a la mayor brevedad con arreglo a las propuestas de mejora del sistema que tanto la OEA como la UE han señalado en sus informes anteriores.
- Los partidos políticos y sus líderes deben tener libertad de presentación y de acción política. Deben cesar las acciones represivas sobre las libertades, cumpliendo con los acuerdos firmados entre el Gobierno y la Alianza Cívica en marzo del 2019
- Debe acordarse la composición del Consejo Supremo electoral.
- Debe aceptarse la observación electoral internacional de OEA y UE
- Depuración y transparencia del padrón electoral
- Libertad de todos los presos políticos y regreso con garantías de los exiliados
Hay quienes cuestionan la candidatura del líder Sandinista apelando al Artículo 147 de la Constitución. Debemos decir, con claridad, que la reelección ha sido admitida por la sala Constitucional del CSJ y solo otra reforma posterior podría restablecer el principio de la no reelección.
En esencia, estamos reproduciendo las condiciones establecidas por la resolución del 22 de octubre de la OEA que establece una hoja de ruta exacta para esta convocatoria. Pero, son también las condiciones que ha venido reiterando la UE desde hace dos años, a raíz de los graves acontecimientos de abril de 2018, que fueron un aldabonazo para el mundo entero sobre la situación política de Nicaragua.
El problema es que, desde octubre del año pasado, las elecciones en Venezuela y en EEUU, los acontecimientos posteriores en ambos países y las respectivas expectativas que generaron para unos y otros dichos acontecimientos, han provocado una parálisis en la situación interna y un cierto olvido en la comunidad internacional sobre la situación nicaragüense.
Las condiciones están claras, pero, ¿Quién las asegura? ¿Cómo evitamos el riesgo de que el gobierno no facilite la reforma electoral o no quiera pactar la composición del Consejo Supremo, o no permita la participación libre de partidos y líderes? Me preocupa, si no se dan las condiciones habilitantes y necesarias para un combate electoral justo, que la oposición se enfrente al dilema del boicot electoral o de una participación en desventaja manifiesta, privando así al país del pluralismo y de la alternancia, que son principios ineludibles de la democracia. La experiencia reciente de Venezuela me aterra, porque perpetúa el aislamiento internacional y suma al país en la división y en el conflicto por mucho tiempo.
Estamos ya en tiempo de descuento. Hago un llamamiento primero al Gobierno para que recupere el diálogo. A la oposición para que negocie y unifique su alternativa. Y a la comunidad internacional para que medie esa negociación. Al Vaticano, cuya influencia en Managua es conocida y bienvenida. A la OEA que estableció las bases del diálogo y tiene la legitimación internacional para hacerlo posible. A la UE, que ha estado y está tan cerca del pueblo nicaragüense, con su Parlamento a la cabeza y con un español sensible a esta causa, dirigiendo su política exterior.
Nicaragua es un país pequeño. No tiene petróleo ni grandes recursos naturales. Pero es un país que nos llenó de orgullo en su revolución, de emociones en su sufrimiento y de admiración en su conciencia política y en su compromiso con la libertad y el Progreso. Nicaragua necesita nuestra ayuda. Siquiera sea para, modestamente, llamar a la conciencia de quienes tienen el poder de hacerlo.
*Fue presidente de la misión del Parlamento Europeo a Nicaragua en enero de 2019