12 de noviembre 2021
Daniel Ortega quedó más debilitado y deslegitimado que antes con la simulación electoral del domingo. Ahora deberá afrontar no solo mayor aislamiento, sino también nuevas presiones y sanciones internacionales. Las más determinantes serán de Estados Unidos y la Unión Europea (UE), tanto directas como indirectas, mediante sus votos en organismos financieros internacionales. Pero no descartemos la capacidad reactiva y manipuladora del dictador para capear la tempestad y seguir en el poder. Y en su arsenal tiene un arma tan potente como inhumana: sus rehenes, que pueden funcionar, además, como moneda de cambio.
El grupo más visible son los presos políticos, en particular los posibles candidatos y dirigentes políticos, sindicales y empresariales encerrados en las últimas semanas. Pero hay otro, aunque mucho más difuso, que es tan o más importante: la población en general.
La liberación de algunos presos, sobre todo los que ya no representan riesgos, puede ser utilizada para dar la impresión de apertura, traer de nuevo a su redil al gran empresariado, apaciguar tensiones e intentar un nuevo equilibrio que reduzca presiones internas y externas. Es la estrategia de dos (o más) pasos adelante y uno atrás, que en nada cambia los factores estructurales: un excelente rédito.
La enorme vulnerabilidad de la población mayoritaria, por su parte, puede ser utilizada para frenar o atemperar las acciones internacionales que tendrían efecto demoledor sobre el régimen: freno de desembolsos crediticios e, incluso, la posible suspensión de Nicaragua del TLC con Estados Unidos, algo que el Congreso pidió contemplar al presidente Joe Biden. Llegar a esos extremos de eficacia implicaría también un deterioro socioeconómico tan agudo que, además de su impacto humano, podría generar una crisis migratoria de enormes proporciones. Es algo que preocupa mucho a los estadounidenses. Por supuesto, también a nosotros.
Cómo modular el repertorio de sanciones para generar impacto y, como dijo la UE, «seguir apoyando», o al menos no deteriorar más «el desarrollo económico y social de los sectores más vulnerables de la sociedad nicaragüense», es un desafío mayúsculo. También lo será para Ortega, pero en término de rehenes su gran y cruel ventaja es que la vida humana le importa poco.
*Artículo publicado originalmente en La Nación de Costa Rica.