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Los duelos del antiobamismo

Para los extremistas, Obama no representa un gobierno demócrata, sino un imperio del mal

El presidente de EE.UU. Barack Obama (i) y su homólogo de Argentina Mauricio Macri (d) observa un espectáculo de tango durante una cena de gala hoy, miércoles 23 de marzo de 2016, en el Centro Cultural Nestor Kirchner en Buenos Aires (Argentina). EFE/David Fernández

Rafael Rojas

30 de marzo 2016

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Los viajes de Barack Obama a Cuba y Argentina ofrecen algunas lecciones a la izquierda y la derecha americanas que, lamentablemente, los extremos de una y otra no podrán asimilar. Quienes piensan las relaciones internacionales a partir de la premisa del realismo saben que los intereses no están reñidos con los valores o los principios. La izquierda o la derecha radicales, en cambio, no llegan a la política desde la ideología, como generalmente se cree, sino desde el afecto.

En Estados Unidos, el conservadurismo extremo rechaza la política de Obama hacia América Latina porque considera a sus vecinos del Sur como amenazas. América Latina es tierra de dictadores o de migrantes, que buscan trastocar la identidad nacional y el modo de vida de los estadounidenses. Los latinoamericanos no son vecinos, son enemigos, reales o potenciales, con los que no hay que tener libertad de comercio ni trato justo. Donald Trump y Ted Cruz explotan el sentimiento de duelo de muchos ciudadanos de Estados Unidos, cuando identifican al migrante con el asesino, el delincuente, el violador o el ladrón de puestos de trabajo.

En la extrema izquierda latinoamericana, aquella que en La Habana o en Buenos Aires se manifiesta contra la visita de Obama —con la diferencia de que en Cuba se manifestó después que Obama se fue, a través una batería penosa de artículos y editoriales en la prensa oficial—, también se piensan la política y las relaciones internacionales desde el duelo. Para esos extremistas, Obama no representa un gobierno demócrata que está de salida sino un imperio del mal que siempre hará daño a América Latina.

En esas izquierdas, la historia es memoria y la memoria es duelo. El pasado es una suma de infortunios causados por Washington, que nunca serán superados, aunque el presidente de Estados Unidos los reconozca o pida perdón por ellos. Obama es, para el extremismo de la izquierda latinoamericana, un político peor que Ronald Reagan o George W. Bush porque representa el mismo mal disfrazado de bondad y risa cordial. Recibirlo con respeto sólo puede ser obra de la claudicación de Raúl Castro o del entreguismo de Mauricio Macri.


Si la historia es memoria y la memoria es duelo, Obama debería pagar por los “daños del bloqueo” y por las víctimas de la dictadura argentina. La única relación posible con un enemigo que ha causado tanto sufrimiento es la justicia, por reparación o por venganza. Para que haya una relación respetuosa con Estados Unidos, que reporte ventajas comparativas, el “imperio” debe ser puesto de rodillas o en el banquillo de los acusados.

Obama, piensan los dolientes, no debe corregir la política de Estados Unidos hacia América Latina —no hay manera de corregir lo que, por principio, es antagónico— y mucho menos debe rendir honores a sus propias víctimas. Tampoco debería vaciar de contenidos el embargo comercial a Cuba ni pedir su derogación definitiva al Congreso. Lo único que podría reivindicarlo ante América Latina es que meta en la cárcel a todos los cómplices de las dictaduras latinoamericanas en Estados Unidos, empezando por Henry Kissinger, y que pague a Cuba la cantidad que el gobierno de la isla reclama por daños del “bloqueo”.

En el relato del duelo sólo caben dos personajes, la víctima y el victimario, y en la cultura política del nacionalismo estrecho el culpable es siempre el enemigo externo. El duelo impone una racionalidad rígidamente binaria, incapaz de comprender el sistema de las relaciones internacionales o de tolerar los protocolos diplomáticos. Obama, piensa la extrema izquierda, no debió viajar a Cuba y a Argentina: su visita sólo ha servido para abrir más las heridas.

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Rafael Rojas es es autor de más de quince libros sobre historia intelectual y política de América Latina, México y Cuba.

Este artículo fue publicado originalmente en Infolatam.


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Rafael Rojas

Rafael Rojas

Historiador y ensayista cubano, residente en México. Es licenciado en Filosofía y doctor en Historia. Profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de la Ciudad de México y profesor visitante en las universidades de Princeton, Yale, Columbia y Austin. Es autor de más de veinte libros sobre América Latina, México y Cuba.

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