30 de mayo 2022
Las relaciones méxico-cubanas desde la llegada de López Obrador a la presidencia sorprenden al más experimentado observador. Resulta extraña la naturalidad con la que el presidente de un país se convierte en vocero del Gobierno de otro país, asume su defensa y divulga sus falsedades; como si eso fuera lo normal en las relaciones internacionales. Por momentos la retórica se asemeja a la de un protectorado y su metrópolis, y no siempre queda claro quién es quién.
La historia de contactos, reuniones, invitaciones y viajes—en una y otra dirección—es extensa. El último viaje fue de López Obrador a Cuba a comienzos de mayo. Allí ensayó una vez más la reivindicación del régimen castrista, ofreciéndose como mediador con Estados Unidos y criticando a la Administración Biden por excluir a Cuba (junto a Nicaragua y Venezuela) de la próxima Cumbre de las Américas.
Pero también firmó acuerdos de cooperación en el área de salud pública, particularmente emergencias sanitarias, la adquisición de vacunas de fabricación cubana y la atención a pacientes con COVID-19. Ello implica reeditar la contratación de médicos cubanos, como ocurrió en 2020 con 588 profesionales de la salud.
Subrayo “profesionales de la salud”, ya que no todos contaban con las calificaciones pertinentes de un “doctor en medicina”, según destacaron en su momento diversas asociaciones profesionales. En esta ocasión se trataría de otros 500 profesionales para cubrir regiones apartadas del país. El presidente López Obrador lo justifica por un aparente déficit de médicos, sobre todo en zonas rurales.
Lo cual no es congruente con lo que informan organismos internacionales. De hecho, el Banco Mundial reporta 4.8 médicos por cada mil habitantes en México. Como dato de comparación, en Argentina se reportan 4 médicos por cada mil habitantes, en los Países Bajos dicha proporción es de 3.5, en Francia 3.2, Reino Unido 2.8, Canadá 2.6, EEUU 2.6.
El problema de México, entonces, no es la cantidad de médicos sino, en todo caso, una pobre política sanitaria. Y en última instancia si la escasez de médicos fuera cierta, existen organizaciones filantrópicas que movilizan recursos para proveer atención médica en situaciones de vulnerabilidad—por ejemplo, Prodie Santé y Doctors of the World—que promueven los derechos humanos, no la vulneración de los mismos.
Las misiones médicas cubanas son la antítesis de la protección de derechos. El personal se recluta por medio de amenazas y presiones políticas. Rechazar ser parte de dichas tareas en el exterior es considerado una falta de “compromiso revolucionario”, con las consabidas consecuencias.
No pueden ser acompañados por todos los miembros de su familia. No se les entrega su pasaporte y, una vez allí, deben realizar funciones políticas si se les requiere, propaganda e inteligencia por lo general. No hacerlo presenta riesgos para ellos y para sus familias en la isla. Y por supuesto agentes de la Seguridad del Estado son parte habitual de los programas, proporcionan el acostumbrado espionaje.
Quienes se unen al programa no son informados del destino, la duración del mismo, ni la compensación que recibirán. Del total del programa solo el 10-15% se dedica a los salarios de los profesionales, muy por debajo del salario de un médico en el lugar de destino. El restante 85% es para el gobierno de Cuba, que se hace de alrededor de 8,000 millones de dólares cada año por este medio.
Ante críticas y denuncias por explotación, el gobierno mexicano afirmó que percibirán el mismo ingreso que los médicos mexicanos, si bien no informó exactamente el monto de dicha paga. De ahí que dichas misiones hayan sido catalogadas como formas contemporáneas de esclavitud, trabajo forzoso y tráfico de personas por la Relatora Especial sobre las formas contemporáneas de la esclavitud y la Relatora Especial sobre la trata de personas, ambas de Naciones Unidas.
Ello a partir de las denuncias formuladas por la ONG Prisoners Defenders basadas en cientos de entrevistas. Dicha organización también ha documentado recientemente que más de 5000 niños están separados de sus padres por haber abandonado estos las misiones, ya que el código penal los considera “desertores” y les prohíbe la entrada a Cuba por 8 años.
Las misiones médicas, por ende, son menos sobre medicina y solidaridad, según postula la narrativa oficial, y más acerca de la política exterior, el control social y la propaganda de un régimen totalitario, una dictadura de 60 años. Haciendo las veces de megáfono de este régimen, el gobierno de México también se convierte en su cómplice.
*Este artículo se publicó originalmente en Infobae.