21 de marzo 2016
Todo este asunto del restablecimiento y posible normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y su clímax, la visita del presidente Barack Obama a la Isla, ha puesto de relieve profundas diferencias ideológicas y ha sacado a flote intereses creados durante largo tiempo.
Las desavenencias han aparecido en los diferentes escenarios implicados, entiéndase, en lo interno de las esferas gubernamentales de ambos países y en los espacios opositores a esos Gobiernos. Para añadirle al problema una mayor complejidad, el entorno opositor al Gobierno de Cuba tiene dos territorios, la Isla y el exilio, y en cada uno de ellos aparecen argumentos encontrados que se han hecho públicos en numerosas ocasiones.
La caverna más oscura, de donde apenas salen débiles destellos, es esa imprecisa entidad estatal y partidista que unas veces se autodenomina "la Revolución cubana con su liderazgo histórico al frente" y otras "el Gobierno elegido por el pueblo". Ni un solo miembro de esa cofradía ha hecho pública su disconformidad con el acercamiento al "enemigo histórico"; sin embargo las divergencias existen y se basan en intereses reales, aunque se envuelvan en la mística de consignas revolucionarias.
¿Quiénes están de cuál bando? No sería responsable hacer aquí un par de listas llenas de nombres, pero si nos limitamos al punto de vista estrictamente materialista de que ciertos principios no son otra cosa que la justificación de arraigados intereses, se podría aventurar una hipótesis.
A favor del acercamiento están los que presumen que gozarán de alguna ventaja en el campo empresarial cuando la distensión llegue y se propicien las condiciones para saltar de la posición de funcionario a la de propietario. Ahí están los que ya tienen en sus manos los hilos de una presumible piñata. Son los que vislumbran un cambio de sistema y no quieren quedar fuera del juego. Aquí habría que incluir a quienes piensan que, si bien es cierto que la confrontación no dio al vecino del norte los resultados propuestos, tampoco sirvió para el desarrollo del país ni para propiciar la prosperidad de sus ciudadanos.
En contra se colocan, en primer lugar, aquellos que gozan hoy de innumerables privilegios fundamentados en la existencia de un enemigo que amenaza al sistema y supuestamente a la soberanía nacional. Si ese adversario hace compromisos de que dejará de suponer un peligro, la importancia de estos veladores se reducirá considerablemente y con ella desaparecerán las fuentes de su hoy indiscutible poder. En peor situación quedarán quienes temen ser sometidos a procesos reivindicadores por los abusos cometidos.
Obviamente, estas motivaciones se mueven en la sombra y quienes apuestan por llevar más lejos las transformaciones, y con ellas acercar sus posibilidades, repiten el lema que inventó Gorbachov en abril de 1985 cuando repetía: "¡Más socialismo!", o se agarran del clavo caliente que les dejó Fidel Castro cuando en mayo del año 2000 postuló que Revolución era "cambiar todo lo que debe ser cambiado". De ahí no salen. Los otros se sienten cómodos invocando la intransigencia de Antonio Maceo y tienen su propio metro para afirmar que no se cederá ni un milímetro en los principios.
Los verdaderos resultados de la visita de Barack Obama se harán visibles en el VII congreso del Partido Comunista de Cuba. En el nuevo comité central que se elija y en las nuevas figuras que asciendan al buró político podrá apreciarse quién está ganando la partida en ese sordo forcejeo donde nadie se quita la máscara. Habrá que leer entre líneas cada acuerdo que se tome, cada palabra que se cambie a los lineamientos o qué dicen los nuevos que se incluyan.
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Este artículo fue originalmente publicado en 14YMEDIO.