2 de marzo 2022
La invasión rusa a Ucrania ha sido rápida y dramática, pero sus consecuencias económicas serán mucho más lentas y menos espectaculares. La guerra misma es enormemente trágica, en primer lugar para el pueblo ucraniano, pero también para el pueblo ruso y el orden mundial en términos más generales. Cuando ocurre algo como esto, esperamos que sea como una obra moralista de teatro en que todas las malas consecuencias se representen con igual dramatismo en cada dimensión, incluida la economía. Pero la economía no funciona así.
Es cierto que los mercados financieros reaccionaron rápidamente a la noticia de la invasión rusa. El All Country World Index de la MSCI, uno de los principales indicadores de valores del planeta, cayó a su menor nivel en casi un año. El precio del petróleo subió por encima de los $100 por barril, mientras que en Europa los precios del gas natural se elevaron inicialmente en casi un 70%.
Estos aumentos del precio de la energía afectarán negativamente a la economía global. Europa es especialmente vulnerable, porque en los últimos años hizo poco por reducir su dependencia del gas ruso, y en algunos casos –notablemente Alemania, que abandonó el uso de la energía nuclear- incluso esta se exacerbó.
Los países importadores de petróleo se verán perjudicados por los mayores precios. Estados Unidos está en una mejor posición, puesto que su producción petrolera es la misma que su consumo, un petróleo más caro casi no afectará a su PIB. Pero sí afectará a los consumidores estadounidenses, al tiempo que saldrán beneficiados un segmento limitado de empresas y trabajadores vinculados a la industria del gas y el petróleo. El alza de precios también contribuirá a la inflación, que ya está en sus niveles más altos de esta generación en EE. UU. Europa y otras economías avanzadas.
Sin embargo, hay que dar cierta perspectiva a estas consecuencias inmediatas. A $100 el barril, el petróleo está a cerca de un cuarto por debajo de su precio ajustado a la inflación durante 2011 a 2014. Más aún, los precios para los futuros petroleros son menores que los al contado, lo que sugiere que los mercados esperan que esta alza sea transitoria. Es posible que los bancos centrales no se sientan inclinados a adoptar medidas por los sucesos en Ucrania, ni demorando los ajustes ni acelerándolos en respuesta a una mayor inflación general. Y los mercados de valores globales siguen al alza con respecto al año pasado.
De manera similar, si bien el mercado de valores ruso ha caído significativamente desde el comienzo de la invasión, es improbable que las sanciones de Occidente tengan grandes efectos inmediatos. Raramente lo hacen; simplemente no son el equivalente económico de las bombas que Rusia está lanzando sobre Ucrania.
Más aún, Rusia está mejor preparada que la mayoría de los países para capear las sanciones, ya que tiene un enorme superávit de cuenta corriente y ha acumulado reservas históricas en moneda extranjera por $630 mil millones, suficiente para cubrir casi dos años de importaciones. Y si bien Rusia depende de los ingresos procedentes de Europa, los europeos dependen del gas y el petróleo rusos, que pueden ser todavía más difíciles de reemplazar en el corto plazo.
Pero, en el más largo plazo, probablemente Rusia sea el mayor perdedor económico del conflicto (después de Ucrania, cuyas pérdidas pueden ser muy superiores a lo que se pueda medir en las cuentas nacionales). La economía rusa, así como el bienestar de sus habitantes, han estado estancados desde la anexión de Crimea por el Kremlin en 2014. Casi con total certidumbre, las consecuencias de la actual invasión a gran escala serán más graves a medida que pase el tiempo. Las sanciones tendrán un efecto cada vez más dañino y el creciente aislamiento de Rusia, así como una mayor incertidumbre para los inversionistas, debilitará el comercio y otros vínculos económicos. Además, se puede esperar que Europa reduzca su dependencia de los combustibles fósiles rusos.
Las consecuencias económicas de más largo plazo para el resto del mundo serán mucho menos graves que para Rusia, pero seguirán siendo un desafío persistente para las autoridades que deciden las políticas. Hay un riego, si bien uno relativamente poco probable, de que la mayor inflación de corto plazo se vaya incorporando a expectativas inflacionarias cada vez menos ancladas, y esta situación se vuelva persistente. Si eso ocurre, la ya difícil tarea de los bancos centrales se complicará aún más.
Además, es probable que aumenten los presupuestos de defensa en Europa, EE. UU. y algunos otros países como reflejo de la situación global cada vez más riesgosa. Esto no implicará una reducción del PIB, pero perjudicará el bienestar de la gente, ya que los recursos destinados a defensa no se podrán asignar a consumo o inversión en educación, sanidad o infraestructura.
Las consecuencias de mediano y largo plazo de la invasión rusa a Ucrania para la economía global dependerán de las decisiones que se adopten. Al invadir, Rusia ya tomó una decisión terrible. EE. UU., la Unión Europea y otros países han optado inicialmente por aplicar sanciones, pero está por verse cómo reaccionará Rusia ante ellas o si se impondrán otros castigos. En la medida que las sanciones y las respuestas a ellas escalen, los costes serán mayores, en primer lugar para Rusia, pero también en cierto grado para el resto de la economía global.
Las relaciones económicas globales son una suma positiva, y el creciente aislamiento de Rusia eliminará una pequeña cifra positiva. En términos más generales, la incertidumbre nunca es buena para la economía.
Sin embargo, a medida que el mundo siga respondiendo a la invasión rusa, las inquietudes por el PIB parecen menores en comparación. Mucho más importante es un mundo en que las personas y los países se sientan seguros. Y eso es algo por lo que vale la pena pagar, incluso más de lo que los líderes del mundo han pagado hasta ahora.
Jason Furman, exjefe del Consejo de Asesores Económicos del president) Barack Obama, es profesor de Práctica de Políticas Económicas en la Escuela Kennedy de Harvard y miembro sénior del Instituto Peterson de Economía Internacional.
Texto original publicado por Project Syndicate