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Los puentes que necesitan los estudiantes víctimas de represión en Nicaragua

En Nicaragua estos puentes entre estudiantes, academia y sociedad han sido derribados por la dictadura

La Facultad de Ciencias Médicas condena el actuar del Consejo Universitario de la UNAN-Managua

Elthon Rivera Cruz

20 de mayo 2022

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En el pasado mes de abril, se completó el cuarto año de resistencia de la población civil en contra de la dictadura de Nicaragua y todo el sistema corrompido por el régimen orteguista. Entre todos los sucesos que lamentamos desde 2018 hasta el día de hoy, las atrocidades sufridas por los estudiantes a manos del poderío sandinista siguen siendo hechos que no solo se recuerdan, sino que además se viven cada día; las cifras hablan por si solas: al día de hoy, en Nicaragua se han registrado más de 45 asesinatos contra estudiantes, más de 150 expulsiones universitarias a liderazgos estudiantiles. Unos 37 jóvenes estudiantes han sido presos políticos, de los cuales aún continúan siete en prisión. Las olas migratorias de universitarios es amplia y constante ya que el país no les ofrece las condiciones adecuadas para formarse profesionalmente o bien, muchos de ellos se encuentran en riesgo y deben huir. Por si fuera poco, el régimen ha emprendido una fase más de represión y violación a la libertad académica y a la autonomía universitaria, mediante la confiscación de universidades privadas, exactamente siete hasta la fecha, dominar los centros estatales de educación superior no le fue suficiente.

De este tema se puede encontrar amplia información, los medios de comunicación nacionales e internacionales han dado bastante cobertura porque a nivel mundial lo que el régimen de Daniel Ortega ha hecho contra la comunidad universitaria es un acto sin precedentes que sorprende cada vez que se cuenta a personas y organizaciones que entre asombro y suspicacia tratan de creer o comprender la magnitud la crisis educativa que se vive en nuestro país. Asombro que logré corroborar cuando compartí varias veces de forma tan clara como pude con diversas personas en la Conferencia Mundial del Día Mundial de la Libertad de Prensa 2022 organizada por la UNESCO, en la cual además se abordaron temas sobre la libertad de expresión, artística y académica.

En una reunión a puerta cerrada en la que tuve el honor de participar, ante funcionarios de órganos de Naciones Unidas, representantes de sociedad civil de diversos países, artistas y periodistas, toqué el tema y esta vez no solo como forma de denuncia, sino también para cuestionar las cosas que organismos de la ONU como la UNESCO, pueden hacer para contribuir en el abordaje de la problemática del sector académico de Nicaragua; aprovechando la oportunidad lleve a colación la permisividad que organismos de comunidad internacional tienen ante violadores de derechos humanos no solo de Nicaragua sino también de América Latina. Un ejemplo de esto es la invitación a la Presidenta del Consejo Nacional de Universidades y además rectora de la UNAN Managua, que hizo UNESCO para participar en una conferencia virtual en febrero de 2022, sobre movilidad académica en la educación superior, un tema del que esta representante del Gobierno sandinista solo podría abordar mediante su experiencia en la contribución de la movilidad de miles de jóvenes universitarios, pero no por razones académicas sino por exilio, pues ella es parte de quienes lo han propiciado. Pedí que imaginaran lo que cada estudiante víctima del régimen dictatorial de Nicaragua, pudo sentir al ver a la responsable de sus transgresiones siendo invitada por una organización como UNESCO a hablar de educación, uno de los principales derechos que esta rectora ha violentado.

Considero muy importante estar en constante seguimiento de este tipo de situaciones, que quizá puedan justificarse bajo el amparo de los procesos diplomáticos que las organizaciones internacionales tratan de cumplir, pero que da pauta a una gran interrogante, ¿Qué es más importante, la diplomacia o los derechos humanos? ¿Qué de ambas tiene mayor peso?, es inconcebible que se pasen por alto cosas como estas, pues puede interpretarse o bien como indiferencia o bien como falta de beligerancia.


La UNESCO, siendo el órgano de las Naciones Unidas que vela por la educación, debería tomar más partida en la crisis universitaria de Nicaragua. Recientemente esta organización publicó en sus redes un afiche con la frase: “Las universidades construyen puentes entre estudiantes, academia y sociedad”, lo cual debe ser una realidad, o por lo menos en países democráticos, porque en Nicaragua estos puentes han sido derribados por la dictadura. La población universitaria nicaragüense está en este momento en el borde de un precipicio en el cual no hay puentes sólidos que les permitan cruzar a un lado más favorable donde estudiantes, academia y sociedad se entrelacen.

Son muchos los universitarios nicaragüenses que no han podido dar continuidad a su formación profesional a causa de la represión estatal, porque las puertas se cierran constantemente, hay de por medio, además, otra muralla llamada burocracia que les impide acceder al derecho a la educación superior fuera de Nicaragua, debemos preguntarnos ahora ¿Qué pesa más, la burocracia o los derechos humanos?, hasta el momento la balanza se inclina en dirección inverse a los derechos.

A la comunidad universitaria que ha sido víctima de la dictadura casi nadie la ampara en su lucha por no abandonar la valiosa misión de la educación superior. Son muchas las solicitudes de jóvenes por conseguir una oportunidad educativa y cada vez se suman más, por ejemplo, el caso varios jóvenes profesionales de la medicina que recién egresan de sus carreras y a quienes el gobierno les ha impedido el acceso a competir justamente por un cupo para sus especialidades, tratados con discriminación por no ser adeptos al régimen sandinista, ¿Qué opciones les queda si en su país una dictadura que lo domina todo por la fuerza les impide seguir adelante en su formación profesional?, la resignación o la migración.

Se necesita de mucha empatía para poder comprender los sentimientos de jóvenes que a diario navegan en la web con la esperanza de encontrar algún programa de becas que les permita seguir con sus estudios, la frustración de quienes escriben una carta tras otra pidiendo una oportunidad y que, de respuesta, en los casos en los que las hay, se reciban negativas o abundantes procesos burocráticos que a la larga derivan en un “no”.

No basta con recordar que las universidades son puentes, está bien hacerlo, pero en la práctica se es necesario que se construyan esos puentes, que sean una realidad para todas esas personas que no los tienen en este momento, de lo contrario es como decir que los puentes son importantes para cruzar los ríos, pero es claro que si la gente no los tiene no van a poder llegar al otro lado.

Han pasado cuatro años desde que este segmento de la juventud nicaragüense que se conglomeraba en las universidades ha estado bajo ataques por causas políticas, y en todo este tiempo el llamado sigue siendo el mismo, que la comunidad nacional e internacional no descuide lo que pasa en Nicaragua con la población estudiantil, que la comunidad internacional y sus organismos contribuyan en el acceso a la educación de todas las personas que se han visto arbitrariamente impedidas de sus estudios en Nicaragua.

Sigue siendo la minoría de jóvenes afectados los que han alcanzado un chance para dar continuidad a sus carreras universitarias, ¿a los demás que les queda?, que no se apueste por la resignación o la derrota, para las dictaduras como las de Nicaragua les resulta triunfal el alejar a todos los jóvenes del poder del saber, debemos preguntarnos ¿les dejaremos quedarse con esa victoria o se demostrará el poder de las oportunidades a nivel internacional para que la educación sea una realidad para esta juventud?. Son millones las universidades del mundo, unos cuantos que buscan ayuda para estudiar no deben ser tan difíciles de apoyar.

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Elthon Rivera Cruz

Elthon Rivera Cruz

Estudiante de Ciencias Políticas. Antes estudió Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), de la que fue expulsado por su participación en la Rebelión de Abril de 2018. Se dedica a la investigación social con enfoque en educación superior y derechos humanos a la educación, y derechos de los jóvenes.

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