2 de abril 2021
Durante el transcurso de cada Semana Santa, tratando de zigzaguear entre injusticias que van desde el lavado de manos de Poncio Pilatos, la liberación de Barrabás, el largo y conmovedor calvario, hasta llegar a la muerte de Jesucristo, es natural retomar contacto con las siete palabras del hijo de Dios en la cruz. Al mismo tiempo, resulta inevitable relacionar ese “tour” de atropellos y sufrimientos a que fue sometido el más grande ejemplo de bondad, entrega, fe y sacrificio que ha tenido la humanidad, con nuestra dramática situación impuesta por una tiranía, que golpea cada día los derechos humanos, inventa leyes que puede retorcer antojadizamente, incrementa la represión, y desprecia el presente y futuro de un pueblo ansioso de un cambio de sistema, con tal de mantenerse en la carcomida butaca del poder.
¿Perdonar?
La primera palabra de Jesucristo en la cruz fue tan estremecedora y desgarradora como su tragedia: “Perdónalos que no saben lo que hacen”, su generosidad y excepcional condición humana, no tenía fronteras para el perdón, sin importar las responsabilidades obvias. Pero aquí, después de tanto padecer y ser testigo de las excesivas arbitrariedades, la inmensa mayoría está consciente que los abusadores del poder, saben lo que hacen con sus procedimientos destructivos. Así que no es fácil conseguir un certificado de perdón.
¿Ir al paraíso?
A cual de los responsables de este desastre sin fin, el hijo de Dios podría decirle, “en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”…A ninguno. El arrepentimiento del buen ladrón, colocado a su derecha, no se ve por estos lados y mucho menos en estos tiempos. Entre los que se mueven alrededor de esta crisis agudizándola, mordiendo al país, incluyendo los que desde la otra acera, no son capaces de edificar la unidad malogrando todas las posibilidades cívicas favorables, Jesús no se atrevería a invitar a ninguno, a golpear las puertas del Paraíso.
El gran reto
Mujer, ahí tienes a tu hijo…Hijo, ahí tienes a tu madre”. Esa tercera palabra de tanto significado, equivale a decirnos “Nicaragüenses, ahí tienen a su patria, severamente golpeada, sangrante, necesitada urgentemente de una transfusión, vean que pueden hacer por ella”. Estamos en el momento. El Rubicón ha sido cruzado y la resistencia permanece inalterable, en crecimiento, retando todos los factores adversos. Nuestras esperanzas se niegan a doblarse. ¿Será posible?
No tirar la toalla
Desde lo alto de la cruz, con el sol ocultándose, el Señor dijo mirando al cielo, en busca de cruzar miradas con el padre: “Dios mío ¿por qué me has abandonado?”. Una expresión que grafica el martirio frente a la siembra de esperanzas. Es la misma sensación que cualquiera puede experimentar viendo lo que aquí está pasando a un lado de la pandemia, mientras el país se derrumba. No pueden rendirse nos diría Jesucristo, impulsándonos a batallar en busca del resurgimiento que él consiguió.
Es urgente
Tengo sed” fue la quinta palabra. Afectado por el terrible deterioro físico no espiritual, consecuencia de la pérdida de sangre, y necesitado de un poco de aliento para sostener su alma, el hijo de Dios dijo: “Tengo sed”. Es la misma sed que se siente aquí por el derecho a la vida, la igualdad de oportunidades, el crecer con dignidad, abrir espacios sin discriminación, hacer prevalecer la institucionalidad, sentirse cobijados por la seguridad jurídica y alcanzar la paz con la aplicación de la justicia. Eso va a depender de la terquedad patriótica de la gran mayoría de un pueblo.
Hay que hacer algo
Después de trazar tantas huellas con su ejemplo, mostrándose de cuerpo entero, consciente de su legado, Jesucristo dice su sexta palabra: “Todo se ha consumado”, dejándonos en manos de nuestro libre albedrío. Un país que busca desesperadamente su liberación para evitar seguir recibiendo golpes, debe atravesar por una extensión de sufrimiento cuando hace falta tanto por hacer. Sin duda, una tarea titánica en la cual, todos debemos involucrarnos de diferentes formas persiguiendo el objetivo de garantizar un cambio.
Padre, escucha
“En tus manos encomiendo mi espíritu”, séptima y última palabra…No es un momento de resignación, sino de entrega de responsabilidades. Después de sus enseñanzas, seremos nosotros los encargados de nuestro destino, de nuestro futuro, de la patria que podamos rescatar y construir. Jesucristo nos dejó una herencia de rebeldía a la injusticia, a la desigualdad, a la corrupción, y todos los males que nos han estado cayendo en forma de alud. No podemos fallarle en un momento cumbre.