24 de julio 2021
Daniel Ortega, en su discurso del 19 de julio, 2021, dijo que no hay artistas imprescindibles. En un país como Nicaragua, cuyo héroe más celebrado es un poeta, un país que ha producido música, pintura y una de las literaturas más vigorosas del continente, es una pena que su presidente diga semejante cosa.
Soy parte de esos artistas prescindibles según Ortega, pero esto no se trata de mí. Se trata de una realidad que no se puede tapar con un dedo. La música de los Mejía Godoy, la pintura del grupo Praxis, la poesía de Ernesto Cardenal, de Carlos Martínez Rivas, de Michele Najlis, de Ana Ilce Gómez, la obra de Sergio Ramírez, no son prescindibles porque son parte de nuestra identidad. Así como nuestro orgullo patrio lo marca Darío; la creación nicaragüense en las artes nos distingue en América Latina, como un país privilegiado.
Nicaragua es su historia y dentro de su historia, su arte es uno de sus legados imperecederos que este país le ha hecho a Centroamérica y al español.
Estaba leyendo hoy la posición de Silvio Rodríguez que pide amnistía para las personas encarceladas desde el 11 de julio en Cuba.
Hablar la verdad al poder también ha sido una fuerza del arte. Puede que Silvio no pueda jugarse el todo por el todo. Creo que jugárselo dos veces en un lugar como Cuba debe ser muy difícil, pero sus palabras pesan. No me digan a mí que Cuba puede prescindir de Silvio, de Pablo Milanés, de sus grandes poetas y pintores.
Igual que Cuba, Nicaragua crece en las canciones, en los libros, en las pinturas y manifestaciones artísticas. Es una señal de enfermedad del alma cuando la cultura se vuelve objeto de desprecio del poder porque no piensa como éste.
Es corta la visión que acusa a sus propios artistas de ser élites o egocéntricos cuando son embajadores y portadores de la historia y la abundancia de la tierra que los vio nacer. Si son buenos artistas, el arte los trasciende a ellos mismos y hasta a sus defectos.
La masiva rebelión del 11 de julio en Cuba le debe mucho a la valentía del Movimiento San Isidro, de los artistas que se instalaron frente al Ministerio de Cultura, y sobre todo a esa poderosa canción Patria y Vida. Esa canción nombró la opresión de la situación de la mayoría. Atreverse a nombrarla fue el primer paso para que otros se atrevieran.
Así fue en nuestro país. El somocismo también fue derrotado con poemas, canciones y arte. Habría mucho que decir sobre esto, pero no quería dejar de hacer al menos esta breve reflexión.