31 de julio 2018
Se ha venido conociendo que los defensores en el exterior de la dictadura Ortega-Murillo desde una izquierda anquilosada, no analizan la situación de Nicaragua como marxistas, sino que la ven a través de su nostalgia por una revolución que años ha, dejó de ser.
Estancados en el pasado como están, expresan algo así: Yo viví la revolución en Nicaragua, y conocí el heroísmo del pueblo frente la intervención imperialista en defensa de su revolución, la que ahora traicionan los intelectuales que atacan a Daniel Ortega.
Creen que la revolución solo sufrió una simple derrota electoral en 1990, y omiten la lucha interna del FSLN entre quienes, por un lado, querían la rectificación de errores y la adopción de una vía democrática de lucha para reconquistar el poder; y por el otro lado, quienes se decidieron por conservar poder económico robando bienes del Estado, so pretexto de darle sustento económico a las futuras luchas políticas para retornar al poder.
Y terminaron sin revolución, pero enriquecidos, lo cual la izquierda mecánica del exterior finge desconocer: que los corruptos encabezados por Ortega volvieron al poder embarcados en la politiquería tradicional, y mediante un pacto entre mafias políticas, lo condujo al poder personal pasó a compartirlo con el gran capital guiado por un programa económico neoliberal, que funcionó a la perfección como una sociedad de beneficios mutuos durante diez años.
La izquierda dogmática, finge no darse cuenta que ese gobierno corporativo se caracterizó por el desmantelamiento del orden institucional hasta convertir al Estado en una maquinaria controlada por Ortega, apoyado por su familia y una élite corrupta de políticos, jefes militares y policiales, aplicó las recetas del FMI y la licitación de la soberanía económica del país, con zonas francas y concesiones onerosas a chinos, compañías mineras y empresas comerciales, principalmente norteamericanas.
La fórmula de la dictadura de Ortega fue: déjenme a mí hacer la política, y ustedes hagan los negocios. No obstante, Ortega también se metió a los negocios y compartió el mercado y las leyes con los empresarios para el desmontaje ilegal de las instituciones. Resultado: un régimen corporativo, neoliberal y corrupto.
Es inaceptable la posición de los nostálgicos de fuera, no solo por desconocer nuestra realidad histórica, sino porque quienes nos consideramos de izquierda y vivimos en Nicaragua, sufrimos nuestra realidad manchada con la sangre de centenares de jóvenes patriotas que no vivieron tiempos de la revolución, pero tampoco vivieron de ella, como quienes ahora los matan para defender su poder y su riqueza personales acumuladas.
La lucha por la justicia y la democracia contra el régimen Ortega-Murillo, no la hacen los intelectuales que pretenden desprestigiar antes los pueblos hermanos, pero ellos son conocidos aquí, y reconocidas sus obras por el mundo, como los intelectuales sandinistas que no les acompañaron en el saqueo del Estado, sino que se negaron a ser comparsas de los parásitos sociales en que devinieron los orteguistas.
Mejor todavía: no acompañan a quienes reprimen y matan a los jóvenes; a los que viven del cadáver de una revolución que también los orteguistas mataron. Esto hace una diferencia abismal entre los Ortega-Murillo y los intelectuales. Y aunque los dogmáticos les niegan el derecho de considerarse de izquierda, al menos estamos seguros de que… ¡nadie los puede acusar de ladrones y de asesinos!
Eclipse de una luna de miel
Lo que se rechaza y se combate del régimen Ortega-Murillo, son las consecuencias de diez años de abusos, de corrupción e impunidad. Los afectados por su último parto –las reformas a la seguridad social— se lanzaron en protesta a las calles el 18 de abril/18, y la represión de las turbas de la juventud orteguista, dando palizas y robando cámaras a los periodistas, se vio esta vez en el centro comercial Camino de Oriente.
Pero también fue la última de las represiones sin respuestas. Y este nada pequeño detalle, lo ocultan los dogmáticos. Al día siguiente se continuó con las protestas universitarias y fue la primera castigada por el régimen Ortega-Murilo con asesinatos, los que, más de cien días después, no han cesado junto a los secuestros y persecuciones contra una juventud en valiente rebeldía, pero desarmada.
Las inconsultas reformas al INSS y los crímenes provocaron la ruptura de la luna de miel de los empresarios con la dictadura y quienes, sumado a los estudiantes y la sociedad civil, forman parte de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. Y aunque ha sido obvia su anterior complicidad con el orteguismo, con su participación en la Alianza Cívica dan muestras de rectificación y decisión de lucha, por lo que se han hecho merecedores de la venganza de Ortega, con la invasión de propiedades y medidas administrativas en su contra.
Esta alianza –hecho inédito en Nicaragua—sigue demostrando firmeza y unidad en esta lucha por la democracia y por la justicia frente a la criminalidad del orteguismo, y el propio ritmo del proceso le exige superar sus niveles de integración y relación con las bases populares, las que les han dado origen y en ellas descansa su fuerza. Esto es más necesario ahora ante la maniobra orteguista de neutralizar a los obispos en la mediación, para darle vida a otro “diálogo” con actores políticos afines.
Despertaron los zancudos
No es extraño que los de izquierdas, solidarios con el dictador Ortega, tengan una visión desenfocada de nuestra realidad actual, que más por la distancia geográfica y el tiempo que media entre la revolución que vieron un día, se la deben a su esquematismo ideológico.
Pero tampoco es extraño, que los políticos de derechas estén afanados por asumir el papel que de forma gratuita les asignó Daniel Ortega, como dirigentes de la insurrección cívica que lo tiene en jaque, muy cerca del mate, y pasaron más de cien días de rebeldía popular, de represión y asesinatos sin que se les viera actuar. Fue cuando vieron que veintiún países miembros de la OEA, el Congreso yanqui y otros gobiernos del mundo condenaron la represión criminal del régimen Ortega-Murillo, que líderes de partidos políticos colaboradores el orteguismo, reclamaron participación en el diálogo nacional, alegando la represión y la muerte de miembros de su partido.
Pretenden no enterarse de que los miembros de los partidos políticos tradiciones son objetos de represión de parte de la dictadura, no por su afiliación partidaria, sino por su participación en la lucha de los sin partido que participan en las actividades de la insurrección cívica nacional.
Los políticos reclaman participación en el diálogo a nombre de la unidad opositora, pero la unidad verdadera no se logra con un cargo burocrático en la Alianza Cívica. Sus declaraciones unitarias no son creíbles, porque comparten curules con el orteguismo en una espuria Asamblea Nacional, donde tampoco se distinguen por hacer una oposición firme frente al poder dictatorial.
Desde el comienzo de la crisis, los primeros en rechazar a los partidos tradicionales fueron los estudiantes y la juventud en general, iniciadores de esta lucha y los que más sufren la represión del régimen Ortega-Murillo. Por fidelidad y respeto por nuestra juventud, no se puede admitir que esos políticos formen parte del Diálogo, donde la Alianza Cívica no lo hace por su propia cuenta, sino por la voluntad y representando al pueblo que salió a combatir en las calles contra la dictadura.
Políticos tradicionales en el Diálogo –si es que este continuará— no fortalecería la unidad, sino que le contaminarían con sus vicios.