9 de febrero 2017
Varsovia– En las semanas posteriores a la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, se ha vuelto evidente que pretende revertir la agenda progresista-igualitaria que está normalmente asociada con la "corrección política" en el taco de salida -no sólo en Estados Unidos, sino a nivel global-. Stephen Bannon, el mentor de la Casa Blanca de Trump y ex CEO de la publicación de extrema derecha Breitbart News, desde hace mucho tiempo persigue este proyecto ideológico, y ahora sabemos que lo que él o Trump dicen debe tomarse en serio y al pie de la letra.
La transición de Trump en un principio resultó tranquilizadora, porque nombró a muchas personas incuestionablemente serias (aunque también seriamente adineradas) en su gabinete. Pero, después de la asunción, se desató el infierno cuando Trump y Bannon empezaron a implementar a fondo su proyecto.
En primer lugar, Trump nombró a Bannon para el más alto organismo del Consejo de Seguridad Nacional, el comité de directores. Luego nombró a Ted Malloch, un oscuro profesor de estudios empresariales de la Universidad de Reading, en Inglaterra, como Embajador de Estados Unidos ante la Unión Europea. Malloch recientemente expresó su deseo de "vender en corto el euro" y predijo que la moneda no sobrevivirá otros 18 meses. Trump también hizo crecer las chances de una guerra comercial con México, y se ha mostrado dispuesto a confrontar a las principales corporaciones estadounidenses con su orden ejecutiva que prohíbe el ingreso a Estados Unidos de viajeros de siete países de mayoría musulmana.
El proyecto ideológico que Trump y Bannon intentarán llevar adelante podría tener implicancias geopolíticas y económicas de amplio alcance que deberían preocupar no sólo a los progresistas, sino también a los conservadores declarados como yo. Para entender hasta dónde están dispuestos a llegar, debemos comprender sus objetivos finales.
Más preocupante es el hecho de que, probablemente, la agenda de Trump y Bannon suponga políticas para debilitar, desestabilizar o incluso desmantelar a Estados Unidos. Ningún motivo que no sea la ideología puede explicar la hostilidad abierta de Trump con el bloque, su nombramiento curioso para el cargo de embajador o su tristemente célebre pregunta al presidente de la UE, Donald Tusk: "¿Cuál es el próximo país que se irá?"
En términos geoestratégicos convencionales, la UE es casi una extensión sin costo del poder político y militar de Estados Unidos. Debido a la significativa superioridad militar de la OTAN, y al rol de la UE como barrera para la expansión rusa, Estados Unidos puede evitar involucrarse en una "guerra caliente" con Rusia. Mientras tanto, la UE -junto con Japón- es un aliado económica y políticamente dependiente, cuya amistad le permite a Estados Unidos hablar para la "comunidad internacional".
No existe ninguna circunstancia en la cual desmantelar el orden internacional occidental redunde en beneficio de Estados Unidos -ni siquiera cuando se lo mira con una lente nacionalista-. Una administración verdaderamente a favor de "Estados Unidos primero" esperaría con razón que sus aliados pusieran de su parte al interior de la OTAN, y se remitieran a la política exterior estadounidense en materia de cuestiones no europeas. Pero nunca desmantelaría gratuitamente un multiplicador esencialmente gratuito del poder estadounidense, como amenaza con hacer la política exterior de Trump.
Si no me equivoco respecto de la agenda ideológica de Trump y Bannon, podemos esperar que encuentren la manera de respaldar a Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional de derecha, en las elecciones presidenciales francesas este año, y de alentar un "Brexit duro" para el Reino Unido (para luego abandonarlo). También es probable que Trump levante las sanciones que Estados Unidos le impuso a Rusia luego de que anexó a Crimea en 2014. Después de todo, el presidente ruso, Vladimir Putin, y Bannon son gemelos ideológicos.
Es más, no deberíamos confiar demasiado en ninguna garantía de seguridad que el secretario de Defensa, James Mattis, pueda haberle ofrecido a Corea del Sur y a Japón durante su viaje al este de Asia. Esas promesas valen tan poco como la promesa de Trump al presidente polaco, Andrzej Duda, de que "Polonia puede contar con Estados Unidos".
Fronteras adentro, los norteamericanos deberían estar preparados para ver cómo la administración despide a funcionarios que no defienden su agenda, e ignora las órdenes judiciales que inhiben sus acciones. Por cierto, ya hemos visto señales tempranas de esto cuando surgieron quejas de que los agentes de inmigración en Nueva York ignoraron una estadía de emergencia concedida por una jueza federal vinculada a la prohibición de ingreso al país emitida por Trump.
Las perspectivas para los negocios son igualmente aleccionadoras. Tarde o temprano, la política exterior desestabilizadora de Trump conducirá a una turbulencia económica, una incertidumbre y una inversión reducida a nivel global -sin contar guerras comerciales a gran escala-. Internamente, un régimen de derecho debilitado invalidará cualquier potencial beneficio económico que surja de los recortes impositivos y la desregulación.
Implementar este proyecto es, sin duda, una estrategia peligrosa para Trump. Al polarizar a la población norteamericana de esta manera, él y los republicanos podrían sufrir una derrota en las elecciones de mitad de mandato de 2018 o en las elecciones presidenciales de 2020; y hasta podría exponerse al riego de un juicio político.
Hay dos posibles explicaciones de por qué Trump asumiría estos riesgos. La primera es que la división le ha rendido frutos hasta el momento, al permitirle ganar la nominación republicana y la presidencia. Los políticos tienden a aferrarse a lo que funciona -hasta que falla.
La segunda explicación es que Bannon quiere tener la sartén política por el mango, y le interesa más construir un "movimiento" populista permanente que lograr una reelección de Trump. Si Bannon quiere transformar el paisaje político norteamericano, un Trump sometido a un juicio político o derrotado podría volverse un mártir ideal para su movimiento.
Eso tal vez no sea un buen presagio para el propio Trump; pero, en este escenario, el destino de Trump no pesará demasiado en Bannon, quien se ha propuesto alcanzar los objetivos que harán que Estados Unidos y el mundo sean muy diferentes de como él y su jefe putativo los encontraron.
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Jacek Rostowski fue ministro de Finanzas y viceprimer ministro de Polonia de 2007 a 2013.
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