14 de marzo 2021
La unidad es un tesoro, es lo más valioso para un pueblo que resiste con dignidad y valentía ante una insoportable dictadura cruel, despiadada y corrupta. La unidad es lo máximo, el arma que vuelve indestructibles a los pueblos en su lucha por la libertad. La unidad es “el Santo Grial”, es “El Dorado”, es el sueño más hermoso que puede tener una ciudadanía que quiere cambiar drásticamente su historia y establecer un régimen institucional, democrático, de respeto a las leyes y los derechos humanos.
Por eso es lógico, comprensible y coherente, que la principal tarea en la que se ha empeñado la dictadura de los Ortega-Murillo especialmente en el último año, es en torpedear la unidad, impedirla a toda costa utilizando todos los enormes recursos materiales y humanos que tiene, incluyendo un intimidante catálogo de sus experimentados agentes de la seguridad del Estado, capaces de causar inesperados cambios de bando, de causar súbitos retiros, raros giros de posiciones, etcétera.
Para el régimen no hay tarea más importante y urgente que sabotear la unidad, que ponerle cascaritas de banano para que se resbalen los que en la oposición azul y blanco están trabajando fuertemente para conseguir esa unanimidad a la que tanto le teme el orteguismo. Desbaratar la unidad es su propósito estratégico.
La dictadura es una terrible anomalía, una enfermedad, algo anormal y fallido, como una purulenta infección que amenaza con terminar la vida y que salta fuera de los parámetros de análisis sobre lo lógico y racional, y entra al mundo de la locura, como la orden perversa de “¡Vamos con todo!”, que produjo más de 300 asesinatos en la represión a la juventud que se levantó en abril del 2018.
Los Ortega-Murillo están enfermos, sedientos de poder y no están dispuestos a dejarlo, ni siquiera han puesto en juego el poder en los últimos comicios en Nicaragua, porque en su mente insana solo tiene sentido perpetuarse en el control y dominio absoluto de nuestro país, de todos los poderes del Estado, de las fuerzas armadas, de las organizaciones sociales y de las alcaldías.
La familia dictadura no quiere soltar el poder, ni siquiera puede imaginarse fuera de él porque su soberbia se lo impide y porque sus negocios corruptos, ilícitos, utilizando como palanca al Estado, les parece la única forma de vivir. No quieren dejar sus millones y tampoco dejar de seguir acumulando capital y poder en detrimento de las necesidades del pueblo nicaragüense.
Su apego enfermizo al poder y su desprecio a los Derechos Humanos, los hace actuar a sangre y fuego, de manera constante e inclemente. La unidad amenaza su poder y sus ansias desmedidas de continuar aumentándolo y ejerciéndolo, por eso ven la unidad como un gran peligro, quizá como lo único que pudiera lograr sacarlos del poder. En medio de su insanidad saben que en elecciones libres serían barridos por el voto azul y blanco.
En su demencia los Ortega-Murillo identifican a la unidad como algo letal, como Supermán a la kryptonita verde. Saben que la unidad los destruiría, no están dispuestos a permitirlo jamás y por eso están moviendo los hilos más duros, fuertes y algunos sofisticados, para quebrantar los esfuerzos unitarios. Ellos son capaces de todo, son expertos en confabulaciones y conspiraciones, en armar situaciones y hacer cambiar el curso de los ríos.
Estratégicamente, la dictadura está derrotada porque nadie ni nada puede cerrar el ancho y profundo abismo que sus asesinatos para contener el estallido social crearon entre ella y la mayor parte de la ciudadanía. Es una brecha que no se puede cerrar. Lo único que los sostiene son las armas, por eso reprimen, por eso aprueban leyes terroristas. La unidad ciudadana sintetiza esta situación que identifica el nudo del problema.
Si una fuerza política supuestamente opositora se opone a la unidad y la sabotea, rechaza los puentes hacia la unidad que tienden las organizaciones azules y blancas y que incluso trata de descalificar a estos genuinos opositores, por lo menos es sospechosa de ser agente de la dictadura.
En las actuales circunstancias, sabotear la unidad es hacerle el juego a los Ortega-Murillo, es sumarse a los esfuerzos extraordinarios que realiza el orteguismo para impedir la unidad. Pudiera ser también que esto sea un movimiento del orteguismo, ¿por qué no? Sabemos los hilos que mueven para que algunas cosas sucedan, así que lo menos que podemos pensar es que los tienen agarrados con varios asuntos y que están manipulándolos para que actúen de esa forma contra los esfuerzos unitarios.
Oponerse a la unidad es algo criminal contra la ciudadanía y contra el deseo legítimo de los nicaragüenses de tener un país decente, gobernable, con alternancia en el poder, con funcionamiento de las leyes y con supremacía de la institucionalidad sobre los intereses personales. Estos enemigos de la unidad deben ser caracterizados como lo que son para que reciban la repulsa nacional a la que se están haciendo acreedores y, sobre todo, para que no puedan ejecutar la orden que han recibido de parte de la dictadura.