23 de febrero 2016
Los ojos de Fernando
Los ojos azules de Fernando
Los ojos fijos de Fernando
Llovió en Granada;
un chaparrón en verano
a las 9 de la mañana
el día de su muerte,
el mismo día en que terminó el Festival de Poesía.
Lo que más impresiona a los poetas
que vienen de tantas partes del mundo
es el silencio de las multitudes que llenan la plaza.
Se callan para escuchar poesía:
los que venden raspado, pop-corn, cigarrillos,
las mujeres que venden vigorón en el parque
los que ofrecen sobre una hoja de madera
anteojos oscuros, decenas de ellos.
Gente encopetada
profesionales, niños, familias enteras
callan y oyen con veneración la poesía.
Los ojos dulces de Fernando
Los ojos fieros de Fernando
Pienso en el amor del nicaragüense por la poesía;
Y veo a Ernesto, el gran poeta
y a Fernando, puño en alto, libro abierto, abriendo los ojos de Nicaragua.
¿Cuántos ojos cerrados, ojos para quienes estaba negada la lectura
y la escritura; el mundo mágico de la poesía, de la ficción, de la ciencia, la
matemática se abrieron de par en par en esa, la más importante de las
batallas de la Revolución?
La única batalla de amor que tuvo un general tenaz y transparente
con huestes de adolescentes,
que cantando dejaban sus casas para irse montaña adentro
a enseñar a leer.
Los ojos azules de Fernando
Los ojos dulces de Fernando
Se perdió tanto de cuánto valió la pena de aquella revolución
pero la guerra de Fernando permanecerá en los anales de nuestra historia
como la más grande y la más dulce campaña jamás emprendida
en este país.
Los ojos dulces de Fernando
Los ojos fieros de Fernando
Ni un palmo de tierra para su sepultura, sin embargo, nada pidió para sí
este general. Hizo mutis de la vida pública, callado se retiró a seguir
sirviendo porque su compromiso nunca fue con un partido, fue con Dios y
con sus semejantes. Y con ellos, humilde y tenaz siempre cumplió.
Los ojos fijos de Fernando
Difícil imaginar que ya no lo veremos más. Quisiera invocar palabras
nuevas para decir que su memoria vivirá, que jamás lo dejaremos morir,
pero es muy pronto para pensar en días sin él y prefiero no despedirme.
Prefiero aplaudir, tocar los timbres,
las bocinas, las castañuelas, por cuánto nos dio,
por su hermosa,
generosa vida.
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20 de Febrero de 2016