Guillermo Rothschuh Villanueva
10 de febrero 2019
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Decir que Nacho Briones Torres fue un periodista político, no es ninguna novedad. Igual sus compañeros de generación, el periodismo fue su trinchera
Ignacio Briones Torres. Foto: Cortesía | Archivo
Después de ciento treinta y cinco años, la prensa sigue siendo víctima de arrebatos políticos. Pareciera estacionada en el mismísimo lugar. El periodismo que se ejerce actualmente en Nicaragua —igual que ayer— tiene sesgo partidario. No por simple gratuidad. La crisis sociopolítica originada en abril de 2018 continúa. Una de las instituciones más afectadas por las acciones gubernamentales son los medios y consecuentemente los periodistas. El comandante Ortega creyó que para el éxito de su gestión, bastaba la creación de su propio dispositivo mediático, grave equivocación. Con una tradición de lucha histórica los medios ajenos a su influencia política-partidaria no hipotecaron la crítica ni renunciaron a la fiscalización del poder.
El asedio a medios y periodistas se transformó en una actitud hostil. En la medida que la autocensura fue siendo vencida, el gobierno optó por la persecución y agresión. La situación empeoró a partir de abril. Un periodista murió asesinado (Ángel Gahona) y una radioemisora (radio Darío) fue consumida por las llamas. Nicaragua entraba en la lista roja mediática. El último asesinato de un periodista nicaragüense había ocurrido en febrero de 2004. Más de medio centenar de periodistas se han visto forzados a tomar el camino del exilio. Cuatro medios de comunicación —Confidencial, Esta Noche, Esta Semana y 100% Noticias— fueron ocupados por la policía y dos periodistas permanecen prisioneros, Miguel Mora y Lucía Pineda Ubau.
Los dos tomos del Catálogo de Periódicos y Revistas de Nicaragua (1830-1930, septiembre 1992; y 1931-1978, octubre 1993), permiten corroborar el componente partidario que inspiró a la inmensa mayoría de los periodistas nicaragüenses. Ambos textos resultan piezas indispensables para comprobar las prioridades político-partidarias y religiosas que subyacen en su creación. Justo reconocer el aporte sustantivo hecho por Jorge Eduardo Arellano. Él estuvo al frente —en su condición de director y coordinador general— del equipo de trabajo que realizó esta investigación, auspiciada por la Biblioteca Nacional Rubén Darío, entonces dirigida por el profesor Fidel Coloma González. Dos mojones valiosos para seguir los pasos del periodismo.
Nacho inició su peregrinar en las filas del periodismo nacional, en la década de los cuarenta, cuando la prensa partidaria dominaba el escenario. Ejemplo. La Noticia, medio liberal, fundada en 1915 por Juan Ramón Avilés y Novedades (1937) dirigida al inicio por Hernán Robleto, órgano por excelencia dedicado a defender los intereses de la familia Somoza-García y Somoza Debayle. La Prensa, dirigida por Pedro Joaquín Chamorro Zelaya, se ubicaba en el otro extremo: de tendencia abiertamente conservadora. La Noticia fue el medio más influyente hasta los primeros años de la década del cincuenta del siglo pasado. La Prensa comenzó su ascenso a mediados de la misma década, al asumir la dirección Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
El 20 de septiembre de 1956, veinticuatro horas antes que Rigoberto López Pérez segara la vida de Anastasio Somoza García, apareció el primer número de Impacto. Con el ánimo de tomar distancia de los medios libero-conservadores, Nacho puso como lema de Impacto: Medio independiente. ¿De quién o frente a qué? Hizo suyo el pensamiento de Sandino y defendió al campesinado. Estaba convencido de la necesidad de incorporar nuevos temas y actores en la agenda mediática. Una osadía. Si en algo coincidían los dirigentes de las paralelas históricas, era en limitar otras expresiones político-ideológicas que no fuesen las suyas. La prensa obrera era marginal, acosada y mal vista. Incluso perseguida y censurada.
Nacho fue firme impulsor de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap), entusiasmo que se tradujo en un ir y venir, hasta conseguir su fundación en 1976 en Ciudad de México. Tenía clara la necesidad de crear una instancia que se hiciese cargo de la defensa de los periodistas a nivel latinoamericano. Estaba convencido que el indicado para hacerse cargo de impulsar y consolidar la Felap, era el peruano Germán Carnero Checa. Muchísimo antes —en 1951— había recibido una de las distinciones más importantes a las que podía aspirar un periodista centroamericano: la Orden Julius Fucik, otorgada por la Organización Internacional de Periodistas (OIP). Nacho tenía puesta la mirada más allá de nuestras fronteras. Un internacionalista.
La escogencia del 1 de marzo como Día Nacional del Periodista, se debió a que en esa fecha tiene un significado emblemático en la historia del periodismo nicaragüenses: fue fundado el Diario de Nicaragua en 1884. El liberal Rigoberto Cabezas y el conservador, Anselmo H. Rivas, se juntaron para iniciar una nueva etapa en el desarrollo de la prensa escrita. Diario de Nicaragua tuvo vida efímera por divergencias político partidarias. Nacho pensó que el 1 de marzo era la fecha más indicada para homenajear a los periodistas. Creía que el trato que se les dispensaría en el futuro sería más digno y decoroso. Se les reconocería su estatuto profesional. La Escuela de Periodismo tenía poco más de tres años de haberse integrado a la UNAN-Managua.
Nacho intentó relanzar Impacto en 1959, los vientos que soplaban en el Caribe eran de cambio. Inició la aventura un mes antes que Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, lanzara desde Costa Rica la invasión aerotransportada de Olama y Los Mollejones y dos meses antes de las acciones guerrilleras en El Chaparral. Ferviente defensor de la revolución cubana, pensó que el momento era propicio para contar en Nicaragua con un dispositivo informativo favorable a las transformaciones políticas y económicas por las que luchaban distintos sectores sociales, económicos y culturales, opuestos al somocismo. El tercer y último esfuerzo por asentar Impacto lo hizo en 1976. No sobrevivió. Pereció en el intento. El fracaso editorial no amilanó su ánimo.
Al despuntar los setenta del siglo pasado, las luchas emprendidas por la Federación Sindical de Maestros de Nicaragua (FSMN), estaban orientadas a contener los despidos del magisterio nacional. La dirigencia sindical encontró en Nacho un aliado incondicional. Esta Semana servía de tribuna a los maestros. Exponían su sentir y expresaban su rebeldía. Los enfrentamientos contra Antonio Mora Rostrán, ministro de Educación, era cuestión de todos los días. Nacho se solidarizó con los maestros. Canalizó las inquietudes magisteriales. Los enfrentamientos tenían profunda base política. Los maestros Lilly Soto, Silvio Mora, Leonel Delgado, Juan Alberto Enríquez —entre otros— terminaron haciendo periodismo.
Ignacio Briones Torres, controversial, bohemio, oscilante, contradictorio, conversador como pocos, dueño de una amplia biblioteca sobre periodismo nacional, logró que su magisterio alcanzara hasta el presente siglo. Este 2019 se cumplen diez años de su muerte. Nacho jamás dejó de escribir. Su compromiso político fue permanente. Supo reivindicar los intereses populares. No solo conocía la historia del periodismo nacional, también recitaba de memoria distintos episodios de nuestra historia sociopolítica. Daba la impresión que ahí había estado. Nacho hizo periodismo político-partidario. En aquellos años tormentosos —igual que ahora— no podía hacerse un periodismo diferente, ajeno por completo al destino de Nicaragua.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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