9 de septiembre 2019
Lo primero que me llamó la atención del discurso del jefe del ejército, en ocasión del 40 aniversario de esa institución, fue lo que no dijo.
Por supuesto, llama la atención lo que dijo. Pero tan relevante es lo que dijo, como lo que no dijo.
En su extenso discurso, plagado de retórica hueca, retruécanos y párrafos enteros de autocomplacencia, el general no mencionó, ni una sola vez, la expresión derechos humanos. Y esto que el respeto a los derechos humanos se encuentra, precisamente, en el artículo primero del Código Militar.
¿Por qué el General no habló de derechos humanos? Vivimos en un país donde el régimen ha sido señalado de cometer delitos de lesa humanidad. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Amnistía Internacional, así como la máxima instancia internacional en materia de derechos humanos, que es el Consejo de Naciones Unidas. Todos censuran al régimen por torturas, crímenes, detenciones ilegales, desapariciones, entre otros vejámenes.
¿Será que le pareció al general que hablar de derechos humanos frente al personaje señalado de encabezar la comisión de delitos de lesa humanidad, sería como mencionar la soga en casa del ahorcado?
No sabemos. El hecho es que no habló de derechos humanos.
El General Avilés tampoco habló de libertades y derechos constitucionales.
Nicaragua es un país donde la población es víctima de un régimen opresivo y represivo, que amenaza y agrede, en cada esquina, en cada barrio, en calles, carreteras y caminos, en viviendas y centros comerciales, a toda hora del día y de la noche, privando de libertad, arrebatando vidas y bienes. Un país donde medios de comunicación fueron clausurados y saqueados, propiedades ocupadas por mandato de jerarcas del régimen, y el derecho a manifestarse es perseguido con saña y violencia. Lo sabe el mundo. Pero el General ni por asomo habló de libertades y derechos ciudadanos.
El General no mencionó, ni de pasadita, la palabra democracia. Repitió y repitió una y otra vez las palabras seguridad, estabilidad y paz. La seguridad de los fusiles. La paz de los sepulcros. Desterró de su vocabulario la palabra democracia. Y la democracia, General, es la condición esencial de la seguridad, de la prosperidad y de la convivencia pacífica.
Tal parece que en la cabeza y en el mundo en que vive el jefe del ejército, no existen ni derechos humanos, ni libertades y derechos ciudadanos, ni democracia.
Sobre lo que el general dijo se ha hablado y escrito bastante. Nosotros vamos a detenernos en los dos aspectos que consideramos más graves.
Al relatar su versión de la historia, el General mencionó la década de los ochenta y, con una sola frase, remarcó el abismo que separa su visión, de la Nicaragua que aspiramos construir la inmensa mayoría de los nicaragüenses. Y lastimó una herida que sigue abierta. Todos, o casi todos, reconocemos que, junto a la confrontación este-oeste, en que se embarcó al país en la década de los ochenta, y la política de agresión de la administración norteamericana, también se desencadenó una guerra civil. Ý el General se colocó en el lado contrapuesto de la historia.
Decenas de miles de jóvenes nicaragüenses, fueron enviados a matar y a morir en una guerra que no era propia, obligados por el servicio militar. Esas heridas están vivas. Y decenas de miles de vidas nicaragüenses, miembros de la Resistencia, también fueron arrasadas en la confrontación fratricida. Este discurso, no le hace ningún favor al ejército ni a la reconciliación que habrá de venir junto con la verdadera paz, la democracia y la libertad.
El segundo aspecto abominable del discurso es la amenaza. La frase textual fue: “Sepan que sabemos quiénes están detrás de esa brutal campaña de ataques y provocaciones y los hacemos responsables de las afectaciones físicas y morales de nuestros compañeros y familiares”. Agregó más. Pero con esta frase basta. Se trata de señalamientos gravísimos. Habló de agresiones físicas e incluye a familiares.
¿Qué quiso decir el general con la expresión “los hacemos responsables”?
¿Es gallardía que una persona armada, que se siente impune, profiera semejantes frases en tono airado, ante personas desarmadas e indefensas? Y si es una autoridad, al mando de un cuerpo militar, en un régimen represivo, pues estamos manos arriba. Obviamente la amenaza abierta del General tiene la clara intención de amedrentar.
Si el General presume tanto de respetar las leyes, es elemental que haga la denuncia pública, con nombres y apellidos.
Por otra parte, conviene repasarle de nuevo al General Avilés el artículo 26 de la Constitución que, en su inciso 3, dice: “Toda persona tiene derecho a conocer toda información que sobre ella se haya registrado en las entidades de naturaleza privada y público, así como el derecho de saber por qué y con qué finalidad se tiene esa información.”
Si el General dispone de la información que dice, es legítimo preguntarle:
¿Ya dio a conocer, General, a esas personas que usted dice que están detrás de la campaña, la información que usted tiene, por qué la tiene y con qué finalidad la tiene?
Su obligación legal es informarles. Si no lo ha hecho, está violando la Constitución que usted dice respetar.