3 de mayo 2016
Canto a la ceiba,
al madroño,
al roble,
a genízaros y
jiñocuagos.
Esos árboles-monumentos de nuestras tierras,
de verdes y sueltas cabelleras
durarán lo que dure mi vida,
la de mis hijos
y quizás la de mis nietos
Los árboles eléctricos, en cambio, perecerán.
Una a una se apagarán sus luces.
Se corroerá el metal de sus troncos.
Sus esqueletos descascarados
serán vendidos como chatarra.
Terminarán tristes
en el cementerio de las cosas inútiles.
Un día la noche y el sonido del viento
cruzando la ciudad
serán nuestros otra vez.
Así está escrito en el libro secreto de la Tierra.
Canto a la ceiba
al madroño,
al roble,
a genízaros y
jiñocuagos.
El verde futuro
de los árboles desterrados.
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Abril, 2016