10 de octubre 2024
Antes de morir en manos de la dictadura Humberto Ortega había advertido que todo tiene su término, que “cuando una piedra va en cascada, cuesta abajo, no hay tronco podrido que la detenga por mucho rato, y al final termina en tocando fondo” y que ese era el destino de su hermano.
No fue accidental su comentario. El desgaste político del régimen se refleja en la excesiva represión extendida agotando los espacios de sujeción. La fuente de extracción económica ha entrado en un declive limitando la continuidad cleptocrática. Y la disidencia dentro del círculo de poder aumenta.
El radicalismo extremo
Las radicalizaciones responden a un dogma de fe ideológico, religioso o mesiánico, y los Ortega-Murillo exhiben una combinación, con preponderancia en la radicalización como método no como fin. Por eso Enrique Sáenz dice que este régimen opera como una mafia.
El radicalismo ha llegado a un nivel en el que excepto por las grandes empresas y los negocios de la zona franca, todo lo demás está bajo la bota policial, y la extorsión fiscal.
La sociedad civil está doblegada en un 90%, sin oenegés, sin universidades, con menos centros de atención social, sin medios de comunicación.
El gobierno está cooptado en 100% por el clan familiar aliado con militares, policías, operadores políticos, unos cienes de empresarios y la subyugación completa de los empleados públicos de todo rango.
La empresa privada, 74% en informalidad sobreviviendo con menos, y el sector formal está subordinado a la extorsión fiscal, la intimidación de cárcel, destierro o confiscación. Hay unos 150,000 negocios formales, con menos de 50 000 empresarios, en su mayoría microempresas; y con unas 500 medianas y grandes empresas, las cuales operan en el sistema financiero, la zona franca, agricultura y construcción.
El clan familiar en su alianza con los colaboracionistas quieren apoderarse de las empresas privadas, desplazándolas, mantiene temporalmente a las más esenciales, como la banca, y negocios exportadores e importadores, con menor presión mientras sean necesarias.
El próximo paso de la dictadura es ir eliminándolas mientras están secuestradas por la dictadura. Hasta los grandes nombres que aun quieren vivir en Nicaragua no se escapan del control de los Ortega-Murillo. Ellos lo saben, la pregunta es si ¿trabajar bajo los términos de arreglo de los Ortega-Murillo los hace cómplices? Ellos siempre argumentan el riesgo moral de que si se van, aumentará el desempleo y eso sería también irresponsable.
Economía sin riqueza
Los Ortega-Murillo tienen una economía desgastada, que no genera riqueza, dependiente de las remesas y la extorsión migratoria a la que llaman turismo.
Lo demás es mala gestión por la falta de competitividad, o desconfianza frente a la inseguridad jurídica. Este año Nicaragua tiene el déficit comercial más alto de los últimos quince años, con importaciones resultado de la falta de productividad interna que no genera para consumo doméstico; donde las exportaciones no logran suplir con mayores ingresos.
La inversión extranjera en cartera ha disminuido año con año. Hasta el endeudamiento externo que oxigena la corrupción de la captura de Estado en manos de militares retirados con puestos en inversión pública está decreciendo. Aunque optaron por endeudarse con China, éstos no sueltan un centavo hasta no ver algún beneficio en su capital político.
Lo único que crece son las remesas. Pero este crecimiento ya no es igual que años anteriores. Este año las remesas crecerán menos de 8%.
Al ser el principal motor económico, el régimen está tocando un techo en su extracción de recursos tributarios. Ya hay una estabilización del consumo privado dependiente de las remesas el cual pasó de depender de un 10% a un 35% en el gasto de remesas.
Un círculo de poder en desbandada
Las purgas de la dictadura van reduciendo los números de operadores capaces y aumentando el temor entre los que quedan.
Estos buscan cómo zafarse del clan, escapárseles, renunciar, irse por puntos ciegos fronterizos, y los que no lo logran los detienen. De los más de 300 operadores que había en el 2023 y manejaban la estructura clientelar y cleptocrática, más de cincuenta están sancionados, y al menos otros cincuenta ya han sido purgados.
Aunque la dictadura ha mantenido separadas a sus cinco o seis piezas claves para prevenir que éstas se alíen en su contra, ya están a la defensiva. El alto mando, coroneles y retirados en el gobierno, no tienen vinculación directa con los operadores policiales, ni éstos con los encargados de hacer movilización de base.
La élite económica es la que transversalmente está en contacto con el aparato represivo, militar, legal o judicial, y popular, sin embargo, a cambio se someten a una vigilancia completa de cada movimiento interno o externo. Una variación, y ellos o los socios terminan en la cárcel, removidos de sus puestos, o degradados.
Los ministros, jueces, alcaldes, micro empresarios, subdirectores, vices de todo tipo, gente que ha hecho el rol operativo de ejecutar las ‘instrucciones’ de qué hacer, a quien detener, extorsionar, intimidar, o favorecer; todos están caminando de puntillas.
Tienen miedo, desconfianza, y creciente inconformidad que se va externando en la medida que esos bandos medios están pagando por los platos rotos o por la desconfianza de la señora. Lo que se les va quedando son los personajes que realmente no tienen a dónde más ir, desde tipos como Valdrack Jaentschke, a los seudoperiodistas que alaban la imagen de Rosario Murillo.
Lo que viene en el 2025
No se viene una caída de Daniel Ortega, ni la sucesión de Rosario Murillo, sino la continuidad de lo mismo en un terreno más inestable para que el clan familiar pueda llegar exitosamente a ‘ganar’ unas elecciones en Noviembre 2026 con la ‘oposición’ de su elección.
Para entonces la piedra pesada de Daniel Ortega y familia irá cuesta abajo hasta el fondo del fracaso. Falta hacer los troncos a un lado.
Es importante identificar lo que habrá para el 2025:
- Una sociedad decimada, fragmentada, viviendo bajo el miedo y sin buena calidad de vida (desinformada, censurada, con pocos espacios de diversión); con la piel curtida, que detesta a la dictadura.
- Una masa crítica de gente, que entre el 2018 y el 2021 tenían entre 12 y 17 años, y ahora son 1 millón de adultos jóvenes que no tienen acceso a una universidad de su elección, sin oportunidades laborales de empleo formal, de competir en la economía global. Son chavalos arrechos, no hay duda, y no hay Juventud Sandinista que los pueda aplacar o domar, ¿arriesgados? Rosario Murillo los vigila.
- La fuerza laboral será menos del 50% de la población, desmotivada, y sin la posibilidad de huir de Nicaragua porque las restricciones migratorias, los costos de irse del país, los costos de irse ‘legal’, la carga de cuidar con la familia hace muy caro salirse. Menos de 100 000 nicaragüenses se podrán ir del país. El resto, entre hastío y cansancio, querrán una excusa para mostrar su disgusto contra los dictadores.
- Un ingreso per cápita igual que en el 2018, con poca inversión extranjera, sin cooperación externa, menos acceso al financiamiento externo, y una fuerte dependencia de las remesas, pero con menos plata que antes. No habrá crisis, pero no habrá sueños, solo uno, “que se vayan”.
- Unos empresarios que saben que abrir la boca es cárcel, confiscación o muerte, y aguantarse les puede dar más plata, pero en encierro y con pocas opciones de invertir. Cierran los ojos y sueñan sin ellos.
- Un Estado en condición cleptocrática, capturado por el clan familiar, beneficiando y enriqueciendo a unos y judicializando con penalidades a otros. Los cleptócratas se andan cuidando la espalda que no los vayan a agarrar robando más de la cuenta.
- Una élite colaboracionista en su mayoría vacilante, inconforme, a veces molesta, pero que acepta la única opción a mano de seguir trabajando para los dictadores. “Denme medios para darles la espalda”.
- Un aparato de seguridad con capacidad de mantener las garras represivas con 15,000 efectivos policiales; pero, con un grupo de los altos bandos en el ejército soñando con un milagro que cambie las cosas.
- Entrevistas, confesiones, declaraciones de nicaragüenses de todos los estratos sociales dicen lo mismo: tenemos esperanza en que un milagro saque a estos monstruos del poder.
Mientras algunos anuncian que las contradicciones botarán a la dictadura, la realidad es más complicada, los dictadores quieren seguir en el poder. Quieren una Cuba viviendo de frijoles y tortillas, liderada por septuagenarios desconectados del mundo, desmoralizados, aislados, amargados, resentidos con lo que tienen y de lo que son.
Detener la cubanización de Nicaragua es una tarea difícil porque hay mucha negación que nubla las verdaderas opciones. Unos quieren creer que con la fuerza se podrá volver a la normalidad (a un tiempo en que el orteguismo y sandinismo eran tolerados), mientras que otros creen que con las contradicciones al interior se librarán del clan familiar.
La realidad sin negación es el punto intermedio entre esos dos deseos de crear una oportunidad, que acelere que esa piedra toque fondo.
Para que las contradicciones desenvuelvan en acción al menos dos cambios tienen que ocurrir, primero, como mínimo dos de los seis operadores clave, Horacio Rocha y Julio César Avilés, sean neutralizados junto con sus socios más allegados como Zukov Serrano, Marvin Corrales, Bayardo Rodríguez, hechos a un lado de manera que se les aisle, y quienes hagan esa acción, logren tener una masa crítica política y coercitiva superior a la del clan.
Segundo, los costos para los colaboracionistas de seguir trabajando con la dictadura deben ser superiores a los beneficios de los réditos de la extorsión, la corrupción de la que se benefician.
Las piezas que necesitan moverse están en manos de algunos actores internacionales, pero fundamentalmente de nicaragüenses que pueden socavar esas piezas claves.
Hay que hacer los troncos podridos a un lado para que la piedra toque fondo.