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Las redes sociales bajo escrutinio

“Cada vez que usamos Internet cedemos inconscientemente parte de nuestra soberanía personal a un poder opaco, sin límites ni fronteras”. Shoshana Zubof

Imagen de memyselfaneye, de Pixabay

Guillermo Rothschuh Villanueva

15 de noviembre 2020

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1.- Las redes deben funcionar con contrapesos

El documental de Netflix —El dilema de las redes sociales— ha convocado a millares de televidentes de todos los estratos sociales, económicos, religiosos, educativos y culturales. Abrió un paréntesis necesario. Al poner en cuestión su funcionamiento ha generado un debate desacralizador. Si en Estados Unidos —centro de nacimiento y desarrollo exponencial de las redes— una discusión como esta se tornaba indispensable, en un entorno como el nuestro, con un rezago tecnológico secular, resulta todavía más apremiante. La tendencia histórica en Nicaragua ha sido asumir alborozados toda la parafernalia proveniente de las redes. Un posicionamiento acrítico y lesivo para la ciudadanía. No disponemos de análisis que profundicen sus efectos e inequidades a mediano y largo plazo. Urge hacer para no seguir dando trompicones.

Dispuestos a asumir las responsabilidades que les competen, los especialistas rompieron silencio. Tristan Harris, cofundador del Centro para la Tecnología Humana, mientras laboraba en Google, sintió prisa por elaborar una carta ética. El negocio de las redes carece de regulaciones, (Edward Tufte, sostiene que únicamente dos industrias llaman usuarios a sus clientes: el narcotráfico y la tecnología). Aspiraba generar una discusión sobre los vacíos normativos. El interés alcanzado por los trabajadores de Google, lo indujo a pensar que estaba a las puertas de cambios. El silencio de los dueños de Google, dio por terminados sus aportes éticos. En su comparecencia ante el Senado de Estados Unidos, Harris insistió en que debe evitarse que las redes operen sin contrapesos. Un poder sin control es un poder descontrolado.

2.- Gobiernos no imponen censura

¿Cómo actuar dentro de un sistema democrático, sin menoscabar la libertad de expresión? En Nicaragua existen fundados temores que la Ley Especial de Ciberdelitos, sea nada más un instrumento represor. El Gobierno actual no puede erigirse en árbitro implacable, determinando qué es verdad y qué es mentira. Las contradicciones entre las informaciones provenientes de la esfera gubernamental —existe una tendencia marcada hacia el maquillaje de datos— y las vertidas por otras instituciones, podrían ser resueltas mediante cárcel y multas. Una ley de este tipo no es la indicada ni la más conveniente para contener la hiperpolarización que vive el país. Seguiré predicando dar de baja al uso de adjetivos denigrantes y no me cansaré de condenar las mentiras y solicitar mesura y respeto mutuo entre los diversos actores sociales y políticos.

A nadie gusta que le mientan, solo una persona enferma se inclinaría por dar el visto bueno a los bulos. Los políticos mienten muy a menudo. Gobiernos de distinto signo político enfrentan el reto de las redes sin imponer censuras. Viven expectantes para denunciar y advertir los fake news provenientes de las plataformas electrónicas. La Ley Especial de Ciberdelitos achica e inhibe el ejercicio de la libertad de expresión. Su naturaleza intimidatoria induce a la autocensura. Al asumir el Gobierno la potestad de decidir acerca del carácter falso o verdadero de informaciones generadas a través de estos canales de expresión, provoca miedo, un temor justamente fundado. El nuevo instrumento jurídico fue creado expresamente para contener las constantes filtraciones provenientes de la esfera estatal y contrarrestar a la vez la eficacia de las redes.


No hay ser humano que no exalte sus logros: reúnen a familiares perdidos, encuentran donadores de órganos, crean y estimulan la amistad, etc. Aunque debemos cuidarnos y estar convencidos que las redes generan adicción, manipulan, difunden noticias falsas, polarizan las sociedades (en Estados Unidos, un tercio de los miembros del Partido Republicano piensa que los demócratas son peligrosos y un cuarto de los demócratas creen lo mismo de los republicanos). En Nicaragua la polarización es estimulada por la clase política. Tienden a exacerbar las emociones y los rencores se desbordan cuando se agreden mutuamente. No dejan espacio para el disentimiento. La democracia ve disminuido uno de sus elementos constitutivos. Cuando nadie puede discrepar, la libertad de expresión se ve empequeñecida.

3.- Hay lecciones aprendidas

Un estudio sobre Twitter, efectuado por el Instituto Tecnológico de Massachussets (ITM), concluyó que las noticias falsas circulan seis veces más rápido que las noticias verdaderas. La tendencia en las redes favorece las fake news. Son continuamente infectadas de informaciones falsas. Los mandatarios europeos demandaron a los dueños de las redes dar de baja a las mentiras. Pese a que las noticias falsas circulan por millones, no imponen censuras. Donald Trump, adicto compulsivo de Twitter, sigue mintiendo. No acepta el resultado de las elecciones. No concibe la derrota. Trata de crear caos y confusión entre los electores. Las falsedades vertidas y su tendencia hacia la polarización, las aprendió de Steve Bannon, su otrora maestro en el manejo de la información. Continúa empecinado disparando tuits desde la Casa Blanca.

Las personas que solo se informan a través de las redes, están condenadas a vivir desinformadas. Un riesgo brutal. El universo de las redes traspasa el ámbito de la libertad de expresión. Es mucho más amplio. Está vinculado con la inteligencia artificial. Hay que tener consciencia de esta realidad. La libertad de expresión debe ser cautelada no empequeñecida. Es un derecho ciudadano, no solo de los periodistas. ¿Qué tipo de pesos y contrapesos deben idearse sin menoscabar este principio? La Ley Especial de Ciberdelitos apunta en dirección contraria. En sociedades como las nuestras nadie posee el monopolio de la verdad. Una aspiración ridícula. La verdad nace de la discusión abierta y desacomplejada de los problemas más acuciantes que atraviesa una nación. Creer que solo existe la verdad oficial es una pretensión antojadiza. Absurda.

Durante el proceso electoral (2020) en Estados Unidos, los dirigentes del Partido Demócrata y las instancias encargadas de evitar intromisiones de actores foráneos, mostraron haber aprendido bien la lección. Igual actitud asumieron los operadores de las redes sociales. Con celeridad desmontaron bulos y cuentas falsas. Un camino similar podría seguirse en Nicaragua. YouTube reaccionó con presteza. Suspendió la transmisión de Steve Bannon, durante las elecciones en Estados Unidos. Imposible que dejara que su discurso incendiario y radical echara más gasolina al fuego. En el instante que las instancias encargadas de verificar la votación del martes 3 de noviembre, haciendo coro a Trump, Bannon afirmó que él pondría la cabeza del doctor Anthony Fauci sobre una pica. Nada extraño en un supremacista.

4.- Urgen políticas en el campo tecnológico

Las redes disponen del poder suficiente para favorecer o cambiar lo que la gente cree sobre determinado tema. El problema es que resulta difícil saber qué es verdad o qué es mentira. Ni siquiera lo saben quienes operan las redes. Las mentiras en nuestro entorno son del tamaño de catedral, resulta fácil denunciarlas para darles de baja. Sería oportuno adoptar medidas que contribuyan a explicar la trascendencia verdadera de las redes sociales. Sus diferentes bemoles. En Nicaragua se requieren políticas claras en el campo tecnológico. No un conjunto de enunciados. Políticas previamente consensuadas por personas e instituciones llamadas a configurar un nuevo paisaje social, político, económico, educativo, religioso y cultural. ¿Será posible que un hecho de esta naturaleza surja en un país dividido en dos? Sería lo deseable.

En Nicaragua el reto no se resolverá con cárcel y multas, de esta forma más bien tenderá a agravarse. Durante los últimos meses el aparato legislativo sandinista ha promulgado tres leyes con la intención de amedrentrar a la oposición, silenciar a los periodistas y poner freno a las filtraciones de los empleados públicos. El historial gubernamental contra medios y periodistas sigue creciendo. Una manera de enfrentar los bulos sería creando organizaciones verificadoras de datos por parte de las organizaciones defensoras de la libertad de expresión, derechos humanos, usuarios, escuelas de periodismo, derecho y sociología, para que chequeen las mentiras y cerrarles el paso de inmediato. El desafío debe ser asumido por todos los nicaragüenses, no solamente por los gobernantes. ¿Quién dará el primer paso?

La peor manera de atajar las mentiras es mediante la censura. Así procedieron la ABC, CBS y NBC, debido a que el presidente Trump afirmó que el conteo de votos era amañado. Al no presentar pruebas lo censuraron, no así CNN, a posteriori hizo lo indicado, desnudó sus mentiras. El lunes 9 de noviembre lo hizo la cadena FOX-News. “Guau, guau, guau. Creo que tenemos que ser muy claros: [La portavoz de la Casa Blanca] McEnany está acusando a la otra parte de permitir el fraude y el voto ilegal. A menos que tenga más detalles para respaldar eso, no puedo seguir mostrándoles esto”, afirmó Neli Cavuto, presentador de Fox. La decisión de los dueños de las cadenas —no les asiste la razón— al menos muestra que las mentiras pueden atajarse sin cárcel ni multas. Los desacuerdos forman parte del credo democrático. Su contrario es la intolerancia.

Sin pasar por alto las bondades de las redes, afloran un racimo de distopías que deben ser abordadas. Sería positivo que universidades, centros de pensamiento, organizaciones médicas, expertos en tecnología, sociólogos, sicólogos, politólogos, especialistas en datos, movimientos sociales y partidos políticos, analizaran este acontecimiento cardinal del Siglo XXI. La mejor manera sería que en conjunto con la Asamblea Nacional —si es que esta  puede hacerlo— conformaran una comisión independiente del más alto nivel, con la presencia de académicos y expertos internacionales, para que mediante un análisis de todas sus implicaciones, ayuden a determinar qué políticas tecnológicas son las más convenientes para Nicaragua. El desafío no puede enfrentarse únicamente con sanciones penales y pecuniarias.


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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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