12 de agosto 2017
En dos países latinoamericanos, cuyos gobiernos se adscribieron al “socialismo del siglo XXI” —descarto a Cuba porque su socialismo nunca ha salido del siglo XX o, más específicamente, de la Guerra Fría— tienen lugar sucesiones: Venezuela y Ecuador. Pero entre ambos existe una diferencia sustancial: en Ecuador, el líder de la llamada “Revolución Ciudadana” vive y, desde su residencia en Bélgica, mantiene una intervención permanente en la esfera pública del país andino.
En las últimas semanas, el presidente Moreno ha acentuado su tendencia a la diferenciación con Correa, especialmente, en dos áreas: la política económica y la estrategia anticorrupción. Le interesa conectar más plenamente la economía ecuatoriana con las fuentes de créditos e inversiones internacionales, por medio de un reordenamiento de las finanzas y el abandono del rentismo. Y le interesa dotar de transparencia a un gobierno que, por diez años, estuvo inmerso en la red del proselitismo bolivariano.
La destitución de Jorge Glas, vicepresidente del último tramo de Correa, que pasó a la nueva administración como garantía de continuidad, parece marcar el punto de no retorno en la ruptura entre el expresidente y su sucesor. Correa, en su tradicional lenguaje, ha acusado a Moreno de “demagogo, incompetente, payaso y mentiroso”. No se refiere únicamente al proyecto de transparencia de Moreno, uno de cuyos capítulos es la investigación sobre las operaciones de Odebrecht en Ecuador, pero es evidente que se trata de lo que más irrita al exmandatario.
En un video difundido por O Globo, aparecen el excontralor de Ecuador Carlos Pólit y José Conceicao dos Santos, ejecutivo de Odebrecht, y éste último asegura que Glas le pidió cuantiosas sumas de dinero para contratos familiares, a cargo de Ricardo Rivera, y para la última campaña presidencial. Luego se dio a conocer el audio de otra conversación, esta vez entre el propio Glas y Conceicao, durante el pasado proceso electoral, en la que Odebrecht ofrecía varios millones al vicepresidente de Ecuador.
Aunque los videos, especialmente el de Rivera y Conceicao, son bastante explícitos, Correa y Glas niegan las acusaciones. Hablamos de contratos, préstamos o sobornos millonarios que se transfirieron durante la última administración de Correa, a favor de su vicepresidente, por lo que la responsabilidad del mandatario se vuelve más probable aún. La reacción del expresidente ha sido, sin embargo, descalificar a su sucesor, abriendo una brecha cada vez más insalvable.
Una posible consecuencia de la ruptura tal vez sea que Moreno profundice el destape de la trama Odebrecht y coloque a Correa en una posición comprometida. La fractura también podría proyectarse sobre la política exterior de Ecuador, en un momento tan sensible como el que vive la región ante el conflicto venezolano. Habrá que leer con cuidado, en la próxima cumbre del ALBA, que se programa en San Salvador, el lenguaje de Quito.