17 de mayo 2018
Pensamos en un Diálogo que acabo transformándose en un increpante palomar. Llegaron palomos y palomas de todas partes, y a pesar de las intimidantes figuras de la pareja de buitres, las aves no callaron su incesante murmullo de protesta y desaprobación.
Estaban los buitres entre dos miradas recriminatorias y dos voces, distantes en el tiempo, sólo en apariencia, como comprobábamos eufóricos. Las intervenciones mesuradas y frontales del sabio doctor, en representación de la sociedad civil, no le quitaban un caite a las apasionadas y épicas del recién llegado palomo, representando al nuevo palomar. Estaban pues los buitres entre el búho y el palomo. Yo tan sólo soy el cronista de algo que comenzó el 19 de abril de este 2018, y que continuando en este llamado diálogo hoy 16 de mayo, algún día titularemos “Cuando los buitres no quieren irse”.
Ante las recriminaciones y sólidos argumentos de la concurrencia, el buitre, con la complacencia de su consorte, prácticamente se defendió diciendo, que no habían sido tantos los 60 asesinados de abril y mayo en lo que va del 2018, ya que cuando la guerra deliberación que culminó su primera parte en 1979, habían sido cincuenta mil los muertos.
De manera que uno no tiene otra cosa que concluir, que para que el presidente y su consorte acepten el presente genocidio, del que son culpables, debemos de esperar pacientemente a que sean 50,000 los asesinados. Es hasta entonces que los buitres, desde que se inició esta insurrección, pensarán en irse de Nicaragua con sus hijos y todo lo usurpado. El planteamiento bélico del buitre, que refleja su participación en el pasado, es que esta es una guerra entre dos facciones. Una misteriosa, pues se niega darle su paternidad (tal vez sólo tenga maternidad), y la otra de universitarios que se matan entre ellos. De manera que los muertos, todos los muertos que quieren la paz, gozan y gozarán de la paz de los muertos.
A fin y al cabo la presente será una guerra de muertos contra muertos. Los muertos que nunca reconocerán ser los asesinos, y los muertos que con sus muertes exoneran a sus asesinos. Se trata de una nueva estrategia militar de la pareja presidencial, ante el murmullo del palomar. Es como una cuenta regresiva al pasado. El sabio doctor le recordaba al buitre que vivimos en un presente que no debe nacer de una constitución que el Presidente hizo a la medida de sus ambiciones. El buitre respondía con una retórica demencial, llena de arsenales de armas en la UPOLI y de una policía que siempre será obediente al mandato de proteger asesinos materiales de quienes quieran una paz, pero con libertad.
El búho y el palomo están claros de esta situación. El búho con su experiencia y el palomo con su pasión, han resumido en el “primer día del diálogo”. Soy tan sólo el cronista de un desenlace que ansío sea de paz y no de guerra. Pero los buitres no quieren irse y falsean palabras y hechos. Y si eso se falsifica, se toma el camino errado.
El camino hacia una nueva guerra, sólo la desean dictadores que se aferran al poder, aunque corra “sangre de hermanos”. El camino hacia la paz lo señala el palomo que le dijo en su cara al dictador cual era ese camino. Ese palomo sí tiene huevos, dijo todo el pueblo. Y mientras una muchacha
--palomita de Dios-- le leía al dictador la lista de cada uno de los nombres de los asesinados que el buitre decía no existían, sucedió algo simple y extraordinario: Ante la enumeración cada uno de esos nombres sagrados dichos a viva voz, todo el palomar ahí presente, desde sus almas respondían: ¡Presente!
Hoy dichosamente fui tan sólo un cronista amigo del búho, y aprendí que el mañana es un palomo.