23 de septiembre 2023
A más de un mes del cierre de la Universidad Centroamericana (UCA) y la creación de la Universidad Casimiro Sotelo (UCS) para sustituirla por parte del régimen Ortega-Murillo, esta no ha podido iniciar operaciones. Pero ¿esto es por la inviabilidad de ese proyecto educativo o realmente es un reflejo de lo vulnerable que es la sostenibilidad del régimen Ortega-Murillo en Nicaragua?
¿Qué dificultades ha enfrentado la UCS? Financieras y operacionales. Recordemos que originalmente, la UCS se había constituido como un proyecto “autofinanciado” es decir, que los aranceles serían el sustento y no el presupuesto público.
Esa situación fue rectificada casi de forma inmediata por el régimen en un afán de no elevar el costo político del cierre de la UCA, lo que no impidió que los estudiantes buscaran alternativas entre las limitadas opciones de educación superior privada en Nicaragua y en el extranjero, pese a los esfuerzos del régimen por coartar esa opción.
Pero esto nos lleva a la crisis operacional de la UCS, ya que el cierre de la UCA impactará severamente en las inscripciones o matrículas, pero eso no se agota ahí. Además del alumnado, me atrevería a decir que hay un profesorado que no tiene intención de apoyar el arrebato del régimen.
En consecuencia, la creación de una universidad que tiene prohibida la enseñanza libre y crítica, donde los estudiantes no quieren estar y los profesores no están dispuestos a enseñar, solo está condenada al fracaso sin importar la determinación del régimen a sostenerla financieramente.
Sin estudiantes y profesores, la configuración actual del aparato administrativo que legó la UCA pierde su razón de ser y es sólo cuestión de tiempo para que sufra un drástico ajuste. Pero ¿por qué el cierre de la UCA tiene un impacto distinto al de las otras universidades?
Porque la UCA era la opción predilecta de la clase media nicaragüense para acceder a la educación superior y las clases medias suelen ser las más independientes del poder político, por tener una menor dependencia de los servicios o programas gubernamentales en contraste con clases bajas y no formar parte de las élites que consolidan sus fortunas al amparo del poder.
Pero si este dilema clasemediero generado por el cierre de la UCA, es reflejado en el contexto nacional, llegaremos a una conclusión inevitable. A pesar del total control que el régimen de Daniel ortega y Rosario Murillo ejercen en Nicaragua, el refrendo de la lealtad de sus colaboradores se limitará a élites cuya influencia y riquezas se desarrolla al amparo del poder y de aquellas personas con alta dependencia de servicios y programas gubernamentales.
Tratando de parafrasear a Abraham Lincoln, el régimen puede controlar a unos cuantos todo el tiempo, incluso podrá controlar a muchos por algún tiempo, pero no puede controlar a todos, todo el tiempo.
Lo que deseo poner en perspectiva, es que la inviabilidad de la UCS es un reflejo de la ficción que el régimen Ortega-Murillo controla todo en Nicaragua, un paso en falso del régimen y de nueva cuenta puede enfrentar una crisis que ponga en jaque su continuidad, pero esta vez con la claridad y determinación que el fin de la crisis sólo tendrá lugar con la salida del régimen.
De nada sirve al régimen Ortega-Murillo tener el 150% del control del poder, si está sostenido en un polvorín, su sostenibilidad parece más viable si se transita de una cubanización con control total, a una venezolanización, donde se permite un juego opositor que legitima el poder y atomiza los riesgos sin amenazar realmente la continuidad.