26 de abril 2021
A seis meses y medio de las elecciones presidenciales y legislativas, los nicaragüenses tienen claro tres cosas: la necesidad de resolver sus problemas económicos, una solución democrática, y su fe y confianza para lograrlo en medio de tanta incertidumbre.
De acuerdo con un estudio realizado en abril de 2021 por el autor, muchos factores muestran la complejidad del ejercicio al voto, y aunque lo económico es lo que más les importa como solución política, hay una división marcada que depende de la confianza que inspiren sectores externos al electorado mismo. Esa confianza requiere de la influencia de estos actores para asegurar un ambiente electoral competitivo.
El problema principal para los nicaragüenses
La situación económica y el mal gobierno son las principales preocupaciones de los nicaragüenses. Mas de un 50% mira lo económico como el principal problema, sea desempleo, altos precios o la economía en general. En segundo lugar, cerca de dos de cada diez nicaragüenses piensa que el mal gobierno en el país es otro problema. El contagio de covid-19 es el tercer principal problema del país.
Estas preocupaciones se acentúan entre quienes han perdido sus ingresos durante estos últimos años y especialmente durante la pandemia. Uno de tres nicaragüenses está en condiciones económicas difíciles, o ha perdido su empleo o tiene menor ingreso, por lo que no les alcanza para comer todo el tiempo. De hecho, hoy más que nunca, los ciudadanos creen que la crisis que empezó en el 2018 está más crítica que antes, con 70% que creen que no solo es difícil, pero es una situación crítica, contra un 54% que opinaba de esa forma en mayo 2019.
La solución que buscan son elecciones
Todo este problema se conecta con la crisis política y lo asocian con la necesidad de ir a elecciones. De manera progresiva, desde la crisis política de abril 2018 los nicas quieren ir a elecciones para resolver la crisis política y económica. En mayo 2019 más del 75% decía que irían a votar y para abril 2021 el número sube a 84%. Los nicaragüenses respaldan un proceso electoral como parte de una solución política pacífica. Independientemente de si son de izquierda, centro, o derecha, todos rechazan la violencia.
Sin embargo, cuando se pasa de lo abstracto a lo concreto y se les pregunta por quién votarían, hay cierta indecisión: uno de tres votantes no sabe por quién votar. La mitad de estos indecisos incluso son personas que no se definen ideológicamente como de izquierda, centro o derecha.
La indecisión refleja las incertidumbres de la crisis, la falta de claridad sobre la composición real de la oposición, y también el estado policial en el que se encuentra el país. De hecho, 88% de esos indecisos son personas a quienes un CPC (miembro del Consejo de Poder Ciudadano, entidad del partido gobernante) los ha visitado en las últimas cuatro semanas, y son los mismos que por encima de muchos otros, 70%, creen que hay que cuidarse de hablar de política aún entre amigos.
De esta forma, si bien casi todos creen en ir a votar, para uno de tres nicaragüenses la decisión sobre el candidato de su preferencia no es clara y puede ser influida por presiones externas a su decisión personal, tales como la intimidación o el clientelismo. Incluso dentro de un espectro ideológico, 22% de los nicaragüenses no se define ideológicamente (en parte asociado por las mismas razones arriba mencionadas).
Nicaragua es un país dividido en cuatro grupos políticos, una izquierda pequeña que representa menos de 15% del electorado, un centro y una derecha que captura el 65%, y un 22% que no se define de ninguna forma—entre estos están esos mismos indecisos que aún saben por quién votar—pero que eventualmente termina en el centro y posiblemente votando por el Gobierno o absteniéndose.
Entre la fe y la confianza, en medio del espectro de un fraude
En medio de este deseo por elecciones hay una realidad impostergable e innegable. Aunque todos los adultos prácticamente quieren votar, aun entre quienes están indecisos, el 53% de ellos cree que en estas elecciones habrá fraude. Esta opinión prevalece a pesar de que la mayoría considera con certeza que su candidato opositor ganará las elecciones.
Esto pone a Nicaragua en una paradoja crítica, los nicaragüenses quieren ir a votar, en su mayoría creen en quién votar y que su candidato va a ganar, pero la mayoría cree que habrá fraude.
Esta paradoja puede llevar a una trampa electoral, en la que hay un escenario en que la gente irá a votar aún sabiendo que les puedan robar las elecciones. Ante esta situación el electorado cuenta solo con su aspiración democrática como su principal respaldo de confianza en las elecciones, contra un sistema que está haciendo lo posible por evitar perder.
Otro escenario nefasto es que ese sector indeciso (muchos que se ubican dentro de la oposición), pueda decidir no votar (ahora solo 8% dice que no irá a votar porque no hay condiciones), y debilite el esfuerzo que hacen los otros por ejercitar su derecho al voto. Frente a la llamada contrarreforma electoral del FSLN que debilita la competitividad, el riesgo del fraude es mayor.
Los nicaragüenses necesitan y esperan un respaldo tanto simbólico como material que les dé confianza de que su voto cuenta. Hay por lo menos cuatro actores que pueden contribuir a generar esa confianza. La formación de un bloque político opositor creará confianza toda vez que redefina los términos de la competencia política entre un fuerte grupo opositor y el partido en el poder. Los principales actores políticos en este escenario tienen la responsabilidad de negociar sus fuerzas y subordinarlas en una sola alianza opositora.
El otro actor al que el electorado le deposita confianza es al llamado gran capital, el cual se aglutina tanto en el sector empresarial organizado alrededor del COSEP (Consejo Superior de la Empresa Privada) como de los personajes de la élite económica más influyente. El gremio ha apostado su apoyo político por la oposición y trabaja ya desde adentro, sin embargo, muchos en el electorado y movimientos sociales siguen reclamando más definición en apoyo a un bloque unificado, y que su élite también haga saber su apoyo a la salida electoral competitiva y a la oposición.
Los dos otros dos actores influyentes son las autoridades religiosas y la comunidad internacional. La mayoría de los votantes depositan su confianza en la influencia de la Iglesia católica y en la confianza en la comunidad internacional.
Para más de la mitad de los nicaragüenses la opinión de las autoridades religiosas—nacionales o parroquiales—es importante en temas políticos, y aún más importante para aquellos que se encuentran en el centro y la derecha. Entre los indecisos la mayoría valora la opinión de la Iglesia, aunque solo es mayoría relativa.
Entre los electores también existe una valoración importante sobre el contexto internacional. Un poco más del cincuenta por ciento de los adultos cree que la observación internacional cambiaría su impresión sobre las próximas elecciones. Esta creencia en la observación electoral se ha manifestado una y otra vez, y viene creciendo desde el año pasado.
Los votantes también confían en la importancia de la observación electoral internacional. Incluso, entre los indecisos, un poco más del sesenta por ciento cree que su impresión de las próximas elecciones cambiaría si hubiera observación internacional.
Estos dos ‘influyentes’ que se ubican fuera del liderazgo político nacional tienen un rol importante en contribuir a incidir sobre el electorado.
Tanto las autoridades religiosas e internacionales han sido actores influyentes en todos los procesos electorales y en las crisis políticas nacionales. Cuando la mayoría del electorado deposita su fe y confianza en éstos, es importante que la guía que presenten apunte a promover estándares mínimos para la competencia electoral.
Además de presionar por tener un mejor entorno legal y garantías electorales, cambiar el ambiente político es de esencial importancia. Tanto la Iglesia como la comunidad internacional que son testigos presenciales de lo que ocurre en Nicaragua, tienen que presionar al Gobierno que respete el derecho al voto, que en los seis meses que quedan para ir a votar, desaparezca la intimidación y se garantice el proselitismo político, y que la observación internacional tenga presencia al menos cuatro meses antes de ejercer el derecho al voto.
Esta presión requiere de esfuerzos coordinados en varias direcciones, pero orientados a que en el corto plazo el Gobierno garantice que este proceso será competitivo de acuerdo con los requisitos que la Organización de Estados Americanos estableció en su resolución de octubre 2020 y den lugar a su reconocimiento internacional y nacional. La diferencia entre un escenario y otro depende realmente de crear más confianza en que el voto sí cuenta y sí tiene valor, y no puede someterse al manoseo de electoral del Estado porque es sagrado y soberano.
*Este artículo está basado en entrevistas y encuestas realizadas por el autor a nivel nacional entre mayo 2019 y abril 2021. La última encuesta realizada por el autor fue a 750 personas en Nicaragua.