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Las memorias autorizadas de la Revolución Sandinista

Desde el discurso oficial, las memorias de la Revolución se limitan en rescatar sólo ciertos personajes o eventos para sostener la memoria oficial

Desde el discurso oficial

Yerling Aguilera

23 de julio 2016

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“Mitificada, la historia pierde su
sentido de construcción y proceso”
Ticio Escobar.

 

Las memorias oficiales son procesos impulsados por actores sociales (como el Estado), para reconstruir ciertas memorias con la finalidad de legitimar una forma que da sentido a nuestro pasado. Estas se construyen mediante el despliegue de discursos y otras estrategias narrativas.  Por ejemplo, en nuestro país, el ejercicio de las memorias oficiales de la Revolución Sandinista (presentes en conmemoraciones, homenajes y discursos estatales) se desarrolla desde una evocación pasiva del pasado, la solemnidad y tranquilidad, en lugar de empezar a preguntarnos por el rol a desempeñar en la construcción de nuestra historia. Por eso son memorias “autorizadas”, porque implican mantener de alguna manera, el estado de las cosas, asumiendo que estas ya están dadas y acabadas.

Asimismo, las memorias oficiales del período revolucionario vienen a eliminar el carácter dialógico de la memoria, evadiendo el hecho de que estas se fundan también sobre conflictos, rupturas y contradicciones que emergen desde los nuevos sentidos del presente. Esa memoria oficial de la Revolución Sandinista, ha implicado también, una selección mal intencionada que ha derivado en la omisión de ciertos personajes y eventos que han sido parte del desarrollo de ese proceso histórico. Por eso, desde el discurso oficial, las memorias de la Revolución se limitan en rescatar sólo ciertos personajes que fueron parte de ese período o eventos que resultan menos espinosos y contradictorios para sostener la memoria oficial.


¿Cómo se van legitimando las memorias oficiales de la Revolución Sandinista? Neutralizando nuestra posibilidad de interpelar críticamente a los poderes públicos. Este tipo de memoria nos seduce porque nos indemniza de nuestros propios errores, y también de gestionar cómo asumimos actualmente el proceso revolucionario. Por ello, esas memorias oficiales solo “conmemoran” y evocan, aislando toda forma de cuestionamiento divergente.

Igualmente, estas memorias vienen a ser cautivadoras y convocan mayorías, porque tienen la capacidad de calmar las “ansiedades” que puede generar nuestro pasado. De ahí que miremos una plaza desbordada de gente que busca tranquilizar sus propias incertidumbres y contradicciones no resueltas,  alimentadas por un discurso oficial, donde el culpable, siempre es el otro, es decir, el “disidente”, el de la “derecha”, el “imperialismo”, la “oposición”, los “contrarrevolucionarios” o los “traidores”.

A mi parecer, las memorias oficiales no nos invitan a preguntarnos críticamente sobre ciertos eventos  que fueron parte de nuestro pasado revolucionario para construir nuestro presente. Por el contrario, esas memorias se construyen como una especie de “memoria cosmética” y superficial que sirve de maquillaje para que los problemas de fondo no sean abordados desde el discurso oficial. Este tipo de “memoria cosmética”, está  preocupada más en las flores que llevaran las tarimas principales para el 19 de julio, en las banderas que adornarán la Plaza, en la canción que sonará de fondo para estimular a los asistentes y superar la canción de moda del año pasado y en los colores que empacaran este nuevo formato de la llamada “segunda etapa de la Revolución Sandinista”.

Estas memorias oficiales, son como monumentos estáticos de piedras que terminan desactivando y neutralizando todo proceso de reflexión colectiva. Anulan la capacidad de pensar ciertos eventos históricos y políticos como procesos fértiles para seguir debatiendo sobre nuestra cultura política, nuestro rol activo como ciudadanía que participa y gestiona. También, nos limita a pensar cómo bloquear esas formas de hacer política que han derivado en escenarios de confrontaciones y guerras para nuestro país, para lo que hay que evitar la repetición de diversas manifestaciones de injusticias.

Ante este tipo de memorias, es pertinente, rescatar las memorias olvidadas y desactivadas de la Revolución Sandinista. Esas que, a través de su enlace con nuestro presente, nos permitan apuntar hacia la construcción de proyectos colectivos desde la gestión de una memoria que ponga en discusión nuestros propios errores. Memorias que cuestionen nuestras propias certezas convertidas en dogmas, que nos permitan discernir sobre la marcha histórica,  aquellos eventos que han dado lugar a ser quienes somos actualmente y en las que se puedan integrar las diferentes voces y biografías que eviten la polarización y el personalismo de los procesos históricos.


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Yerling Aguilera

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