19 de julio 2024
A más dos semanas de la segunda vuelta de las elecciones legislativas en Francia, cuando los resultados son certezas y no tendencias, es imposible no hacer lecturas del terremoto político que han significado; por supuesto que también para Nicaragua, en particular para los grupos opositores. Para Francia significaron volver al régimen parlamentario de la IV República y el debilitamiento del presidencialismo; frenar el casi seguro ascenso de la ultraderecha a la primera magistratura del Gobierno; y, no menos importante, el protagonismo de la izquierda en el bloqueo del fascismo. Pero aún más, en este balance hay un mensaje implícito para quienes luchan en contra de regímenes autoritarios: la confluencia de fuerzas en aras del bien mayor de los valores republicanos de los cuales Francia ha sido su estandarte.
De esto último los esfuerzos por construir alternativas unitarias deberían tomar nota: la importancia de saber someter las reivindicaciones particulares a la salvaguarda de las metas estratégicas colectivas. En esto los franceses, a la remolca, han dado una lección a todas las sociedades amenazadas por el retroceso del Estado de derecho y las libertades ciudadanas. Si el sentido común no fuera un bien escaso en el mundo los estadounidenses aprenderían la lección, los argentinos y los italianos se dispondrían a enmendar los disparates, y los nicaragüenses recuperarían de una vez por todas el espíritu de abril, el que no distinguió entre cálculos electorales irrisorios ni entre derechas e izquierdas.
Una vez más la Francia que alumbró el nuevo orden frente al absolutismo en 1789 ha señalado el rumbo para derrotar a los enemigos de la igualdad, la libertad y la fraternidad. Con la amenaza a las puertas supo conjurar las grandes apuestas con las que contaba el fascismo, en especial las diferencias irreconciliables entre las derechas y las izquierdas. Aunque no era la primera vez -en especial las izquierdas- que irían a votar le nez bouché (con la nariz tapada) por candidatos de signo opuesto para evitar que ganara el Frente/ Reagrupamiento Nacional, sí lo era que esta vez se enfrentaran a un doble desafío: retirar de la segunda vuelta los candidatos peor posicionados para concentrar el voto en quienes pudieran derrotar al fascismo y votar –le nez bouché- por ellos.
Sobre los resultados han corrido ríos de bites desde el pasado 7 de julio. La estrategia resultó ser demoledora para la ultraderecha contra todos los pronósticos. Ni los más optimistas del bando republicano lograban adivinar el batacazo que sufriría el fascismo. Cierto que experimentó un crecimiento de 89 a 143 diputados, pero se quedó con la miel en los labios que los sondeos le aseguraban cercano a la mayoría absoluta de 289 escaños en una Asamblea Nacional de 577. Por su parte, el Nuevo Frente Popular que aglutinó distintos partidos de izquierdas fue el ganador con 182 asientos y en segundo lugar los oficialistas de Macron con 168.
¿Cómo fue posible el vuelco entre la primera vuelta que habían ganado los filofascistas y la segunda ronda? Aquí están algunas claves de las que deberían aprender los nicaragüenses: el desistimiento, como le llaman en Francia a la retirada de los candidatos con peores resultados en la primera vuelta y el voto no ideológico. En pocas palabras, se trató de la renuncia de aquellos candidatos que sin posibilidades de ganar pudrieran dividir el voto de lo que se conoció como el bando republicano. Para que ello fuese posible –hay que decirlo con claridad- la coalición de izquierdas (Nuevo Frente Popular) dio la pauta: la renuncia de sus candidatos peor situados y la disposición a votar por otras candidaturas que pudieran ganar a la ultraderecha. Aunque los partidos de derecha moderada inicialmente rechazaron el ofrecimiento, en las 48 horas que pasaron después del 30 junio terminaron aceptando.
Las estadísticas postelectorales indican que un total de 218 candidatos en tercera posición en las circunscripciones en disputa retiraron sus candidaturas para concentrar el voto en otras mejor situadas. Por bloques políticos más importantes, 82 se retiraron de Ensemble (macronistas) y 130 del Nuevo Frente Popular, dos de la derecha tradicional y tres de ultraderecha.
En cuanto a la disciplina del voto, en los duelos entre candidatos de la derecha liberal y ultraderechistas, de quienes en la primera vuelta votaron por la izquierda en torno al 72% votó por los liberales. A la inversa, cuando se trató de duelos entre candidatos de izquierdas y ultraderechistas, los liberales votaron en torno al 54% por las izquierdas. En otras palabras, los votantes de izquierdas fueron más consecuentes con la concentración del voto, un detalle para nada despreciable si se toma en cuenta que habitualmente se acusa a la izquierda de dogmática y sectaria.
Lecciones para Nicaragua
Pese a que puedan parecer lejanos política y geográficamente estos resultados, si se hace una lectura fina de los mismos se pueden extraer lecciones en tiempo real:
1. La contradicción principal frente al peligro de retroceso de las libertades es entre democracia y autoritarismo. No es entre derecha e izquierda. Plantearlo en estos términos es poner la carreta delante de los bueyes, someter lo estratégico a lo táctico, enfrascarse inútilmente en discusiones pueriles en torno a las divergencias para perder de vista los puntos de convergencia. Francia nos ha enseñado que si hay voluntad y madurez política, en una semana se pueden llegar a acuerdos que den un giro drástico al peor de los horizontes.
2. En plano práctico, Francia alecciona que se pueden compartir objetivos comunes sin que ocurran grandes cataclismo; que se puede votar incluso por opciones políticas de las antípodas ideológicas sin que se hunda el mundo ni se traicionen filiaciones partidistas de antaño, esas adscripciones de “pura cepa” que huelen a naftalina.
3. En el plano fáctico, Francia enseña que no deben ser las discusiones burocráticas-léase el modelo de gobernanza- las que lastren la construcción de los planes de lucha ni los programas de gobierno. Independientemente de lo que resulte con la formación del nuevo gobierno francés, lo importante era frenar al proto-fascismo. ¿Por qué los franceses se han puesto de acuerdo para proteger la democracia y no lo pueden hacer los nicaragüenses para restaurarla?
4. Por último y muy importante, ningún partido o grupo político es suficientemente fuerte como para rechazar las coincidencias con otros por razones ideológicas. Es absurdo que, en abierta negación del espíritu de abril –la autoconvocatoria, la transversalidad política y la pluralidad social- en los últimos tiempos en los grupos opositores nicaragüenses se pretenda excluir e inhabilitar a algunas organizaciones por sus orígenes sandinistas o de izquierdas. En la lucha contra la dictadura orteguista nadie se puede arrogar la pureza del ADN como para despreciar a otros. Todas las corrientes políticas nicaragüenses, por actos y por pactos, arrastran comportamientos pasados lejanos y recientes que abonaron los regímenes dictatoriales que hemos sufrido. Quien esté libre de pecado que arroje la primera sandez.
A la luz de las evidencias, hay que decirlo alto y claro: el arrojo de las izquierdas salvó el régimen republicano francés y con ello a la democracia en Europa y quizás en otros países. Los nicaragüenses no somos tan tontos como para no tomar nota de sus lecciones, ni tan arrogantes como seguir mirándonos al ombligo eternamente.