14 de noviembre 2018
El Bolero de Ravel es una pieza musical única, sobre todo porque con una vez que se escuche basta para toda la vida. Esa obra comienza con una melodía suave y va cambiando de tono hasta convertirse en un ruido insoportable. Así han sido las decisiones en esta crisis financiera. Los banqueros fueron subiendo de tono en cada decisión, respondiendo a las consecuencias provocadas por el conflicto de derechos humanos.
Los bancos primero cortaron los créditos por invitación, dejaron de ofrecerlos y a quienes habían aceptado les dijeron que las condiciones habían cambiado. Luego cancelaron los ya aprobados y así hasta llegar a restringir prácticamente todos los créditos. La fuga continuaba y trataron de poner freno al menos a los certificados aun no vencidos. Este conjunto de decisiones de los banqueros, inversionistas y ahorrantes describe la primera fase de la crisis financiera.
En esa primera fase los bancos pasaron seis meses sin generar ingresos, entregando depósitos y honrando certificados, sin poder recuperar de verdad lo prestado e incurriendo en los costos operativos que incluyen una planilla de más de ocho mil colaboradores. Fuentes cercanas estiman mermas en los activos de $686 millones de dólares. Los bancos han sorteado con agallas esta primera parte y para sorpresa de muchos las ocho instituciones financieras aún están ahí.
Las calificadoras como Standard & Poor y Moodys han pasado a sala de observación negativa a todos por igual. Fitch Ratings valora igualmente la situación general pero se detiene en dos bancos en particular. Al bonachón del Banco de Finanzas (BDF), el que más casas ha financiado Fitch Ratings sustenta su observación indicando que “bajo ciertas circunstancias, podrían aumentarse los riesgos de transferencia y convertibilidad, lo que reduciría la capacidad del banco de utilizar el soporte de Grupo ASSA en forma oportuna, en caso llegase a requerirlo” Al buen entendedor pocas palabras. Esta misma agencia sugiere riesgos sobre el Banco de Fomento a la Producción (BFP) puesto que el fondeo de esta casa bancaria proviene exclusivamente del Gobierno a través del Ministerio de Hacienda. El riesgo reside en que en su ley creadora el Estado no será garante de las obligaciones contraídas por este banco.
En la segunda fase de la crisis financiera hay dos retos que superar, la buena noticia es que a nadie toman por sorpresa. El primer reto es la entrega de fondos de certificados con vencimiento en noviembre y diciembre. Estos últimos sumarán unos US$ 644 millones de dólares. El segundo obstáculo es el saneamiento de la cartera crediticia. Las reestructuraciones que maquillaron la realidad llegan a su fin. Ya es obligación declarar cuánto realmente está perdido, igual de obligatorio es provisionar con patrimonio bancario el monto total de las pérdidas. Si el daño fuese de solo un 25% de la carteta total, para provisionar se requieren unos US$ 1,200 millones de dólares.
A pocos les sorprende que en medio del derrumbe bancario aparezca una nueva crisis, la burbuja inmobiliaria. Para junio todas las propiedades habían perdido el 30% de su valor. La cámara de valuadores de Nicaragua determinó ese mes, reducir en ese porcentaje el valor de todos los bienes inmuebles. De forma paralela la Superintendencia orientó a los bancos actualizar avalúos de miles de propiedades en hipoteca. El cierre de este proceso contable cuantificará la explosión de la burbuja. Afectados están todos los bancos, puesto que guardan como garantías a créditos otorgados las ahora devaluadas propiedades inmobiliarias. Los bancos tienen dos opciones, solicitar a los miles deudores efectuar depósitos para compensar la nueva prima o ser realistas y emitir de forma automática créditos complementarios para este mismo fin. Una emisión crediticia de esta envergadura se ajusta a las últimas reservas del Banco Central reportadas el 30 de septiembre.
El rescate al sistema financiero podría estar en el orden de los US$ 3,500 millones de dólares, se terminan de cancelar los certificados, se provisionan las pérdidas crediticias y lo más importante se emiten fondos de compensación a las garantías hipotecarias. Que el Banco Central lidere este rescate al sistema es poco probable. No parece disponer de las mismas reservas que de forma transparente publicó hace un mes y tiende ocuparse más de la estabilidad fiscal que monetaria. El gobierno tampoco puede salir al rescate, los riesgos relativos a sanciones financieras, derivados del conflicto de derechos humanos, lo han distanciado del acceso a fondos multinacionales.
La crisis que enfrentan los bancos en Nicaragua es inédita en la historia financiera. Fue provocada por un conflicto de derechos humanos, agravada por la explosión de la burbuja inmobiliaria, carece de instituciones nacionales que lideren el rescate y por tanto tampoco dispone de acceso a fondos multinacionales. Para los socios externos de cada banco es muy difícil calcular hasta cuánto pueden aportar a la salvación sin ser contagiados por el desplome y más complicado es determinar cuánto tiempo falta para la solución al conflicto. Sin montos aproximados ni tiempos esperados, cualquier banquero del mundo ya tiene su respuesta.
La banca privada aun cuenta con acceso al mercado financiero internacional, una emisión de bonos de rescate bien podría encontrar inversionistas, el requisito para la oportuna colocación de estos valores es la emisión paralela de alguna leve señal, de que este conflicto avizora una solución.