2 de marzo 2019
Estamos a las puertas de las negociaciones entre representantes de la Alianza Cívica y Daniel Ortega. Ya no se llama diálogo. Es importante que analicemos bien el punto de partida, para ayudarnos a vislumbrar hasta dónde se puede llegar.
Como de costumbre, comencemos por el principio.
¿Por qué Ortega está iniciando estas negociaciones? ¿Por qué hoy y no antes?
Por una razón muy sencilla. Toda su vida se ha especializado en negociar al borde del precipicio. Y ya sintió que el agua le está llegando al cuello. De un lado, está el proceso de aplicación de la Carta Democrática, iniciado en el marco de la OEA. De otro lado, está la amenaza de sanciones por parte de la Unión Europea. Y también está la espada desenvainada la Nica Act con la amenaza de sanciones más fuertes por parte de Estados Unidos. Mientras, la crisis económica y social se agrava, y Ortega no dispone de medios para contenerla.
Pero sobre todo está Venezuela. Ortega se está mirando en ese espejo y sabe, que una salida de Maduro, por la vía que sea, lo dejará a media calle, enclenque y con los focos de la comunidad internacional enfilados de frente.
Si estos son los motivos ¿Significa que Ortega asiste a las negociaciones de buena fe y con ánimo de encontrar una salida de beneficio al país? ¡De ninguna manera!
Seríamos unos grandes ingenuos si creyéramos eso. Más bien, seríamos unos insensatos, unos irresponsables. Ortega tendría que nacer de nuevo para actuar de manera diferente a como ha actuado los últimos cuarenta años.
¿Entonces, qué pretende?
Lo mismo de siempre. Mantenerse en el poder. Poder absoluto. Ese es su objetivo primordial. Y si pudiera, restablecer las condiciones que existían antes de abril. Pero si la presión interna y externa le impiden quedarse tal cual, su objetivo será mantenerse como un factor de poder, es decir, conservar palancas de dominación, como el aparato judicial, la policía, el ejército, para volver a jugar, como en los noventa, a “gobernar desde abajo”.
Pero hay más. Ortega está señalado de delitos de lesa humanidad por los máximos organismos internacionales e interamericanos en materia de derechos humanos. Entonces ¿qué quiere? Quiere impunidad, para él, su familia y para los perpetradores de la masacre. Aunque, no tendría el menor escrúpulo para sacrificar a algunos.
También Ortega es ahora un potentado económico. Acumula una riqueza de, al menos, 2 500 millones de dólares. Por supuesto, está determinado a conservar esa riqueza.
Mantenerse en el poder, conservar sus aparatos de dominación, garantizarse impunidad y conservar sus riquezas. Esos son los propósitos de Ortega. No hay secretos.
Para lograrlos despliega toda una estrategia que incluye gestiones internacionales, propaganda, tácticas de desinformación, sobornos, intimidación y, ante todo, represión. Uno de los pivotes principales de su estrategia es paralizar y someter por el miedo.
Las negociaciones, son parte de su estrategia e intentará transformar en su favor el actual acoso de la comunidad internacional.
¿Qué buscará Ortega con las negociaciones?
Ante todo, confundir y distraer a la comunidad internacional y a los nicaragüenses. Estirará y encogerá con marrullerías y dilatorias e intentará vender un discurso y una agenda a los gringos; otra agenda a los europeos; otra agenda con la Secretaría General de la OEA; otra agenda con los negociadores internos y otra a los nicaragüenses.
Intentará vender concesiones marginales como muestra de flexibilidad y, como es una negociación, exigirá concesiones a cambio.
Con estas estratagemas busca congelar la aplicación de la Carta Democrática y las amenazas de sanciones, y utilizará el argumento que los nicaragüenses nos estamos entendiendo en un proceso de negociación.
¿Qué más persigue Ortega?
Desgastar a la Alianza Cívica. Sembrar la discordia, divisiones y antagonismos entre las fuerzas opositoras. Y ya empezó. Basta ver las redes sociales para comprobarlo.
También persigue sembrar la desconfianza de la población en liderazgos y organizaciones opositoras, inyectar el desánimo y la desmoralización: “No se puede confiar en nadie”. “No hay salida”. “No tenemos remedio”. Eso pretende hacernos creer Ortega. Y esa campaña ya empezó.
Ya lo dijo claramente en su discurso del 21 de febrero. Recordemos: las negociaciones, según él, son para consolidar la paz, la estabilidad y la seguridad.
¿Cuál paz? La paz de los sepulcros. La paz de las mazmorras que han sembrado los grupos paramilitares.
¿La estabilidad de y la seguridad de quién? La estabilidad y la seguridad de su régimen. Porque el pueblo vive en angustia permanente, en inseguridad permanente, sin derechos, sin libertades, sin garantías.
No mencionó para nada la palabra democracia.
Si este es el punto de partida y conociendo las truculencias y falta de escrúpulos de Ortega ¿Tiene sentido asistir a las negociaciones?
Definitivamente, sí. Debemos agotar esa etapa.
Ortega tiene ventajas, pero también presenta grandes desventajas y fragilidades. La sabiduría y habilidad estarán en sacar provecho a esas desventajas de Ortega, en beneficio de la libertad, la justicia y la democracia.
¿Cómo?
Este comentario se hizo muy largo. Les invito a leer el de mañana.