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La tarifa comercial racista de Trump

La nueva administración en Washington concibe la política internacional en perturbadores términos raciales

Ilustración: PxMolinA/Confidencial.

Mateo Jarquín

3 de febrero 2017

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La propuesta de Donald Trump de imponer un impuesto del 20 por ciento a las importaciones mexicanas no sólo se basa en una lógica económica insensata. Hay algo más profundo por detrás.

Considere el énfasis desproporcionado que recibe México en el contexto de la crítica al NAFTA. Trump dice que México le ha dado una paliza a Estados Unidos vía déficits comerciales “masivos”. Efectivamente, durante los años de Obama (2009-2016), el déficit comercial de Estados Unidos con México promedió unos $58 mil millones. Sin embargo, con Canadá, el otro firmante del NAFTA, esa estadística alcanzó unos significativos $26 mil millones en el mismo período (nótese, además, que la población de México es más de tres veces superior a la de Canadá). Y mientras Trump atacó a la General Motors por construir su Chevrolet Cruze (los carros forman un eje importante de su mensaje económico sobre la pérdida de empleos manufactureros), tómese en cuenta que Estados Unidos importó $55 mil millones en vehículos de Canadá en 2015, aproximadamente tres cuartas partes de los $74 mil millones en automóviles que importó desde México ese año.

Pero no se oye a Trump acusar a Canadá de “violar” a Estados Unidos, como lo ha dicho sobre China. Más bien, uno de sus asesores económicos recientemente aseguró que Canadá goza de un “status especial” y está bien posicionada para las inminentes negociaciones comerciales.

La obsesión de Trump por la relación económica con México, la cual lo ha llevado a proponer políticas comerciales desquiciadas y autodestructivas, no es simplemente una extensión casual de su racismo en el ámbito doméstico. Es una de varias señales recientes indicativas que la nueva administración en Washington concibe la política internacional en perturbadores términos raciales. Jeet Heer, un editor del New Republic, identificó este padrón en un artículo que explica la heterodoxa postura pro-Rusia y anti-China de Trump, como parte de una política exterior anti-asiática que “dividiría al planeta en bloques raciales”. Heer cita a Tez Clark de Vox, quien afirma que las denuncias económicas del Presidente hacia Japón, cuya economía ha estado estancada desde hace dos décadas y que envía pocos migrantes a Estados Unidos, se basan en la xenofobia del “Peligro Amarillo” que llevó al gobierno estadounidense a aprobar leyes migratorias anti-japonesas y anti-chinas a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. La prohibición a la entrada de extranjeros musulmanes, aunque se basa en un criterio religioso, no está muy lejos.


En el pasado la idea de la superioridad racial ha teñido la política estadounidense hacia América Latina. En 1923, un diplomático norteamericano le advirtió lo siguiente al Secretario de Estado Charles Evans Hughes: “México es y seguirá siendo gobernado por una raza india de poca civilización, y sería un error fundamental pretender negociar con semejante gobierno como si fuera el de una raza blanca altamente civilizada”.

A pesar del amplio reconocimiento del racismo de Trump en cuanto a sus políticas hacia los migrantes mexicanos, el aspecto racial subyacente de su política económica exterior ha pasado desapercibido. Los gobiernos latinoamericanos, especialmente el del asediado presidente Enrique Peña Nieto, deberían tomar nota mientras formulan sus planes para lidiar con la nueva administración.

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El autor es historiador y candidato al doctorado en la Universidad de Harvard.

Publicado originalmente en Infolatam.


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Mateo Jarquín

Mateo Jarquín

Doctor en Historia por la Universidad de Harvard. Actualmente es profesor de la Universidad Chapman (Orange, California). Su obra de investigación analiza el impacto de las revoluciones del siglo XX –especialmente la Revolución Sandinista.

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