19 de julio 2024
La poesía que alguna vez escribió Rosario Murillo, padeció desde el inicio de exceso. No sabía cuando detenerse en sus imágenes y metáforas, las ensartaba una tras una como cuentas de un collar sin fin.
El exceso es el alud de abusos y dislates que marcan la Nicaragua que este 19 de julio rememora la derrota de Anastasio Somoza en 1979.
Hay exceso en sus abalorios, exceso en sus tarimas enfloradas, exceso en su árboles de lata. Su exceso, por desgracia, no se limita a eso. Es excesiva en sus rabias, en sus animadversiones personales, en su afán de control, en su crueldad manifiesta contra quienes osan tener opinión propia y proponer otras alternativas para el país.
Ella es la maestra de títeres, la imagen triste y crispada de quien llegó al poder por pactos sin escrúpulos sacrificando carne de su carne y sangre de su sangre. Jamás tendría en sus manos el país por derecho propio. Esposa de un ser necesitado de quien le organizara la vida y el trabajo, creó el tinglado para subirse como mano derecha de Daniel Ortega y convertirse en la ejecutora de designios que si ambos comparten, ella sabe cómo llevarlos a cabo con los excesos que le son propios.
En estas semanas anteriores al 19 de julio, esa fiesta que ella ha reinventado como la apoteosis del poder de su familia, la hemos visto en todo el esplendor de su exceso verbal.
El diario La Prensa, que sigue en digital al ser despojado de todo por el dúo, reporta que el 15 de julio, en un solo día, ella usó los siguientes epítetos para referirse a quienes se le han opuesto: “desalmados, cachivaches caducos, diablos de zacate, virecos del alma, chuecos, ciegos, sordos, cacrecos del corazón, derrotados, llenos de maldad, avinagrados por el odio, decrépitos, fracasados, tragamonedas del imperio, mendrugos”
El 18 siguió con sus diatribas advirtiendo al gran grupo que envió al exilio, y que incluye altos prelados de la Iglesia católica, de que “no se atrevan a tocar nuestro suelo, nuestra sagrada geografía” declarando que somos parte, por “traidores y cobardes”, de los“enemigos de la humanidad” que “vendieron a su pueblo” etc, etc.
No puede uno evitar preguntarse sobre ese reiterado, inacabable encono contra quienes, según ella, están derrotados, decrépitos y fracasados. No pasa un día, en sus alocuciones cotidianas a medio día, en que no lamente y califique con falsas acusaciones las enormes manifestaciones y demostraciones que, desde abril de 2018, exigían su renuncia. Podría pensarse que ella, que sabe manipular, atiende rigurosamente el precepto comunicativo de las noticias falsas de que “una mentira repetida suficientes veces se convierte en verdad,” pero su nivel de agresividad es revelador.
Si lo sumamos a las constantes defenestraciones de ministros y gente de sus círculos, conocidas por su “lealtad” al régimen, podemos especular que Madame Murillo está cada día más consciente de que su poder existe “en alitas de cucaracha” La sensación de asedio que se nota en sus palabras, no solo está provocada por quienes no callamos, ni callaremos de denunciar la atroz tragicomedia que ella y su marido escenifican, sino por las crecientes dudas que parece percibe, entre sus adeptos, sobre su peculiar estilo de ejercer el poder.
A medida que pasa el tiempo, es obvio que no ha logrado, ni logrará desterrarnos de su mente y sus pesadillas.
Es cómico, si no fuera por su poder destructivo, verla irse convirtiendo en un personaje de ficción, una exaltada cuyos excesos la hacen cautiva y víctima de su ambición.