Guillermo Rothschuh Villanueva
8 de septiembre 2019
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La censura exhibe la incapacidad gubernamental de satisfacer los reclamos planteados por distintos actores sociales, políticos y económicos
Era inevitable que los medios entraran de lleno a palestra política. Sus huellas están impresas en la sociedad nicaragüense. Debido a su capacidad de movilización, organización, irradiación, agitación, propaganda y contra propaganda su presencia resulta ineludible. Se vuelven más necesarios cuando los conflictos políticos estallan. Su accionar se torna indispensable en las batallas político-ideológicas. Al exacerbar los ánimos acentúan las contradicciones sociales y políticas que vive un país en determinado momento. Desde mediados del siglo dieciocho su presencia ha sido ineludible para movimientos, alianzas y partidos políticos que aspiraban a obtener resultados exitosos. Su ambigüedad posibilita multiplicidad de usos. Son grandes aliados de las organizaciones y movimientos sociales. No pueden darles la espalda. Su aspiración estratégica consiste en incorporar sus temas en la agenda pública.
No ha existido ni un solo momento en la vida política nicaragüense —desde la creación de los periódicos hasta la aparición de internet— que los medios no hayan formado parte de los estados mayores de las fuerzas beligerantes en sus luchas por alcanzar el poder. La historia contemporánea de Nicaragua podría analizarse siguiendo paso a paso el comportamiento de los medios. El cierre de espacios revela los padecimientos de la sociedad nicaragüense. Un mal que perdura en el tiempo. La censura exhibe la incapacidad gubernamental de satisfacer los reclamos planteados por distintos actores sociales, políticos y económicos. Al no poder contener sus demandas echan mano de este expediente. Un síntoma revelador de la carencia de las libertades de prensa, reunión y movilización. Las fracturas políticas los gobiernos las enfrentan utilizando la censura para acallar voces y lidiar con las querellas ciudadanas.
La condición hegemónica de las redes durante la lucha cívica solo tiene una explicación. Sus diversas cualidades metabolizan la contienda política. Los jóvenes las seguirán utilizando como dispositivo predilecto. Lo crucial es que no pueden ser objeto de censura. Un dolor de cabeza permanente para el gobierno y una cualidad necesaria ante la tendencia histórica de imponer restricciones a los medios. Una juventud comprometida con el futuro de Nicaragua continúa asida a las redes para mantener alerta a la población, informarla y convocarla las veces que crea conveniente. La irrupción de las redes al inicio de las protestas demostró que las infotecnologías seguirán siendo las más codiciadas durante muchísimo tiempo. Las tecnologías de punta determinan el ritmo y dirección de los diferentes dispositivos mediáticos. Al interconectarse generan sinergias. Una potenciación única.
El movimiento estudiantil universitario contagió con su actitud a la sociedad nicaragüense. Cómo ha ocurrido históricamente, fueron gestores y desencadenantes de la revuelta cívica. Nada más que esta vez de orden pacífico. Una particularidad absolutamente diferente a la naturaleza de su participación político-militar a lo largo del siglo veinte. Esta forma de oposición contra el comandante Ortega generó amplias simpatías, logrando integrar como nunca antes, a millares de personas a favor de sus peticiones. En el fondo son similares a los cambios que la ciudadanía nicaragüense venía exigiendo a los gobernantes. Al calor de las protestas los universitarios crearon distintos movimientos. Después del movimiento campesino fueron los primeros en pedir un relevo político en el país. Estaban en sintonía con sus reclamos. En un nuevo contexto histórico han vuelto a ser ejemplares. Visionarios y consecuentes.
A partir del golpe de Estado perpetrado por el general Anastasio Somoza García, contra el presidente Juan Bautista Sacasa (1936), la ofensiva político-ideológica contra el somocismo provenía de los medios impresos. La familia Somoza-García-Debayle, tuvo que hacer frente a la política editorial e informativa de La Noticia y La Prensa. Sus adversarios más sólidos y persistentes. Para contrarrestar sus arremetidas contó con el diario Novedades como aliado principal durante cuarenta y dos años (1937-1979). Se atribuye a Manuel Zurita una expresión que hacía mofa de su eficacia: “Somoza tiene que defenderse de los ataques de La Prensa y la defensa de Novedades”. Cuando las radios empezaron a disputarle hegemonía a los impresos, los opositores hicieron de estos aparatos su principal dispositivo de enfrentamiento contra el somocismo. No por eso dejaron de combatirlo a través de medios impresos. Solo se produjo un reacomodo.
En un país con altísimos niveles de analfabetismo, la radio llegó a ser el medio más apetecido por la clase política. Conocedor de su importancia —debido a su alcance e incidencia en el ánimo de los oyentes— Pedro J. Chamorro Cardenal suscribió una alianza con Manuel Arana Valle, propietario de radio Mundial, la de mayor arraigo en la historia de Nicaragua. Durante un buen trayecto leyó a las 5 PM, el editorial del día de La Prensa: un fustigamiento acre contra el somocismo. Para frenar las políticas informativas de las radios, Luis Somoza emitió el Código de Radio y Televisión (1960), conocido como el Código Negro —por su proponente— el ministro de Gobernación, el negro Julio C. Quintana. Un instrumento represivo para imponer multas prohibitivas a los dueños de radios. Circunscritas al Pacífico y a la región Central-Norte, las radios eran las encargadas de modelar los afectos y desafectos de los nicaragüenses.
En su lucha por desterrar el somocismo, los sandinistas tenían que asaltar las radioemisoras, era la única forma de llevar sus mensajes al pueblo nicaragüense. En dos ocasiones —mediante la toma de la casa de José María Castillo (1974) y del Palacio Nacional (1978)— obligaron al régimen a leer sus proclamas políticas. En otro momento ocuparon las instalaciones de la Mundial y Corporación. Las más escuchadas. La Mundial contaba con una cadena de repetidoras en León, Chinandega, Estelí, Matagalpa y Jinotepe. En la etapa final de la lucha insurreccional contra la dinastía, fundaron en Costa Rica radio Sandino. Las experiencias exitosas de radio Rebelde (fundada en la Sierra Maestra por el Che Guevara) y La Voz de Argel, calaron en su ánimo. La Sandino fue un formidable dispositivo para arengar a las fuerzas guerrilleras, como también para motivar y obtener apoyo de los nicaragüenses.
La radio fue también el soporte tecnológico utilizado por la contrarrevolución contra el sandinismo. En 1987 pusieron al aire radio Liberación (1,520 khz), siendo la primera vez en la historia que un movimiento contrainsurgente utilizaba la onda media en sus transmisiones. En 1988 fusionaron la programación de las radios 15 de septiembre y radio Liberación. La creación del Sistema Radial de la Resistencia Nacional, permitió a la Contra incrementar el uso de frecuencias en onda corta. Transmitían indistintamente en los 5,930, 6,210 y 62015 Mgz, en la banda de 49 metros. La Contra también contaban con radio Impacto que transmitía desde Costa Rica. Los insurgentes se asistían del dispositivo tecnológico más desarrollado, poniéndose a salvo de la censura. El sandinismo invirtió esfuerzos y recursos para tratar de interferir sus transmisiones. Su afán obedecía a que no deseaban que fuesen escuchadas.
Con el regreso al poder del comandante Ortega, la familia presidencial fortaleció su presencia en la radio y la televisión. Definieron su política de comunicación como incontaminada, con la intención de obviar a los demás medios de comunicación. Compraron Canal 8, se autoadjudicaron la frecuencia de Canal 13 —ya contaban con Canal 4— y sujetaron Canal 6, el canal estatal. Los gobernantes creyeron que con esto bastaba para ganarse a los televidentes. Como Telcor se ha negado a responder las solicitudes pidiéndole los nombres de los dueños de las radioemisoras, resulta imposible determinar cuántas emisoras son propiedad de la familia gobernante. Aunque la familia presidencial olvidó un hecho cierto: los medios oficiales y oficiosos no gozan de mayor audiencia. Incapaces de formular críticas, su gestión se reduce a exaltar el discurso de quienes detentan el poder político. Sus políticas informativas son demasiado elogiosas.
La televisión nació en 1956 bajo otros parámetros, su involucramiento contra Somoza Debayle ocurrió en los años setenta. Extravisión, el telediario de canal 2, dirigido por Manuel Espinoza Enríquez, cuestionaba al régimen. La integración beligerante de la televisión en las disputas por el poder, ocurrió durante la campaña electoral de Violeta Chamorro y Daniel Ortega (1990). Con el retorno de Ortega al poder (2007), la parrilla televisiva había crecido. Ya no solo eran dos canales, (2 y 6). La defenestración de Carlos F. Chamorro de la dirección del diario Barricada, lo llevó a fundar el programa televisivo Esta Semana; junto con Esta Noche, Noticias l2 y 100% Noticias, impugnaron desde abril de 2018, la legitimidad del gobierno. Acción 10 empezó a jugar un papel crítico. Los canales de la familia gobernante (Canales 4, 8 y 13), más el noticiero Multinoticias (Canal 2) y Canal 6, asumieron su defensa.
No debe extrañar entonces que las redes —siendo el dispositivo mediático más desarrollado — hayan sido seleccionadas por los jóvenes como las plataformas predilectas en su rebeldía contra el comandante Ortega. Su utilización demuestra una vez más que los medios más desarrollados (esto no excluye a los otros), son los primeros en ser incorporados en las luchas por el poder político en Nicaragua. Desde abril de 2018 las redes reafirmaron su condición hegemónica. Movilizan, convocan, critican, hacen mofa y no cesan de cuestionar y deslegitimar a los gobernantes. Son aliadas insustituibles para la toma de conciencia de sectores tradicionalmente refractarios a participar en la lucha política. Aún con sus excesos las redes han sido claves en la toma de conciencia de los nicaragüenses. Son los dispositivos necesarios en búsqueda de la democratización. Un salto adelante en la lucha mediática.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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